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Un espacio en Casa para lo mejor del arte chileno

 

Autor:

Juventud Rebelde

La exposición antológica Matilde Pérez, cinética estará abierta al público hasta el 15 de marzo, en la sala Che Guevara, de la Casa de las AméricasAnimosa, espontánea, racional, «moderna y profundamente latinoamericana», como la calificó Michelle Bachelet, presidenta de Chile, Matilde Pérez afirmó en su reciente visita a Cuba que «mientras tenga la misma capacidad de inventar de cuando tenía dos años» seguirá haciendo todo lo que se le ocurra con sus obras.

En un encuentro en la sala Che Guevara, de la Casa de las Américas, horas antes de que Michelle Bachelet inaugurara, el pasado día 11, la exposición Matilde Pérez, cinética, la conocida creadora comentó que se le han dado oportunidades únicas. «No me puedo quejar, porque no todos los que queremos llegamos. A veces se nos cierran las puertas antes de alcanzar entrar...».

A los seis años decidió que sería pintora. «Me lo propuse, y cuando tenía 18 me dije: ¿qué esperas?, llegó el momento de ser la que voy a ser, y ahí me metí en Bellas Artes. Todo el día estudiando pintura (...), fui aprendiendo (...) No sé si para bien o mal mío, pero estoy muy conforme».

Con soltura, sencillez, y un alto sentido del humor, Matilde Pérez rememoró pasajes de su vida. Ofreció detalles de su primer viaje a París, en 1960, y de su relación con el gran artista óptico Víctor Vasarely, a quien vio en una exposición de este, y le comentó su interés en conocerlo.

«No me mandó a paseo, por suerte y gracias a Dios, porque lo primero que hacen los artistas cuando una persona le sobra o no está mucho en su mente, es borrarlo. Decirle: oye, puedes ir a estudiar acá o allá, y lo mandan a otro paseo».

El encuentro con Vasarely cambió su vida y la ayudó a transitar rápidamente, por decisión propia, de lo figurativo al abstraccionismo geométrico. Estar con un creador máximo, resaltó, no es como estar con el hombre de la esquina.

«Un creador máximo te presenta las cosas con una actitud mental muy desarrollada. Entonces, o tú te pones en la capacidad de entender esa posibilidad o te quedas afuera como un paquetito, en la puerta, no más».

La otrora miembro del grupo Rectángulo —del que decidió salir para centrarse en un arte mucho más dinámico—, se refirió también a sus vínculos con otros artistas cinéticos.

«Tuve una convivencia cercana con ellos. Le Parc fue quien me “pescó” a través de Vasarely. Él quería que yo tuviera una preparación mejor que la que hasta ese momento podía darme, porque ni tenía tiempo ni le interesaba enseñar a nadie. Entonces puso a Le Parc para que lo hiciera, y ahí me dieron todo lo que se podía saber y lo que estoy hablando es lo mío, lo que me dieron por buena voluntad o cariño o simpatía. Me trataron regio, regio».

No le importó que a su regreso a Chile nadie creyera en su obra. «Hice algo. Pensé en una forma y esa la he estado mostrando. Soy yo la que tengo la obligación de hacer conocer otra posibilidad del arte», manifestó.

Arte en movimiento

La conocida chilena, dueña de una viveza, seguridad y constancia que le han permitido seguir adelante y mantenerse activa, lamentó, en esta su primera visita a la Isla, no haber tenido contacto antes con artistas cubanos: «no porque no quisiera, sino porque no se me dio la oportunidad.

«Cuba es un apelativo mental pensante, diferente a lo corriente», expresó poco antes de firmar el cuadro de gran formato, donado por ella a la Casa de las Américas, y que un grupo de estudiantes de San Alejandro ejecutó a partir de un diseño suyo de 1971.

La versión serigráfica de esta pieza forma parte de la exposición antológica Matilde Pérez, cinética, que estará abierta al público hasta el 15 de marzo. La muestra incluye una serie de grabados, collage, óleos sobre telas, y motivos electrónicos, que recrean y reproducen el movimiento virtual y real de las formas.

«Hay que tener una mente abstracta para entender lo cinético y enfrentar la creación (...) Lo cinético es vida, movimiento. Es más interesante que un arte quieto hasta cierto punto establecido, que no se mueve. Y si no están de acuerdo conmigo, díganmelo al tiro. No importa. A mí me encantan las discusiones», expresó con desenfado esta inquieta mujer, de apariencia frágil, ojos azules y ademanes elegantes.

Matilde Pérez tuvo que esperar muchos años, demasiados (hasta fines de los 80 del siglo pasado) para ser reconocida, incluso en su propio país. Rompió esquemas y desarrolló un arte que no se limita al soporte bidimensional sino que explora en la tridimensionalidad, e incorpora un sistema lumínico-eléctrico fabulosamente sincronizado, al tiempo que invita a continuar el movimiento iniciado en la obra y a buscar en el pensamiento.

Es un privilegio tener una representación de sus obras en Cuba. Es la oportunidad de conocer la evolución de una artista que, además, confía en la capacidad del espectador común para entender el arte cinético: «si es inteligente, le interesa estudiar e investiga».

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