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Cuba en homenaje europeo a Brecht

Julio García Espinosa, realizador y teórico cubano expone en Berlín sobre la cardinal importancia de Brecht en su vida

Autor:

Joel del Río

Brecht, de pie junto a Paul Dessau, colaborador habitual en la creación musical para sus obras. Aunque Bertolt Brecht nació el 10 de febrero de 1898, en Baviera, y falleció exactamente el 14 de agosto de 1956, a lo largo del presente año se ha conmemorado el medio siglo de su deceso, sin demasiado ruido, pues algunos poderosos e influyentes, en su empeño por demeritar la orientación marxista del célebre dramaturgo, director de escena y poeta alemán, se atreven a testificar que ya no está de moda, si bien la realidad indica que los verdaderos artistas no pasan de moda y que continúa siendo preeminente su legado de oposición al teatro realista tradicional, y su preferencia por formas narrativas más libres, en las cuales empleara técnicas de distanciamiento tales como los apartes, los intertítulos, y las máscaras, para evitar que el espectador se identificara con los personajes de la escena.

Importantes figuras del mundo de las artes fueron invitadas a la conmemoración por parte de la Fundación Marx y Engels, de Berlín, y no solo teatristas —como el ilustre italiano Darío Fo, premio Nobel de Literatura—, sino también filósofos, psicólogos y otros especialistas. El único invitado latinoamericano, y además el único cineasta presente en la internacional evocación al autor de El círculo de tiza caucasiano, La ópera de los tres centavos, Madre Coraje y sus hijos o La vida de Galileo Galilei, fue Julio García Espinosa, quien compartió con el ilustre auditorio una ponencia sobre la cardinal importancia de Brecht en su vida, a partir de que comenzó a conocerlo a mediados de los años 50, cuando García Espinosa estudiaba cine en Roma.

Muchas fueron las ideas que se intercambiaron en el cónclave berlinés sobre la trascendencia revolucionaria de Brecht, la importancia de sus obras en el acervo cultural del siglo XX, y la vigencia de sus teorías acerca del distanciamiento del espectador como factor esencial para el proceso de aprendizaje del público. El realizador y teórico cubano fue invitado en virtud de que los organizadores del evento lo consideran uno de los cineastas que más ha hecho en pro de aplicar las teorías brechtianas al cine.

Manfred Wekwerth, uno de los fervientes continuadores de Brecht, y además su sucesor al frente del célebre Berliner Ensemble, aseguró públicamente que si Brecht viviera habría disfrutado mucho con dos películas cubanas como Aventuras de Juan Quinquín (1967) y La inútil suerte de mi socio Manolo (1989), ambas con guión y dirección de García Espinosa, las dos concebidas cual inusitadas combinaciones de los géneros clásico y satírico o coloquial, además de intentar sacudir la conciencia del público y llevarlo de una pasividad acrítica a la reflexión, como lo buscaba Brecht.

La firma germana IceStorm publicó no hace mucho, en DVD, varios filmes cubanos entre los cuales se encuentra Aventuras de Juan Quinquín, que la intelectualidad alemana aprecia en todo lo que vale. Wekwerth ha estado en Cuba con su esposa, la actriz Renate Richter, participando de la Feria del Libro de 2004, cuando Alemania fue el país invitado de honor.

Julio se mantuvo en estrecho contacto con el universo brechtiano a través de aquellos legendarios montajes de Teatro Estudio, y de Vicente Revuelta, en los años sesenta. «Cuando un creador asume una determinada teoría —nos aseguró mientras comentaba sobre el coloquio— es porque se encuentra a sí mismo en ella. Para Brecht lo importante era ofrecer en escena una realidad transformable, ya que todo en la vida tiene un origen humano, todo puede ser cambiado. Brecht trata de no separar el sentir del pensar, busca la emoción, el sentimiento, y por encima de todo, el pensamiento».

En Alemania, llama poderosamente la atención el que en Cuba exista un estudioso y continuador de los caminos inaugurados por Brecht, pues se trata de uno de los poquísimos creadores que ha puesto en práctica estas teorías en un país socialista, en la distante y «exótica» Latinoamérica, y además, en el ámbito cinematográfico. Ya se sabe que el séptimo arte internacional ha sido mucho más propenso a captar las enseñanzas de otros teóricos del teatro como Stanislavski (basamento del célebre Actor’s Studio norteamericano), y son conocidas las fricciones del dramaturgo alemán, en cierta época, con los dogmáticos líderes del realismo socialista.

Médico de formación, entró en contacto con la escena teatral debido a sus frecuentes viajes a Berlín. Su relación con artistas socialistas y sus estudios de las obras de Hegel y Marx influyeron en su ideología, que le obligó a huir de Berlín durante la persecución nazi.

La obra del genial dramaturgo tal vez pueda comprenderse solo a partir de la admiración y la discrepancia, desde la complicidad y a la vez la distancia. A Julio García Espinosa le gusta repetir dos frases de Brecht: «Aprender puede ser motivo de un enorme placer» y «las ideas son como el dinero, son para gastarlas, no para guardarlas».

Precisamente la idea de Julio consiste en continuar estudiando a fondo, reinterpretando y manejando el legado brechtiano hasta «gastarlo», pues el cubano está convencido de que su obra puede aportarle mucho más al cine, y por otra parte, quienes han decretado la vuelta de página sobre personalidades de este tamaño son los mismos que creen en la posibilidad de fabricar artistas cíclicamente, que consideran la fama igual al talento y al arte como una moda pasajera y fútil. Brecht trasciende tales círculos viciosos y comercialistas, de ahí que haya tanta gente interesada en acallarlo, en olvidarlo, 50 años después de su deceso.

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