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Paraíso perdido

El filme franco haitiano Bienvenidas al paraíso dirigido por el cineasta Laurent Cantet, es el estreno nacional que celebra, de la mano de la Feria del Libro, las culturas de los pueblos del Caribe

Autor:

Jaisy Izquierdo

Bienvenidas al paraíso, el filme franco haitiano dirigido por el cineasta Laurent Cantet, es el estreno nacional que celebra, de la mano de la Feria del Libro, las culturas de los pueblos del Caribe. La trama entrelaza tres cuentos del libro La chair du maître, del escritor haitiano Dany Laferrière, tomando especialmente el estilo narrativo del titulado Hacia el sur, que recoge a manera de confesiones las peripecias de sus personajes.

Entonces la cinta se presenta al espectador como una ventana hacia el interior de una cultura, desde la mirada ajena de tres mujeres turistas que arriban en los años 80 a Puerto Príncipe, en busca de un edén de sol y palmeras, y de un Adán capaz de satisfacer todas sus fantasías.

Y lo encuentran. Con Legba, el Adonis de ébano de 18 años, la película se abre paso entre la maleza epidérmica de la isla paraíso, a otro mundo contenido más allá del empaque de cristal del hotel Le petit anse, donde la dura realidad social de un pueblo gobernado bajo la mano férrea del dictador Baby Doc se hace latente en jóvenes que, como Legba, merodean las instalaciones veraniegas para intercambiar sus encantos por una buena comida, un perfume o algunos dólares.

En palabras de Cantet, la cinta subraya «la pobreza social de unos y la pobreza sexual de otros, mientras observa lo que puede ocurrir cuando ambos mundos se encuentran».

No por gusto Dany Laferrière impuso a Legba nombre de dios, de aquel que inicia las ceremonias de vudú, y permite entrar al mundo de lo invisible. Es Legba el picaporte a ese espacio subterráneo no apto para turistas. Y aunque las féminas que por él rivalizan no han de comprender totalmente al joven, ni sus motivaciones e intereses, ni el medio al cual pertenece, el espectador estará en presencia de mil caminos para pensar las circunstancias que rigen el entorno caribeño.

Un concepto donde se mezcla la mirada del otro, en la extrañeza del forastero ante una realidad que lo seduce y que a la vez rechaza, una percepción experimentada por las tres americanas y por Cantet, quien descubrió Haití cuando fue a visitar a unos familiares sin imaginarse que pronto regresaría con una cámara en mano a filmar todas las inquietudes removidas en su interior.

La mirada volcada hacia uno mismo, expresada desde el propio sujeto que transpira su identidad, le pertenece al escritor Dany Laferrière, quien aporta la psicología interna de personajes como Legba o Albert, marcados en su historia personal y nacional por las penurias económicas y gobiernos tiranos. En ellos persiste el halo real maravilloso de su cultura popular, en que dioses y hombres se dan la mano para enfrentar el presente abrumador.

Para llevar a feliz puerto esta historia, Bienvenidas al paraíso, además de contar con la dirección de uno de los cineastas más relevantes del cine francés contemporáneo, tuvo también la presencia de la actriz Charlotte Rampling. El mito erótico de Portero de noche vuelve ahora sin culpas a la caza del placer en una Ellen pragmática y segura de sí misma, que es secundada por sus otras amigas,  encarnadas por Karen Young y Louise Portal.

A Menothy Cesar (Legba) no fue fácil encontrarlo, y Cantet perdió dos meses acechando por los campos de fútbol y la entrada de los institutos, antes de que apareciera caminando por las calles de Puerto Príncipe. Fue tal su desempeño, que el premio Marcello Mastroianni cayó en sus manos en el Festival de Film de Venecia, en el año 2005.

Completan el staff otro actor haitiano no profesional, Lys Ambroise, que da piel a Albert, el empleado del hotel; y la madre de Legba, una de las numerosas mujeres haitianas que viven en la República Dominicana.

Cuenta Cantet, en el sitio oficial de la película, que el rodaje en Haití, en enero de 2003, no estuvo exento de las convulsiones sociales a las que su cinta hace referencia. «Me quedé cuatro meses en Puerto Príncipe para el casting y la localización. Allí todo es posible. Puede haber una explosión de violencia en cualquier momento o también es posible conocer a alguien y hablar de todo y de nada tres horas seguidas. Durante el rodaje de la escena de la limusina, en el Campo de Marte, cerca del Palacio presidencial, hubo un tiroteo. Los transeúntes se refugiaron durante unos minutos antes de seguir como si nada. Y nosotros seguimos rodando...».

Es entonces Bienvenidas al paraíso una provocación a mirar precisamente «hacia el sur», y descubrir que el paraíso perdido no es tanto aquel que se malogra entre el dolor, la miseria, el desarraigo; sino más bien ese que perdemos todos cuando le negamos la mirada, el respeto a su cultura, la mano amiga a su gente.

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