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Un actor que canta

Este 21 de julio la compañía de teatro lírico Ernesto Lecuona de Pinar del Río cumple 50 años y marca con ello las cinco décadas del surgimiento de la manifestación con carácter profesional en la Isla

Autor:

Mayra García Cardentey

PINAR DEL RÍO.— Cuando se entra a la casona verde, casi al final de la calle Maceo, pareciera que se llegara a una jaula de pájaros. Voces jóvenes, alegres, vigorosas, retumban por entre las paredes. Lo mismo se escucha un aria de ópera, que un tema clásico del séptimo arte. Un lumínico en la misma entrada del amplio portón da la bienvenida: Compañía de teatro lírico Ernesto Lecuona.

Francisco Alonso, director del conjunto por 30 años, define al cantante lírico como un actor que canta, y cree que esta profesión ha cambiado la vida de todos los que se dirigen día tras día hasta la casona de la céntrica calle de Pinar del Río. Sobre antecedentes, situación actual y perspectivas del teatro lírico pinareño y cubano, JR conversó en exclusiva con Alonso.

—¿Cómo surge el teatro lírico profesional en Cuba?

—La compañía pinareña se funda con carácter profesional el 21 de julio de 1962, pero tiene sus antecedentes en los primeros meses de 1959, ya que existía en Pinar un grupo de jóvenes aficionados amantes del arte lírico. Inicialmente eran 11, empezaron a recibir clases, a hacer pequeños conciertos, fragmentos de zarzuelas, operetas. Cuando en 1962 se crean las primeras agrupaciones teatrales, surge la idea de formar en Pinar un conjunto lírico. Con una veintena de miembros se convirtió en el primer grupo con carácter profesional que apareció en la nación.

«Posteriormente se constituyó, en septiembre, el de La Habana; y en noviembre, el de Holguín. El año 1962 marcó entonces la fundación, profesionalmente, del teatro lírico cubano».

—Las últimas décadas han estado marcadas por un rejuvenecimiento de las compañías. ¿Cuánto le debe ello a la creación de las unidades docentes?

—En la década del 80 del pasado siglo nos dimos cuenta de que el Lírico tenía un promedio de edad alto. Nos planteamos tratar de renovar el elenco, y buscamos jóvenes que pudiéramos incorporar a la compañía. En el año 2000 se decidió crear una unidad docente que formara cantantes para el conjunto; habíamos visto que estos jóvenes que hallábamos empíricamente para poder nutrirlo, eran una solución pero no una respuesta definitiva. No tenían preparación académica ni conocimientos, había que enseñarles desde cero.

«Con el apoyo del Ministerio de Cultura se comenzó a gestar la idea de este centro educativo, era una experiencia única, no existían precedentes; se implementaría una nueva modalidad de estudio en el país. Después de dos años de arduo trabajo, preparando planes, programas de estudio, nucleando profesores, se autorizó a abrirla con carácter experimental. En el 2004 se oficializó.

«Esta experiencia fue un referente, debido a ella se creó después una similar en el Lírico de Holguín y en el de La Habana. También el proyecto se ha extendido a otras manifestaciones artísticas como la danza, el ballet, el teatro.

«De no haber surgido estas escuelas, hoy el teatro lírico cubano estuviera, si aún existiera, en una situación muy crítica. Los elencos estarían envejecidos. Gracias a estos centros la manifestación goza, desde un punto de vista artístico, de una salud fuerte y un futuro promisorio, a partir de la cantidad de jóvenes que están ya en todas las compañías».

—Uno de los principales retos que enfrenta la manifestación es alcanzar mayor convocatoria de público…

—A principios de los 90 percibimos la necesidad de ampliar el diapasón de la línea artística de la compañía y no dedicarnos solamente a las obras tradicionales: la ópera, la zarzuela. Por eso se ha incursionado en comedias musicales, ampliado las formas y el repertorio con otros horizontes, sin desdeñar los clásicos. Eso se mantiene como política. Un cantante de teatro musical, en los años que vivimos, tiene que ser capaz de abordar todos los géneros. Para eso hemos estado preparando a los muchachos, en busca de un artista integral que pueda bailar, cantar, actuar.

«Por otra parte, al igual que se envejeció el elenco de los distintos Líricos, ocurrió similar proceso con la audiencia que asistía a las puestas. El fenómeno de la inserción de jóvenes ha traído como consecuencia igual suceso en el público. Si hace 20 años usted asistía al teatro y veía un 80 por ciento de personas mayores, y un 20 por ciento de jovenes hoy la relación es inversa. Los jóvenes en el elenco tienen otra forma de manifestarse escénicamente, arrastran público de su edad porque los códigos de expresión son otros».

—Pero todavía se percibe ausencia de puestas con un corte más contemporáneo…

—Las intenciones están, pero es difícil. Si haces una versión de un clásico, para modernizarlo, necesitas no solo reestructurar el guión, sino la música también. Es prácticamente hacer la pieza nueva. Y en Cuba no hay quien escriba y componga para el teatro lírico, ya sean versiones u originales.

—El país está inmerso en la actualidad en un proceso de reordenamiento económico. El Ministerio de Cultura no está exento de ello y realiza estudios para el posible paso de instituciones y unidades artísticas presupuestadas a empresas. ¿Cómo se ve el Lírico Ernesto Lecuona, subvencionado o autofinanciado?

—Desde hace mucho tiempo he planteado que hay determinadas unidades artísticas que, de ninguna manera, pueden ser autofinanciadas. Una orquesta sinfónica, un coro polifónico, una agrupación de teatro musical, quizá no sean totalmente autosustentables; pero sí pueden dejar de ser una carga total para el Estado.

«Tenemos que entrar en un mecanismo mixto donde se pueda tener un sustento estatal que priorice algunos géneros o manifestaciones artísticas, y a la vez potenciar la necesidad de que las unidades aporten algo a su existencia. Eso obliga a mejorar la calidad artística y permite ayudar a la política económica del país.

«Una parte de la compañía pudiera ser subvencionada, pero también tenemos que ser capaces de financiarnos. Es una solución: ni autofinanciado ni subvencionado completamente, hay que explorar experiencias. Con una iniciativa de este tipo se lograría mayor permanencia de los artistas líricos, para que no emigren hacia otras opciones con mayor remuneración económica».

—Dentro de la reestructuración de la Cultura también se aboga por una descentralización de los procesos. ¿Cómo prefiere funcionar el Lírico: como una unidad autónoma supeditada directamente al Ministerio o al instituto nacional rector de la manifestación, o supeditada a consejos provinciales o centros similares?

—Soñamos con convertirnos en una compañía que autogestiona sus procesos. Nos gustaría depender del Ministerio de Cultura, y metodológicamente tener un organismo rector. Pero defendemos firmemente la independencia.

—¿Abogas porque cada unidad artística, por sí misma, se agencie las presentaciones, las programaciones en centros, contratos, promociones?

—Quizá todos esos aparatajes burocráticos que existen no es lo que necesitamos. A veces con un pequeño equipo se suple todo. Cada grupo o compañía debe ser capaz de promoverse, comercializarse, gestionarse los procesos económicos, que a veces se traban tanto en otros niveles innecesarios. Si a la unidad artística es a la que más le interesa, pues que no dependa de nadie más. Cuando cae en manos de otro que no lo sufre, que no tiene sentido de pertenencia, que no posee amor por ese grupo, por lo que hace ese grupo, pues no es igual, y lo que salga mal no se padece de la misma manera, ni acarrea las mismas responsabilidades y consecuencias.

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