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Dibujar el desbloqueo

Hacer murales se ha convertido en una especie de obsesión para el caricaturista argentino Miguel Repiso. Con el donado en Santiago de Cuba el 1ro. de enero del 2011 acumula 30

Autor:

Julieta García Ríos

Quiso pasar inadvertido por La Habana. Pero lo vimos caminar por frente al Capitolio una fría noche de enero. Lo delató su inconfundible apariencia. Es un hombre alto, tal vez mida 1,90 de estatura, sus cabellos ensortijados y canosos van al descuido. Viste sencillo, con aire bohemio: pitusa ajustado y zapatillas.

Miguel Repiso (Rep), caricaturista del diario argentino Página 12, saluda con amabilidad. Nos conocimos en el 2007 durante la Feria Internacional del Libro de La Habana. Entonces Argentina fue Invitada de Honor y él pintó un mural dedicado a los Cinco Héroes cubanos. Lo recuerda y quedamos en vernos para conversar.

Su relación con Cuba se remonta al año 1987, cuando vino por primera vez para ser premiado por la Bienal de San Antonio de los Baños. Dos años más tarde asistió como jurado de este evento. Después volvió en 1993 y en 1997.

La cita fue en El costillar de Rocinante, residencia estudiantil del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.

Lo observo mientras dialoga con Antonio Moltó, director de la Institución y con los caricaturistas cubanos Adán Iglesias y Enrique Lacoste. Habla bajo, escucha con atención mientras sus grandes ojos rastrean el entorno. Espero mi turno para dialogar con este hombre que, según consta en su página digital (www.miguelrep.com.ar) ha creado unos 60 personajes y series, entre las que se destacan: El Niño Azul, Postales, Bellas Artes...

Confiesa que ya no le teme al papel en blanco: «Tengo más angustia frente al mural. Él constituye libertad absoluta, y la libertad siempre da miedo… Saber si mi cuerpo va a aguantar tanto sacrificio en tan pocos días. Hay momentos en que la pasas bravo y vas aprendiendo pavadas: elevarlo 20 o 30 cm del piso alivia bastante».

En los últimos cinco años hacer murales ha sido para él una especie de obsesión. Con el realizado recientemente en Cuba acumula 30.

A finales de diciembre, Rep llegó a la Isla como integrante de un grupo que se autodenominó Argentinos contra el bloqueo. Aun cuando detesta los viajes en tour aceptó la invitación. Era la posibilidad de hacer su segundo trabajo de esa magnitud en nuestro país.

En el taller del artista plástico Israel Tamayo Zamora dibujó con acrílico, sobre un lienzo de 5 x 2 m. Trabajó sobre el piso —porque no hubo tiempo para «amurallarlo»— los días 31 de diciembre y 1ro. de enero del 2011. Después de esa dura faena con las costillas pegadas al suelo, donó la obra a los niños de la escuela especial Frank País.

Al artista le gusta «respirar el sitio» para crear. Esta vez pensó en aportar un mensaje sin usar palabras. «Primero dibujé el mapa de Cuba, y luego establecí ocho puentes que daban a todas partes: Europa, Estados Unidos, México…».

Él representó el desbloqueo. Así en positivo, y quiso «hablar en futuro. En el puente que venía de los Estados Unidos dibujé cinco flores, cinco flores que volvían. En otro, aparece un personaje mío que se llama El Niño Azul».

—El Niño Azul, ¿qué representa?

—No lo sé. Me gusta mucho dibujarlo, pero no puedo explicar. Él no habla, simplemente le suceden las cosas por primera vez. Leyendo a un poeta austriaco, George Trakel, descubrí que El Niño Azul es una especie de no nato. Es como cuando estamos ahí en el paraíso absoluto que es la panza de la madre. ¿Qué pasa con los estímulos que vienen de allá para acá? Antes pensaba que El Niño Azul era la metáfora de lo distinto. Pero ahora me doy cuenta de que quizá sea un homenaje a lo que fue uno en la panza.

—¿Cuándo nació El Niño Azul?

—En abril del 2001 hice el primero y lo mantuve como ocho años seguidos. Luego lo interrumpí, porque él me pide la libertad absoluta y la historieta te ata al formato. El cuadrito es un formato, como lo es el globito, el texto. Siempre lo pinto con pincel. Ahora sale todos los días en Página 12, como presentador de cuentos inéditos.

—¿Cómo logras realizar los murales con la presión de tener que terminarlos en pocos días, publicar diariamente en Página 12 y colaborar con otros medios?

—Cuando viajo adelanto. Para venir a Cuba dejé como 40 dibujos: 15 tiras, más 15 dibujos de suplemento y otros trabajos. El mural es algo adicional. Casi siempre la hora antes de ir al aeropuerto estoy dibujando, llego molido al aeropuerto, al avión, al otro país y al día siguiente empiezo, lo cual es tremendo.

«Ignoré la dictadura»

En marzo de 1976, Rep publica por primera vez en la revista Cuarta Dimensión, la cual trata el tema de los ovnis. Entonces tenía 14 años. Por esa época abandonó los estudios secundarios porque «no podía hacer otra cosa que dibujar», todo lo demás le molestaba. Con el consentimiento de la familia trabajó a tiempo completo en una editorial como diagramador.

—Has confesado que en la adolescencia te quedaste solo. ¿Qué pasó con tus padres?, ¿sufriste la dictadura?

—No, la ignoré. Mi familia era apolítica. Mi papá, un campesino casi analfabeto, y mi mamá, una hija de árabes de clase media baja. Los dos vivían en el mismo pueblo de la provincia de Corrientes, a unos mil kilómetros de la capital. Llegaron a la adultez con muy poca letra. En mi casa no había ni un libro. Tuve suerte de nacer en Buenos Aires y poder moverme en la sociedad. Cuando llega la dictadura en 1976, yo veía que en la calle había episodios violentos. Sin embargo, no me daba cuenta de qué pasaba porque en casa no se hablaba de eso. Todo mi tiempo transcurría trabajando en una editorial con adultos que igualmente evitaban comentarme el terror. La situación económica obligó a mis padres a marcharse a Corrientes, yo los convencí de quedarme porque me iba bien en el dibujo.

—¿Cuándo «chocas» con la realidad?

—Trabajando para una revista que se llamó Humor Registrado. Era contra la dictadura. Nos especializamos en atacar al régimen militar. Y ahí tomé conciencia política; leí el primer libro que me explicó el socialismo. Nunca supe su título, para burlar la censura estaba forrado sin identificación. Lo devoré y entendí el peronismo y las luchas de liberación; todo lo que la generación anterior a mí había querido. Por eso son 30 000 los desaparecidos argentinos. Ellos tenían apenas unos cinco años más que yo. De haber tenido su edad seguramente no estaría hoy aquí.

—¿Ese despertar político influyó en tu obra?

—En Humor Registrado publiqué mi primera historieta: El recepcionista de arriba. La obra con la cual me di a conocer. Tenía 19 años cuando la creé. Mi lenguaje era muy fresco. Percibía que no había justicia en Argentina y metaforizaba eso: la gente se muere, va a las nubes, lo reciben, le leen el prontuario y lo mandan al purgatorio, el paraíso o se va al infierno. Yo dibujaba la muerte y el juicio final de algún personaje famoso. Cuando asesinaron a John Lennon, en 1980, su muerte me impactó y lo dibujé… también la de algunos que habían muerto hace mucho, como Leonardo da Vinci, Nietzsche, y maté a otros que aún están vivos.

—¿Sentiste miedo?

—Solo una vez, cuando en la avenida Santa Fe me siguió un Ford Falcon verde; en aquel momento todo Humor Registrado estaba vigilado. Fingí que doblaba por una calle y el tipo dobló en la otra esquina. Así lo engañé.

—¿Cómo llevas la censura?

—No acepto la censura. En Página 12 me dan absoluta libertad. Negocio siempre sobre el dibujo ya publicado.

Cerca de la medianoche terminó nuestra conversación, olvidé la gastada pregunta del próximo regreso. Ojalá muy pronto volvamos a encontrarnos por una calle habanera.

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