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Espíritu dictatorial de Pinochet está presente, según humorista chileno

Pinochet desapareció en cuerpo, pero su espíritu autoritario continúa presente en los numerosos civiles que lo colocaron en el poder, opina Guillermo Bastías

Autor:

Julieta García Ríos

Foto: Perfecto Romero La caricatura es poesía. Lo afirma el chileno Guillermo Bastías (Guillo), con más de 20 años en el humorismo gráfico.

Fue en Alemania donde comenzó como dibujante mientras estudiaba cine. Abandonó el séptimo arte porque, viendo a los autores franceses, se dio cuenta de la definición con la que inicia este trabajo. «Lamentablemente no escribo como los poetas, pero vi que con la caricatura se podía hacer poesía», confesó en una ocasión.

Famoso por sus viñetas que reflejan el acontecer chileno, prefiere entre sus creaciones las dedicadas a desacreditar la imagen de Augusto Pinochet. «Recordando a un reyecito que tenía en mi infancia, inventé a un reyezuelo con la misma corona del muñeco, además de la capa y los anteojos del tirano. El soberano era enano, el trono resultaba inmenso para él, y de esa manera ponía en duda la legitimidad de su poder».

Testimoniar durante años la vida de la dictadura y la sociedad de su país, fue para él una válvula de escape. Sus ideas revolucionarias le trajeron no pocas incomprensiones, sobre todo con su familia, emblemática de la derecha chilena.

Actualmente dibuja para las revistas nacionales El Periodista y Chile 21, esta última de reflexión político social. En 1998 creó su sitio web www.guillo.cl, donde puede encontrarse una muestra de su obra.

Guillo figura entre los miembros del jurado de la XV Bienal Internacional del Humor de San Antonio, a celebrarse del 25 al 29 de marzo en Cuba. Sin embargo, no fue ese el tema abordado durante nuestra comunicación vía electrónica: bastó una simple invitación para que este amigo de nuestro país accediera gustosamente a la entrevista.

—¿Cómo influyeron en su carrera los estudios de Arquitectura y Cine?

—Mi época universitaria transcurrió cuando en mi país se vivía intensamente. A concho, como decimos en mi tierra. Eran tiempos de grandes sueños sociales en Chile. Fin del gobierno de Eduardo Frei (padre), al que sucedió el presidente Allende, y luego el Golpe de Estado de la oligarquía chilena apoyada por Nixon y Kissinger, usando a Pinochet para hacer el trabajo sucio de exterminio del movimiento popular chileno.

«En ese período yo estudiaba Arquitectura, y durante la dictadura de Pinochet, Dirección de Cine. Si bien ambas carreras me proporcionaron elementos técnicos de expresión y de lenguaje tanto gráfico como narrativo, fue la vida misma quien más me aportó en mi formación como humorista gráfico y en especial como humorista editorial. La mirada del mundo, que es esencial en nuestra profesión, la desarrollé viviendo lo que me ha tocado.

Ilustración publicada en la portada del especial APSI Humor, de agosto de 1987 que ocasionó la requisa de la revista. —Mientras laboraba para las páginas de la Agencia de Prensa de Servicio Internacional (APSI), revista antipinochetista denominada así para que pudiera circular, ¿sintió miedo de las consecuencias?

—No. Un humorista gráfico verdadero no tiene miedo en ninguna parte del mundo. Su necesidad de expresarse es más fuerte. En mi caso, desarrollé algo así como un radar propio para navegar al filo de la navaja, buscando siempre el equilibrio de decir lo que pensaba y continuar existiendo como medio de prensa y como ser humano.

—La dictadura, ¿cómo fue para Guillo?

—Asfixiante. Pero como en el buceo, uno aprende a respirar, a moverse y a ser feliz pese a todo. Creas un microclima con amigos y amigas, una suerte de hermanos de lucha y esperanza, que ayuda mucho para seguir adelante.

—¿De qué manera se adaptó el artista a la situación?

—Poder realizar el dibujo editorial y comentar por tantos años la vida en dictadura, fue una excelente válvula de escape. Con esto sentía que el tirano no podía doblegarme, y que a través de mi arte podía salirme de la fila en que querían colocarme.

—Definirse y militar en la izquierda, ¿cuántas dificultades trajo a alguien que procede de una familia «ejemplo de la derecha chilena»?

—Al principio produjo un quiebre familiar. Se rompió el diálogo con mi padre, que era y es pinochetista furibundo. Estaban matando y torturando a mis amigos de universidad y no podía entender cómo no era capaz de verlo y horrorizarse. Para mi hermano Francisco y para mí fue decepcionante constatar que teníamos un padre y una familia así.

«En esas instancias extremas se ve lo esencial de las personas, tanto en el aspecto de la pequeñez como en el de la grandeza humana. Hubo mucha gente de derecha que se la jugó por ayudar a los amigos de izquierda perseguidos; tuve el honor de conocer a varios de ellos con los que aún mantengo una gran amistad».

—¿Cómo surge el Reyezuelo, qué códigos escogió y cuál fue su acogida?

—Cuando comencé a dibujar para la revista APSI, no se podía dibujar a Pinochet sin consecuencias serias para el autor. Por eso inventé esta representación, y con ello invitaba semana a semana a los chilenos a subirse a mi tren y embarcarnos en un viaje de irreverencia hacia el dictador.

«La comunicación con los lectores fue inmediata. Todo el mundo sabía que era Pinochet, a pesar de que no tuviera su rostro, pues realizaba sus mismas acciones y repetía sus mismas palabras. Como decir en un acto, «antes de hablar voy a decir unas palabras».

—La portada para el especial APSI Humor de agosto de 1987 ocasionó la requisa de la revista porque Pinochet aparecía reflejado como Luis XIV. ¿Fue esa la primera aparición del Reyezuelo? ¿Qué sucedió ese día?

—APSI existía ya como revista desde el año 1980, y el reyecito mío apareció por primera vez en 1981. Dibujé a Pinochet como Luis XIV porque en ese entonces, en una entrevista de prensa, declaró su admiración por el Rey Sol, ese de la célebre frase: «El Estado soy yo».

«Ese día fueron detenidos el director y el subdirector de la revista, y permanecieron presos durante dos meses. La revista fue requisada en la imprenta, pero no el archivo original, por lo que los demás inmediatamente reprodujimos ese número especial de APSI Humor y lo sacamos, de forma clandestina, incluyendo la imagen de Luis XIV.

«La gente se pasaba de mano en mano esos ejemplares fotocopiados. Los periodistas siguieron trabajando dirigidos desde la cárcel, sacando nuevas ediciones clandestinas que se distribuían a domicilio. La nueva tirada tuvo un éxito increíble, y APSI duplicó la cantidad de lectores y suscriptores».

—¿Qué pasó con usted?

—Nunca entendí por qué no me detuvieron en ese momento. Yo estaba con mi maleta lista para lo que pasara, pues la imagen de la falta de respeto al dictador, señalada profusamente en la prensa, era mi dibujo del Rey Sol.

—Últimamente dibujaba al dictador en patinetas y, tras su deceso, lo refleja como si lo rechazaran hasta en el Infierno. ¿Desaparece el personaje con la muerte de Pinochet?

Caricatura realizada por Guillo tras la muerte de Pinochet. —Desaparece en cuerpo. Pero su espíritu dictatorial y autoritario continúa presente en los numerosos civiles que lo colocaron en el poder y que le acompañaron en su miserable vida. Esos civiles no han sido procesados por la justicia, y por su instrucción, ellos son a mi juicio más responsables que los pocos militares que están en Chile cumpliendo condena.

«Por ejemplo, el actual secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, es un claro ejemplo del efecto Pinochet en los políticos chilenos que se dicen defensores de la verdad y la justicia. Gracias a él y a su equipo, el tirano no fue procesado por el juez Baltazar Garzón en los tribunales españoles; mis hijos no han podido leer y aprender en sus textos de historia escolar de qué crímenes fue responsable Pinochet. Él y su equipo diseñaron las razones de salud para eludir a la justicia. Después todo el mundo supo el engaño de las enfermedades del dictador chileno.

—¿Qué sintió Guillo cuando supo de la muerte del tirano?

—Rabia, porque no fue procesado y condenado por los tribunales chilenos. Rabia de ver cómo fue protegido por sus partidarios y por los gobiernos de la Concertación. Rabia de ver cómo la prensa y los opinólogos políticos de TV de mi país, se refieren a él por su nombre, y no lo designan como lo que fue: un dictador, asesino, ignorante, ladrón y cobarde, que hizo recaer las responsabilidades penales de sus cargos en sus subordinados.

—En más de una ocasión ha visitado a Cuba. ¿Qué símbolo utilizaría para ilustrarla?

—Amo a Cuba y la siento como mi segunda patria, por todo lo positivo que provoca en mi espíritu. Símbolos hay muchos para ilustrar y representar a esta Isla, pero me quedo con un corazón amistoso, culto y lleno de música, con los colores de Cuba y Chile, que son los mismos.

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