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Orquesta Juvenil de Cámara de Chile se presentó en Cuba

Compartieron el escenario con sus coterráneos cubanos de la Escuela Elemental de Arte Manuel Saumell

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Ni la timidez propia de un primer encuentro, ni los nervios de un debut fuera de su tierra, impidieron a los 13 adolescentes integrantes de la Orquesta de Cámara Juvenil de Chile compartir el escenario de la Basílica Menor de San Francisco de Asís con sus coterráneos de la Escuela Elemental de Arte Manuel Saumell.

Los chilenitos —talentos de un programa de becas que posibilita los estudios de música en diversas regiones de la nación sudamericana— intercambiaron sonrisas, palabras y miradas con los jóvenes cubanos de la Orquesta de Cámara Harold Gramatges y del Conjunto de Violines, como si la amistad que los uniera fuera de toda una vida.

Rodeados de historia y belleza arquitectónica, los pequeños visitantes observaron con detenimiento cada detalle que adorna la Basílica. Extasiados permanecieron hasta que las luces iluminaron el escenario. Entonces, se ubicaron con cuidado en sitios estratégicos para apreciar el programa que traían sus contemporáneos.

Los rostros de los presentes mostraron incertidumbre, quizá dudosos de la capacidad de estos muchachos, que se atrevían a interpretar piezas como Damisela encantadora, Romance y Las Gaviotas (los de casa) o Danza Húngara no.5, Chile en cuatro cuerdas y La Jardinera (los invitados), entre otras.

Pero el sonido de los violines de la Manuel Saumell quebró el silencio del lugar e hipnotizó a todos con su perfecta armonía. La destreza de los pequeños era sorprendente. Fascinaba verlos tocando partituras tan difíciles con tal excelencia.

Después llegaron los primeros acordes de la Orquesta Harold Gramatges con un solo de trompeta, que dejaba atrás la contagiosa melodía del vals de Ernesto Lecuona. Estos jóvenes, dirigidos por Noila Ortega, pusieron en sí toda la energía necesaria para hacer brotar de sus manos dos de los mágicos movimientos que conforman las Cuatro estaciones. Hubo mucho virtuosismo en la interpretación de la afamada composición; una cualidad que no desapareció cuando los instrumentistas del país austral asumieron la hermosa Primavera de la obra de Vivaldi. Parecía que se habían pasado toda la vida llevando su arte a escenarios del mundo, pero lo cierto es que salían por primera vez de su patria, como parte de la delegación chilena a la 18 Feria Internacional del Libro, Cuba 2009.

Bellas melodías regaladas por afinados violines, violas y contrabajos, inundaron por más de una hora la espaciosa sala. Hasta una cueca, música folclórica nacional de Chile, escuchamos aquella tarde. Y tanto los jóvenes de aquí como los de allá se veían evidentemente felices.

«El intercambio con chicos de su misma edad es una experiencia inolvidable. Compartir el escenario con estos pequeños músicos, que tienen un alto nivel técnico, es un reto para nosotros, pero ha valido la pena», aseguraba satisfecho Felipe Hidalgo, director de la agrupación de la nación hermana.

Con el concierto quedó demostrado otra vez que la música une más a las naciones. La promesa de que en un futuro estos colectivos vuelvan a encontrarse flotaba en el aire, mientras nosotras éramos testigos de un arte mayor.

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