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El Caribe, una gran familia

Keith Ellis, ensayista, crítico literario y profesor de estudios hispanoamericanos, dialoga con JR sobre la literatura caribeña

 

Autor:

Jaisy Izquierdo

Keith Ellis, ensayista, crítico literario y profesor de estudios hispanoamericanos, vuelve otra vez a la tierra de su amigo entrañable Nicolás Guillén, y comparte con JR una pasión que vibró en el corazón de los dos: la integración caribeña.

Los orígenes se remontan a sus días de estudiante de secundaria en Kingston, Jamaica. En el colegio ubicado en la costa norte apenas se podían sintonizar las ondas sonoras de la única emisora que, más allá de las montañas, emitía su programación desde el extremo sur de la Isla. Sin embargo, estudiantes y profesores escuchaban sin tropiezos la radio cubana, y Benny Moré o Dámaso Pérez Prado alegraban con sus ritmos las jornadas extraescolares, insípidas de ese sabor caribeño, que al menos en aquellas canciones podían encontrar.

«Lo que pasaba en mi escuela era que el currículum, dirigido desde Inglaterra, no incluía ningún estudio sobre el Caribe, ni siquiera sobre nuestro país. Incluso cuando estudiamos el idioma español se utilizaban textos de novelas de Blasco Ibáñez, cuyos personajes nos resultaban ajenos hasta en sus nombres. Existía entonces cierta insatisfacción no solo con las materias sino también con los maestros, quienes podían haber insertado cosas extras, más tratándose de maestros jamaicanos, de Guyana y del Caribe anglófono. De modo que había esa curiosidad por estudiar nuestra literatura», explica Keith, quien llegó a la Universidad de Toronto ávido de conocer a los grandes de su propia región.

«En la Universidad sí tuve un buen profesor de literatura hispanoamericana, pero en el curso de posgrado, cuando quise escribir mi tesis sobre Nicolás Guillén, no me dieron permiso porque, claro, eran los primeros años de la Revolución Cubana».

—¿Qué significó la Revolución Cubana para usted en aquel entonces?

—Cuba mostró que había la posibilidad de desarrollar a toda la sociedad, en cuanto a la educación, la salud, y los resultados inmediatos. Y que ahora se ven también en otros países donde se va creando la infraestructura como Bolivia, Ecuador, Venezuela, Nicaragua y algunos del Caribe anglófono que pertenecen al ALBA. Todo esto es para mí un gran impulso al tratar de promover nuestros valores, en mi caso, en el campo de la traducción.

«Yo traduzco mucho: la obra de los clásicos como José Martí y Guillén, y las de poetas cubanos contemporáneos como Pablo Armando, Nancy Morejón, Roberto Fernández Retamar, que nos están enseñando lecciones de cómo vivir en una sociedad más desarrollada ética y culturalmente, y esto me da el impulso de trabajar en nuestras cosas».

—El ejemplo más palpable lo encontramos en la antología Poetas del Caribe inglés, que presenta en esta Feria junto a Casa de las Américas.

—En efecto, Casa de las Américas permanece en la vanguardia, y en esta Feria tendremos este libro que anteriormente fue publicado en Venezuela, y que ahora trae al público cubano los poemas escritos originalmente en inglés y traducidos en el mismo volumen al español.

—¿Le resulta ardua la tarea de seleccionar a los poetas más importantes del Caribe anglófono? ¿No teme haber dejado fuera algún nombre?

—En este libro el lector podrá encontrar todos los grandes nombres de la poesía del Caribe. En la edición venezolana creía que los tenía reunidos a todos, y después me di cuenta de que faltaban otros muy importantes que se incluyen ahora en esta edición. Seguramente dentro de poco me percate de que existen otros nombres que me faltaron y deben estar. Este libro puede convertirse en un proyecto eterno, porque los hombres siguen escribiendo.

—¿Considera usted, gran conocedor de los escritores de la región, que podemos hablar de la existencia de una literatura caribeña?

—Sí, pero es muy complicado. Se puede hablar mejor de una literatura hispanoamericana, que cuenta con el poder de la misma lengua, con la misma tradición de lucha contra el mismo poder colonial. En el caso del Caribe son varios los dueños coloniales y sus procedimientos son distintos. Los ingleses, por ejemplo, son más sutiles, y más bárbaros al fin y al cabo: ahora mismo los estamos viendo viajar tantos kilómetros en busca de otra guerra contra la Argentina. Son muy experimentados en organizar colonias, tan expertos que muchos en el Caribe no se dan cuenta de sus artimañas.

—Entonces, ¿dónde podemos reconocer lo caribeño?

—En esa presencia de un legado colonial, de modo que debemos entender cómo los poderes coloniales han podido esconder cosas, no solo los valores de nuestra cultura, sino hasta sus modos de dominarnos, después aun de alcanzar lo que llamamos «independencia», con la que supuestamente se acaba lo colonial.

«Se habla del término poscolonial en el contexto de nuestras islas, y hay que advertir cómo mucho de lo colonial se queda. Para ponerte un ejemplo, te cito uno sencillo: el fenómeno de las becas. En mi país tenemos los llamados Rhodes Colleges, que llevan el nombre del colonizador británico Cecil Rhodes, quien anexó a la metrópoli el país que, a su muerte, llevaría su nombre: Rhodesia (actuales Zambia y Zimbabwe). Después de colonizar brutalmente esos países dio becas a los graduados en las escuelas secundarias para estudiar en Oxford, grandes becas que llegan a Jamaica y aún hoy están ahí defendiendo sutilmente al imperio, y sus manejos coloniales».

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