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Convertir en chiste lo que ves

El actor, escritor, humorista, expresa que el humor es una herramienta de comunicación y tiene todas las funciones del arte, como forma de la conciencia social

Autor:

Juventud Rebelde

Baudilio Espinosa como Profesor Pepe Rillo de ¿Jura decir la verdad? Actor, escritor, humorista —como él prefiere—, Baudilio Espinosa no ha perdido ni un ápice de su proverbial sentido del absurdo, ni de la chispa que lo distinguía del resto de los mortales allá por la década del 80, cuando renunció a su carrera de especialista literario para entregarse al humor en cuerpo y alma. Abrumado por el trabajo de las últimas semanas, echa una ojeada a la pequeña grabadora Sony, y controla el impulso de soltar un chiste antes de ponerse a hablar de humor con el periodista que menos pudo imaginar: yo mismo.

—Has trabajado en numerosos proyectos. Sin embargo, el público te identifica con el Profesor Pepe Rillo de ¿Jura decir la verdad? ¿Por qué?

—Nunca fui de esos actores que hacen un solo personaje; más bien hacía el que me tocara, de acuerdo con el espectáculo en que estuviéramos trabajando. Integré varias agrupaciones: La Leña del Humor, La Oveja Negra, Onondivepa. Pero la fuerza de la televisión te aplasta con el personaje que haces en ella.

—Durante la primera temporada de ¿Jura... tu peso como guionista fue mayor. ¿Qué determinó que en la segunda se te viera menos en ese rol?

—Llegué a ¿Jura... esencialmente como escritor. Después el programa fue ganando rating y mucha gente se interesó en colaborar como guionista. El sentir ese alivio me permitió pensar en otras cosas, como un libro de cuentos en el que trabajo, o escribir para otros proyectos, como la sección que hacía con Yoanka Navarro en Los amigos de Pepito.

—¿Te consideras más actor que escritor o viceversa?

—Yo entré al mundo de la escena haciendo las dos cosas: escribiendo y actuando. Durante mucho tiempo actué las cosas que yo mismo escribía. Con el tiempo he sido invitado como actor a proyectos de otros y he escrito guiones en los que no he actuado. Prefiero definirme como humorista. Ser humorista es mantener una actitud ante la vida; ver el mundo de una manera peculiar; convertir en chiste lo que ves; comprender el sentido de lo absurdo y poderlo traducir al público...

—¿Abundan los buenos escritores en el humor cubano?

—No abundan los escritores en el humor cubano. Fíjate que no hablo siquiera de los «buenos escritores». Eso sí, tenemos unos cuantos que son excelentes. El primero de ellos, Eduardo del Llano, el humorista más talentoso de mi generación. Después te puedo mencionar a otros también con mucho talento: Otto Ortiz; Wichy García; Ahmed Otero, que viene de la radio y escribió bastante para ¿Jura decir la verdad? Incluyo también a Eleuterio González (Telo), con interesantes proyectos para teatro y televisión.

—El humor que haces denota cierto vuelo intelectual. ¿Cómo funciona con el público?

—Suelen confundirse los términos «humor intelectual» y «humor de referencias».Yo no creo que un humor sea más intelectual que otro porque contenga ciertos referentes. Tampoco me gusta hablar de «humor inteligente». Yo creo que un humor no es más inteligente que otro, sino que hay una forma más inteligente de hacer humor. Y eso no excluye el humor popular. El público agradece esa manera de hacer humor, que respeta su propia inteligencia.

—¿Es el nuestro un país con sentido del humor?

—No es cierto que el nuestro sea un país de humoristas, ni con un especial sentido del humor. Lo que sucede es que somos gente capaz de reír con nuestra propia tragedia. Al cubano le encanta la burla, el choteo, disfruta mucho más a Benny Hill que a Mr. Bean...

—¿Es el humor expresión de la espiritualidad humana? ¿Qué funciones cumple?

—Los animales no se ríen. En cambio, no he conocido a una sola persona inteligente que no tenga sentido del humor. El humor es una herramienta de comunicación y tiene todas las funciones del arte, como forma de la conciencia social: hacer catarsis, divertir, educar, identificar y señalar errores. Pretender, en definitiva, que uno viva mejor.

—¿Cómo llegas a El selecto club de la neurona intranquila y te conviertes en animador?

—El selecto club de la neurona intranquila es un proyecto concebido por Gustavo Fernández–Larrea. Es algo inédito, diferente. Yo no me considero animador ni conductor de televisión. He tratado de abordar esa función desde la actuación, convirtiéndome en una suerte de facilitador.

—¿Piensas que el programa tiene oportunidad de permanecer, al menos por un tiempo, en la preferencia de los cubanos?

—El club... es un programa sui géneris. Con el primer paquete de 13 programas se puso el producto en manos de la gente, tratando de hacerles ver que se puede reír a partir del conocimiento profundo, sin desvirtuar su esencia. Ahora se retransmite por Cubavisión, y continuará después con algunas variantes. Como siempre, el público tiene la última palabra.

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