Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Larga historia de agresiones y resistencia del cine cubano

El irracional y cruel bloqueo del gobierno de EE.UU. contra Cuba ha impedido filmaciones, investigaciones, e imposibilitado  adquirir equipos y tecnologías 

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Como sucedió con Havana, ni The argentine ni Guerrilla (foto) pudieron rodarse en nuestro país, sin duda, el escenario ideal por las historias que cuentan esos filmes. Desde que Sexo, mentiras y cintas de video, el debut en el cine de ficción de Steven Soderbergh, fuera aclamado por el público y la crítica, su realizador no se ha cansado de demostrar que es un cineasta más que profesional. Lo mismo sucede con el afamado actor Benicio del Toro, con quien decidió emprender sendos proyectos sobre Ernesto Che Guevara: The argentine y Guerrilla, justo después que en el 2000 ambos arrasaran con Traffic.

The argentine retoma la historia de la vida del notable luchador en el punto donde termina Diarios de motocicleta, y cuya trama parte de la llegada de Fidel, Guevara y otros revolucionarios a las costas de Cuba en 1956, y se centra en la ofensiva que lideró el Comandante en Jefe contra el régimen de Fulgencio Batista, dictador apoyado por Estados Unidos. Como todo director que se respete, Soderbergh no solo se interesó por recabar datos e investigar sobre la fructífera existencia del Guerrillero Heroico, para lo cual tenía que inevitablemente viajar a la Isla, sino que no concebía filmarla en otra tierra que no fuera la cubana. Sin embargo, el irracional y cruel bloqueo del gobierno norteamericano contra Cuba, hizo que el equipo de filmación tuviera que conformarse con grabar en España, México y otros puntos de Latinoamérica.

Aunque el hecho es inaudito —otro antecedente importante fue Havana, de Sidney Pollack—, este absurdo se ha repetido una y otra vez a lo largo de 47 años de una abierta política de los mandatarios de la Casa Blanca destinada a asfixiar la Revolución cubana. Uno de los casos más notorios en este último año es el de Michael Moore, a quien le han planteado un pleito por rodar parte de Sicko en nuestro país, sin descontar las presiones ejercidas sobre otros productores que estuvieron interesados en filmar un proyecto sobre Hemingway.

«Por supuesto, continúan existiendo productores y directores deseosos por rodar en nuestros país, pero se ven asediados por las prohibiciones que impone el bloqueo, comenta Luis A. González Nieto, vicepresidente del ICAIC. Una cifra aproximada de los ingresos que puede generar para el país la filmación de una película norteamericana de presupuesto promedio oscila entre dos y cinco millones de dólares, aunque lo más importante es el impacto cultural».

De igual modo sucede, explica, cuando son los cubanos los que requieren ingresar en territorio norteamericano para poder realizar su obra, como ocurre con Arturo Sotto y su Peter Pan Kid, filme que incrementará sus costos por aplazamientos de su calendario de producción o por tener que filmarse en otros sitios, con los consiguientes gastos adicionales. «Algo similar ocurrió con el documental El proceso, de Rolando Almirante, que se adentra en el amañado proceso jurídico seguido contra los Cinco Héroes prisioneros en cárceles norteamericanas».

Antes de 1959, Cuba era un laboratorio de Norteamérica, donde se probaban los últimos avances de la tecnología —a veces primero que en muchos países desarrollados—, y la industria cinematográfica no estaba ajena a eso, lo que conllevaba, al mismo tiempo, la introducción de modelos seudoculturales o del llamado «sueño americano» a través de las producciones de Hollywood o de la televisión.

Recuerda González Nieto que un año después del triunfo de la Revolución, la impotencia condujo al gobierno de turno de EE.UU. a implantar un bloqueo sin precedentes, y aunque por esa razón dejaron de entrar materiales y equipamientos procedentes de aquella nación, Soy Cuba, la primera coproducción del ICAIC con la antigua Unión Soviética, abrió otras puertas al mercado de suministros. El derrumbe del campo socialista, nos obligó nuevamente a recomponerlo. Y claro, es sumamente difícil pensar en la posibilidad de comprar piezas para mantener o poner a funcionar todo lo que con anterioridad se poseía en materia de la red de cines, a lo que se unía el decrecimiento del número de espectadores de la industria cinematográfica a escala internacional.

«Es una larga historia de agresiones, pero también de resistencia, porque, a pesar de que han intentado asfixiarnos, no han podido impedir que tengamos un cine nacional, autóctono, de prestigio internacional, con un ganado espacio en el ámbito iberoamericano, e, incluso, en limitados espacios de Estados Unidos; ni que algunos cineastas cubanos sean admirados y respetados, sin haber hecho concesiones al mercado con sus obras. Esas son algunas de nuestras victorias sobre el bloqueo», dice.

La lista de los recursos materiales que nos son negados por esta razón es larga: piezas de repuesto, insumos y equipos, tales como el negativo virgen; la película positiva, los productos químicos para el laboratorio, los accesorios para equipos cinematográficos...

«EE.UU. es el país más desarrollado en la industria audiovisual, y hemos tenido que procurar alternativas en otras naciones y desplegar una gran inventiva.

«Mira, te voy a poner varios ejemplos. En el año 2006, el ICAIC logró adquirir, a un costo superior a los 85 000 dólares, seis cámaras de grabación de video y accesorios —dos de alta definición, aunque una cantidad limitada para nuestras necesidades—, cuyo costo habría sido muy inferior de haberse adquirido en territorio norteamericano. La película Kodak, marca vendida por empresas de EE.UU., tampoco podemos comprarla directamente.

«Como sabes, la Licencia Dolby en sonido, que es norteamericana, es imprescindible para que nuestras producciones puedan difundirse y comercializarse internacionalmente. Sin embargo, aunque Cuba cuenta con laboratorios de sonido con condiciones para que esta se le otorgue, no ocurre así, de modo que la obtenemos a través de la participación de terceros en nuestras producciones. Solo por este concepto, el pasado año se desembolsaron decenas de miles de dólares adicionales para que seis de nuestros títulos tuvieran ese requisito».

Causas y azares

Decenas de miles de rollos y miles de títulos entre noticieros, documentales, animados, cortos y largometrajes de ficción que guardan la historia del cine cubano, permanecen custodiados en las bóvedas del ICAIC. Se trata de un patrimonio fílmico de una valía incuestionable, no solo para los cubanos, sino para el mundo. Estamos hablando de uno de los mayores fondos relacionados con la izquierda mundial, los movimientos de liberación, el cine latinoamericano, el período del cine prerrevolucionario cubano, etc. Sin embargo, el carácter corrosivo del bloqueo se hace evidente en el estado de la restauración y conservación de todo este tesoro. ¿La causa? La imposibilidad de adquirir equipos, tecnologías y repuestos, vitales para el desarrollo de estas actividades.

«Algunos de estos recursos —señala González Nieto— son prácticamente imposibles de conseguir, y los que se obtienen por medio de complicadas operaciones comerciales, se encarecen notablemente, llegando en muchos casos a duplicar su valor.

«El prolongado período especial, ocurrido después del derrumbe del campo socialista y el efecto del doble bloqueo, deterioró enormemente las condiciones de las bóvedas y del equipamiento para preservar el patrimonio fílmico de la nación. Un estimado reciente para reequipar la industria y comenzar un gradual proceso de recuperación y digitalización del mismo, ya en vías de solución, arrojó una cantidad que ronda los tres millones de dólares. El aporte del estado cubano y de formas de colaboración internacional permitirá continuar este proceso.

«Hoy por hoy, para hacernos de la película virgen y de los quimicales que intervendrían en el proceso de rescate de las obras patrimoniales, hay que contar con 139 900 dólares. Si no existiera el bloqueo, el monto sería de 56 000, es decir, un 40 por ciento menos a invertir».

—Luis Alberto, uno de los grandes problemas que enfrenta el ICAIC actualmente está relacionado con la climatización de las principales salas de cine del país y, por supuesto, de las bóvedas de conservación...

—Efectivamente. Las compras que debemos realizar para reponer equipos obsoletos y reparar otros en servicio (solo en las 23 principales salas del país), requieren de una inversión de 445 000 USD. Como no es posible tener acceso a suministradores-fabricantes de forma directa en un mercado tan grande como el norteamericano, la inversión necesaria se duplica. Si se trabajara en toda la red, que como se sabe es amplia, la cifra se multiplicaría.

—¿Y qué sucede con la adquisición de equipos de videoproyección, lectores de DVD, caseteras...?

—En estos momentos las mayores afectaciones están ahí, y en poder disponer de equipos de sonido y reproductores, así como insumos de DVD. El bloqueo nos obliga a mirar a otras regiones, donde la distancia del mercado, el efecto de intermediarios representativos o no, y la tasa de cambio, nos afectan enormemente. Mientras que un equipo de videoproyección, no precisamente profesional, en la Florida, por ejemplo, saldría a 3 000 dólares la unidad, en Europa o en Asia, el precio medio es de 5 000. Similar situación tenemos con equipos de sonido, caseteras y reproductores, que hay que buscar con intermediarios en América Latina a un precio superior en un 25 por ciento como promedio.

—¿Existe alguna manera de que podamos asistir con nuestra producción a los mercados del audiovisual que se llevan a cabo en EE.UU.?

—Es imposible, lo cual provoca serios perjuicios a las ventas que pudieran producirse en dichas plazas, como el American Film Market y el NAPTE, donde se aprovecha la presencia de compradores de todo mundo, y la posibilidad de que se conozca mejor nuestra cinematografía. Un cálculo conservador de los ingresos que se pudieran alcanzar por esta vía nos muestra una cifra de 500 000 pesos convertibles por encima de la actual. Esto, al margen de lo excluyente que resulta el mundo audiovisual contemporáneo, donde la diversidad es prácticamente nula.

«Asimismo, la venta de cine cubano por vía digital o satelital, tan de moda hoy, no ha sido posible hasta el momento, entre otras razones, por el predominio casi absoluto de estas tecnologías y empresas comercializadoras norteamericanas. Ello significaría ingresos adicionales por cinco millones de dólares».

—Los actores, realizadores y especialistas del ICAIC también se ven imposibilitados del intercambio en tierras norteamericanas con sus homólogos...

Los norteamericanos se perdieron la posibilidad de encontrarse con la exitosa película El Benny y Jorge Luis Sánchez, su director. —Así es. Ello bloquea también a los cineastas y al público norteamericano, a los que se les limita acceder a la cinematografía cubana. Solo en el año 2006 se han dado un total de 15 denegaciones de visa a cineastas cubanos que han debido participar en importantes eventos de promoción en EE.UU. y Puerto Rico, como el Havana Film Festival, el Festival de Cine de Miami, el Silver Lake Festival... Entre otras, sobresale la negativa a la participación del realizador Jorge Luis Sánchez, director del exitoso filme El Benny y de nuestro representante permanente en la Conferencia de las Autoridades Cinematográficas de Iberoamérica y en el Programa Ibermedia, que se deriva de la Cumbre de Presidentes Iberoamericanos, el cual debía desarrollarse en Puerto Rico. Tal decisión provocó la indignación y la protesta de las autoridades, que en solidaridad con Cuba acordaron suspender la reunión y posponerla para otro momento, en otro país. Del mismo modo, durante la administración Bush han recibido negativas de visado, algunas con clasificaciones francamente absurdas, más de 60 realizadores o especialistas cubanos de indiscutible reconocimiento internacional, y estoy siendo conservador. El bloqueo es algo que repercute no solo en Cuba, sino en aquel país.

«Para alegría nuestra, cada vez son más esas muestras de apoyo y de respeto, no solo de intelectuales, escritores y artistas, sino del pueblo norteamericano que, como el cubano, añora que nuestras culturas interactúen y se enriquezcan mutuamente».

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