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Welcome, Alicia Alonso

El American Ballet Theatre celebra su aniversario 70. Coincidiendo con esta fecha, la cubana Alicia Alonso, fundadora de esa compañía y una de sus figuras emblemáticas, festeja sus 90 años de vida

Autor:

Ahmed Piñero Fernández

La temporada que anualmente ofrece el American Ballet Theatre (ABT) en la célebre Metropolitan Opera House, de Nueva York, es el acontecimiento danzario más esperado en esta ciudad.

En el 2010, las presentaciones del ABT adquieren una relevancia especial: la compañía, una de las más prestigiosas agrupaciones danzarias a escala mundial, y para Estados Unidos una suerte de «tesoro nacional viviente», celebra su aniversario 70. Coincidiendo con esta fecha, la cubana Alicia Alonso, fundadora de esa agrupación y una de sus figuras emblemáticas, festeja sus 90 años de vida.

La Alonso se incorporó al American Ballet Theatre —entonces Ballet Theatre— en 1940, el mismo año de su fundación. Para muchos especialistas, ella es la figura más importante de la compañía durante sus primeros 20 años.

Resulta difícil analizar y concebir la historia del American Ballet Theatre sin la gran cubana. Como dijera un afamado crítico, con su arte y su talento, la Alonso ayudó a ubicar geográficamente a la agrupacion norteamericana en el panorama danzario internacional. Sin dudas, la Alonso es una de las personalidades más prominentes del American Ballet Theatre en estos 70 años, al marcar pautas, crear tradiciones y, sobre todo, dar origen al primer mito de la gran bailarina clásica en los Estados Unidos.

Asimismo, resulta imposible analizar la trayectoria artística de la Alonso sin valorar la influencia que esta compañía tuvo en la culminación de su formación como bailarina, y lo que representó el conjunto norteamericano en su consolidación como estrella internacional.

Por razones como esas, la compañía y la ciudad en donde comenzaron la fama y la gloria de Alicia Alonso, han ofrecido un homenaje a la bailarina cubana.

El evento tuvo lugar el 3 de junio con una peculiar representación del ballet Don Quijote, en la cual los personajes protagonistas, Kitry y Basilio, fueron interpretados por un elenco diferente en cada acto: la argentina Paloma Herrera y el brasileño Marcelo Gomes, en el primero; la cubana Xiomara Reyes y el argentino Herman Cornejo, en el segundo, y para el acto final, —momento en el que se encuentra el conocido pas de deux que Alicia Alonso bailó por primera vez en su carrera en 1944, precisamente en Nueva York y con Ballet Theatre—, la rusa Natalia Osipova, acompañada por el cubano José Manuel Carreño, todos, primeras figuras del conjunto estadounidense.

Desde horas tempranas de ese día, centenares de personas se aglomeraron frente a la taquilla de la Metropolitan, ubicado en la plaza del Lincoln Center, en la Gran Manzana de Nueva York, con la esperanza de conseguir alguna entrada para aplaudir en su homenaje a una de las más extraordinarias bailarinas de todos los tiempos.

En el teatro, repleto hasta lo increíble (¡más de 4 000 localidades!), se encontraban antiguos colegas de la Alonso y otras personalidades de renombre, como Donald Saddler, Frederic Franklin, Gemze de Lappe y Eleonor D’Antuono, ex miembros del ABT; la famosa actriz Joanne Woodwoard, muy recordada por su actuación en filmes como Las tres cara de Eva (The Three Faces of Eve), por el que obtuvo el premio Oscar como Mejor actriz, en 1957; y la bailarina Alessandra Ansanelli, que fuera primera bailarina del New York City Ballet y The Royal Ballet.

Como es ya tradicional, el espectáculo se inició con la ceremonia del ascenso de las lámparas. A continuación, se proyectaron imágenes de la legendaria bailarina, en un material fílmico de realización y buen gusto impecables, dirigido por el cineasta norteamericano Rick Burns.

Luego Kevin MacKenzie, ex primer bailarín de la compañía y desde 1992 su director, salió a proscenio y pronunció unas breves palabras de bienvenida. «Y esta noche, Alicia esta aquí con nosotros», terminó diciendo. De repente, se iluminó la majestuosa Metropolitan Opera House, y la Alonso, desde el palco presidencial, recibió el aplauso del público. Inmediatamente después, tuvo lugar la representación.

Al final de la función, Alicia Alonso salió a escena, escoltada por el director de la compañía y José Manuel Carreño, uno de los más ilustres representantes de la escuela cubana de ballet, y al mismo tiempo, figura sobresaliente del American Ballet Theatre.

En ese instante, una vez más, Nueva York se rindió a los pies de la gran cubana... El público, emocionado ante la figura de la Alonso, le ofrendó una de las ovaciones más extraordinarias que yo haya presenciado... Alicia sonreía y agradecía... Hubo flores y hasta una lluvia de pétalos dorados...

Los que colmaban la Metropolitan Opera House, de Nueva York, acostumbrados a la excelencia, y tan difíciles de sorprender, no dejaban de aplaudir... Exclamaciones emocionadas de «Welcome, Alicia», o «Alicia, te amamos» y hasta «Viva Cuba», se escucharon desde diferentes partes del teatro. Y fue hermoso y conmovedor a la vez, porque la noche del 3 de junio en Nueva York no se aplaudía a una mujer, no se ovacionaba a una artista, se aclamaba a un símbolo de la nación, porque allí, con la Alonso, estaba un pueblo, una Isla, una patria: Cuba.

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