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Presentarán Confesiones de El diablo Ilustrado en Feria del Libro Cuba 2007

El 14 de febrero, como regalo para los enamorados, tendrá lugar, en el recinto ferial de La Cabaña, la presentación de los dos libros de este personaje literario

Autor:

Juventud Rebelde

El Diablo Ilustrado, uno de los títulos más buscados por adolescentes y jóvenes, ha vuelto a ser noticia. La presencia en la Feria de este personaje literario, acompañado de sus Confesiones, será de los mejores regalos que el 14 de febrero recibirán los enamorados. Justo a la hora en que el sol comience a ponerse ante la bahía de La Habana, el ilustrísimo Diablo comenzará a hacer de las suyas en la Plaza San Francisco, de La Cabaña, donde venderán sus dos libros y tendrá lugar un concierto trovadoresco.

Allí estará el creador de esta leyenda, mirándonos desde el anonimato, entre la multitud de amantes que acudirán en busca de historias que delatan sus esencias. ¡Cuánto deseo revelar su identidad!, decirles que tiene los ojos color del cielo y anda por montes y ciudades, guitarra en mano, edificando sueños, alentándonos a creer en el amor, en esa «capacidad de búsqueda cotidiana, de curiosear, de subir la montaña de la belleza desde la cura interior», como él mismo lo define. «El amor es la sed de conocimiento constante; es dar, y no dejarse atrapar por los lazos que nos tira la vida para encerrarnos en el estrecho y marchitante círculo del acomodamiento».

Es admirable la humildad con que este joven (no permite que lo traten de usted) asume la vida y también la creación literaria. «¿Qué utilidad tendría que yo revelara mi nombre?», respondió, al preguntarle por qué se empeña en no decir quién es, más ahora que puso a disposición de los lectores pasajes de su vida.

«Cuando me propusieron hacer otro libro retardé bastante la decisión; una sola cosa tenía claro, no repetiría la manera de los textos anteriores. Lo que quise expresar con aquella estructura ya estaba dicho. Esperé a sentir esa fuerza que concentra los deseos de decir, y me motivé a escribir sobre las historias personales que dieron pie a algunas canciones; y así, entre novias y hermanos de mis días, fue cogiendo cuerpo Confesiones. Cuando lo tuve algo maduro y ordenado me di cuenta de que, intentando hacer algo completamente distinto, había logrado un libro muy parecido: lo que fue un concepto abstracto en El Diablo Ilustrado ahora me mostraba su génesis en vivencias.

«Estas confesiones vienen a ser una deuda con lectores que me han escrito. Algunos pidiendo que les revele el nombre, pero son los menos; la inmensa mayoría entra en ese juego literario en el que nuestra persona física o nuestros datos particulares no importan, lo cual creo que conserva una relación sin ningún interés que no sea de razones y sentimientos. En ese intercambio de ideas ha primado la petición de que ofrezca zonas de mi existencia cotidiana. Esos fieles amigos tienen ahora elementos suficientes para conocer al ser humano que hay detrás de un puñado de ideas.

«No es por congraciarme que he dicho que El Diablo Ilustrado es una invención colectiva a partir de una iniciativa que tuve. Firmé un artículo, parafraseando un acto y un seudónimo inventado por Martí, El Diablo Cojuelo, y esa omisión del nombre fue llevando a los lectores a imaginar al autor hasta convertirlo en un personaje literario.

«Aún en este segundo libro está latente ese estado de gracia espiritual que provoca la fe en el sueño colectivo de la juventud. ¿Valdría la pena, por una tonta vanidad personal, adjudicarme el mérito de esa metáfora comunicativa con los lectores?

—¿Cómo crees que los lectores acogerán tus Confesiones?

—No puedo, ni quiero, colocar entre mis preocupaciones cómo serán recepcionadas estas Confesiones. El mercado es una hoguera donde se queman las almas; ese mercado ha colocado en el centro de gravedad universal el nivel de ventas. En el mundo actual un libro es bueno no por lo que dice, ni por estar bien escrito, sino por entrar en la categoría de best seller (por los millones que da, así contenga un rosario de boberías); un autor es bueno, no por lo que nos aporta su pensamiento, sino por la manera en que logró una fortuna o por las dimensiones del castillo en que vive. Y por ahí comienza la mitología de Cenicienta; hasta les inventan biografías que comienzan con el pobre empleado que termina en triunfador. Lo peor es que, regularmente, todo esto va asociado a mecanismos de promoción donde lo que vale es el financiamiento que tiene detrás, no la calidad de la obra.

«Muchos creadores se han reducido —a veces sin darse cuenta— a meros comerciantes; todo por la dichosa mercadotecnia, que con su fábrica de ilusionismos ha dictado pautas y canonizado conceptos en los que la sinceridad y la autenticidad parecen desterradas. Es una automutilación espiritual preocupante. Son muy pocos los que hoy dicen “tengo necesidad de expresar esto y la manera de hacerlo, acorde a mi espiritualidad y línea estética, es esta; aquí está mi obra”.

«Cuando entregué Confesiones hubo no poca resistencia de parte de algunas personas; surgieron teorías acerca de las supuestas fórmulas que habían hecho de El Diablo Ilustrado un best seller y hubo quien pretendió, incluso, que hiciera una “segunda parte” similar a la anterior. Algo así como que cogiera el molde y tirara nuevas palabras en él. ¿Qué sentido tendría repetirme? Además, todas esas tesis que han inyectado las maquinarias mediáticas, bajo su manto populista y complaciente, no son más que maneras de robotizar a las personas, de insensibilizarlas, de podarles su capacidad de crear, de imaginar, de razonar.

«Por eso me opuse a toda esa mitología sobre los “logros” de El Diablo Ilustrado y me negué a convertir esos resortes de comunicación en fórmula para alcanzar el éxito. Confesiones es el libro que quise hacer, en el que digo lo que pienso y creo útil de mis experiencias. Busqué, como es lógico, la manera mejor de hacerlo. Ojalá lo haya logrado. Si una persona acude a estos textos y encuentra el roce de una caricia a su espíritu, soy plenamente feliz.

«Cuando lo releo, me parece un libro de aventuras de un trovador en busca del amor, que es, a fin de cuentas, lo que ha sido mi vida».

—En una ocasión anunciaste el deseo de hacer un disco con canciones de este libro.

—Aun no he logrado quien se interese en producirlo. Tampoco he tocado muchas puertas. Son 16 canciones y tengo un buen grupo de trovadores que están haciendo versiones de ellas. ¡Sueño con ese disco de mis amigos! No puedes imaginar lo alucinante que resulta escuchar —me pasó, por ejemplo con Eduardo Sosa—, una canción que uno hizo, crecida por el talento y la sensibilidad de otra voz.

«En todo caso pudiera asegurarte que de alguna manera haré las grabaciones y ya veremos cómo quemamos copias y las hacemos llegar a quienes les interesen».

—José Martí es inspiración para tu obra. ¿Qué otras personas o maestros influyeron en estas diabluras?

—Martí es la llave que abre la puerta del camino que lleva más lejos al espíritu humano. Lo coloco siempre aparte, porque no se le puede ver por una faceta determinada; es un poema de todo tiempo: ayuda a vivir y crecer.

«En literatura me fascina e influyen, además, Carpentier, Thomas Mann, Cortázar, Hemingway, Tolstoi, García Márquez... En poesía, especialmente Miguel Hernández, Antonio Machado, Roque Dalton, Wichy Nogueras, Nicolás Guillén y César Vallejo. En las artes plásticas, Carlos Enríquez, Fidelio Ponce, Lam... Tendría que mencionar algunos clásicos universales desde el Renacimiento, pero prefiero hablar de pintores cercanos, que me privilegian con su amistad, como Rancaño, Sandor, Abelita, Bonachea y claro, José Luis Fariñas, que es quien ha hecho realmente ilustrado al Diablo con su poética; y no solo por su pintura: Fariñas irradia inspiración, como el ser humano tan especial que es. Su mamá, la poetisa Juana García Abás, es el punto de partida de toda esta historia. Tanto las canciones como los relatos que circundan a El Diablo Ilustrado están imbuidos del inefable embrujo raigal que se vive en esa experiencia única que es visitarlos en su castillo encantado del Cerro.

«Otro rincón donde la vida real se torna ficción es la Gaveta, minicasa del poeta Bladimir Zamora. Ahí he bebido mucha música y, a propósito, debo colocar entre mis preferencias a la trova cubana.

«Me gusta bailar con los Van Van o Adalberto y su Son; me imanta el danzón, y del rock argentino, Baglieto, Charly García, Fito Páez y León Gieco. Mucha música brasilera. Del cine, Orson Welles, Chaplin, Bergman, Eliseo Subiela, Titón, Humberto Solás, Fernando Pérez y Santiago Álvarez. También en este campo me han tocado en suerte amigos como Esteban Insausti, Jorge Luis Sánchez, Alejandro Moya, Humberto Padrón y Pavel Giroud. Todos ellos están detrás de estas diabluras».

—¿Sabremos cultivar, sin defraudarte, esas canciones y relatos de fe?

—Cuando se entrega amor algo se recibe. En último caso, no hay manera de que los lectores pudiesen defraudarme; tienen todo el derecho de aceptar o no (y no hay que ir a los extremos, puede ser con matices) esta nueva entrega. De manera que soy joven (aunque no tanto como muchos de los destinatarios) y no tengo por qué ser paternalista ni acomodar mi pensamiento a lo que puedan desear o esperar de mí. Hay mucha leyenda negra con la juventud. Uno oye a veces que «los jóvenes de hoy están en otra cosa», aludiendo a que son más egoístas, a que piensan solo en el dinero, a que están en la superficialidad y tienen en mente marcas y etiquetas. Y ciertamente los hay y siempre los ha habido; pero la realidad me demuestra a diario que muchos de ellos tienen nivel de información y capacidad para «entrarles» a los temas más profundos y espinosos del mundo contemporáneo y de nuestra sociedad, como nunca antes.

«Creo que está emergiendo, en medio de esta era donde prima el consumismo, una generación soñadora, sin medias tintas, que llama a las cosas por su nombre y busca, desde una cultura profunda, llevar al espíritu mucho más lejos y fuera de toda bobería simplificadora y mediocre. Tengo tremenda fe en mis contemporáneos y con ellos escribo. Si alguien pudiera defraudar al otro sería yo, por no alcanzar el vuelo de los lectores; o a esa porción de ellos que quizá espera más de lo mismo. Tienen el derecho de querer una repetición, como yo el de servirlos con honestidad, sin trucos. Y eso hice».

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