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Entre «chavitos» y chavales

La exposición colectiva de pintura Cubanos convertibles que durante el verano exhibe Galería Habana, muestra diferentes aristas de la incidencia del factor económico en la postura ética y estética de la población cubana

Autor:

Juventud Rebelde

A ras de suelo, óleo sobre lienzo de Harold López. Las duchas manos de un prestidigitador sin rostro ejecutan ciertos pases «mágicos» hasta finalmente escamotear varias monedas en CUC ante las miradas expectantes de quienes visitan la exposición Cubanos convertibles, que durante este verano exhibe Galería Habana, en la capital cubana.

La acción descrita aparece registrada en un video emplazado estratégicamente en la primera sala del espacio expositivo, y se erige acaso en una de las creaciones más emblemáticas de esa muestra colectiva, pensada en torno a la incidencia del factor económico en la postura ética y estética de la población cubana, la juvenil en especial.

Las obras, realizadas justamente por jóvenes artistas de diferentes promociones, que durante el período especial cubano han vivido las peripecias con la divisa monetaria —llámese «chavito», peso convertible, CUC, etc.—, exponen diversos tintes de aquel fenómeno, desde el más alusivo hasta el más elíptico o tangencial.

En este último registro se inscribiría la génesis misma, la ontogenia del ser humano, recreada en una videoinstalación cuya presencia podría parecer forzada a quienes busquen a ultranza una correspondencia inmediata, expedita, entre la condicionante económica y la producción espiritual.

Más que señalar con dedo acusador, los discursos artísticos ponen el dedo en la llaga con el fin de provocar la reflexión cuestionadora. La referencia situacional está coligada al uso, en varios ejemplos, de recursos documentales vehiculados sobre todo por la fotografía fija o en movimiento. Pero, en tanto creaciones, estas no prescinden en mayor o menor grado de cierta elaboración estética. Acuden a expedientes artísticos como la parábola, la cita, la sátira, la historieta, la experimentación que llega a subvertir los presupuestos originarios de los soportes expresivos...

Son discursos canalizados a través de videos/instalaciones, pinturas y fotografías de reciente hechura. A primera vista, parecieran agrupados con arreglo a tales filiaciones. Ahora bien, el video recorre, en diversas variantes, las tres secciones de la galería. Sin quebrar la coherencia formal, se conjura así la monótona uniformidad y se instituye un eje central que apela tanto a un monitor como a la proyección en la pared.

El video resulta, por demás, un medio muy familiar para el curador, Andrés D. Abreu, quien desde hace varios meses ha sido uno de los programadores de un espacio —la Salle Zéro, en la Alianza Francesa de La Habana— que incluye la promoción sistemática de la llamada videocreación cubana.

En Cubanos convertibles se percibe una adecuación a las irregularidades físicas del ámbito expositivo y un hábil aprovechamiento de su mobiliario, en aras de la mejor y más cómoda visualización de las propuestas artísticas. Se potencia la función útil de lo preexistente. Se corrobora, igualmente, no solo el actual apogeo de la videocreación como medio expresivo, sino también la pujanza de la pintura. Una secular manifestación que, por cierto, parece haber recobrado beligerancia entre varios de los más audaces estudiantes y recién graduados de escuelas de arte.

Esta exhibición podría ilustrar asimismo la tendencia del crítico de arte en desdoblarse como curador u organizador de exposiciones. Modalidades estas que, en su raíz, constituyen expresiones de una misma esencia: el ejercicio fundado, especializado, del criterio. A partir de él se configura un texto escrito o un discurso curatorial. Son vías, no pocas veces tributarias entre sí, que exponen ideas y encauzan la posibilidad creadora.

El curador de Cubanos convertibles es más conocido como periodista cultural y laureado crítico de arte. Pero es también videasta —premiado incluso—, y como tal pudo haber intentado engrosar la nómina de autores cuyas obras conforman la exposición, a saber: Celia González & Yunior Aguiar, Alex Hernández & Adrián Fernández, Leví Horta & Frank Mujica, Javier Castro, Franklin Álvarez, Harold López, Nadal Antelmo, Magdiel Aspillaga, Alejandro González, y Duvier del Dago.

De haber procedido de aquella manera, Andrés D. Abreu habría seguido otra corriente: la del artista audio/visual que organiza muestras y participa dentro de ellas con piezas de su autoría. Pero él no se considera un creador de la visualidad, aunque un curador elabora visualmente una obra: la exposición. De cualquier modo, y mostrando buen tino, Abreu optó por figurar como el coautor, o el autor principal, de esa creación visual mayor —la exhibición— que desde luego no se verificaría sin el concurso de los (otros) exponentes.

Cubanos convertibles no es la primera muestra que Abreu ha gestado, ni la mejor que podría hacer, pero sí es la primera con su firma en un espacio legitimante. Enhorabuena.

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