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Callejeros en las tablas

Opsis Teatro, o los «muchachos de los zancos», como más se conocen, llevan a las comunidades de Guantánamo su teatro callejero

Autor:

Yisel Reyes Laffita

GUANTÁNAMO.— Cuando Aristóteles planteó las partes esenciales de su poética, sabía que esos elementos eran necesarios para cualquier puesta en escena: el Melo, que hacía referencia a la música; el Lexis al lenguaje, el Ethos al argumento, y el resultado final de ellos sería lo que definió como Opsis.

Lo que este filósofo nunca imaginó fue que siglos más tarde su legado se convertiría en la línea de trabajo de unos jóvenes cubanos, que tan lejos de Grecia decidieron convertir esos elementos en su razón de ser: Opsis Teatro.

Graduados de la Escuela de Instructores de Arte (EIA), estos bisoños artistas, seis de teatro y uno de artes plásticas, se distinguen por investigar temas socioculturales, y explorar en las técnicas del teatro callejero, manipulación de títeres, espectáculos con zancos, acrobacia y máscaras, explotando sus potencialidades expresivas, especialmente fuera de la sala teatral.

Obras como La olla de Plauto (versión libre de La olla, del comediógrafo romano Plauto), De cómo la muerte fue burlada (adaptación del cuento Francisca y la muerte, de Onelio Jorge Cardoso), El último viaje (creación colectiva), Historia de un carnaval, Gas en los poros, Cuentos de mi Cuba, Allá por San Mateo, Pasacalle teatral (Fantasía en zancos) y Performance (estatuas vivientes), conforman su repertorio.

Miembros de la Brigada José Martí, crearon su grupo un 22 de enero, Día del Teatro Cubano, estos «muchachos de los zancos», como más se conocen, llevan a las comunidades su teatro callejero.

«Decidimos hacer este tipo de teatro después que salimos de la escuela, porque en Guantánamo nunca existió un proyecto como el nuestro. Hubo intentos individuales, pero ninguno colectivo», dice Alberto Laguna Herrero, encargado del grupo.

El joven actor, al frente de Opsis desde hace año y medio, tiempo en el que George Castañeda Torres, antes director, fue designado para cumplir misión cultural en la hermana República de Venezuela, considera que aunque se gana adeptos, el teatro de sala tiene un público específico.

«Los guantanameros, por lo general, siempre son los mismos quienes asisten a los teatros, por lo tanto las salas no se llenan, así que quisimos llevarlo a las calles, ya que mucha gente no va a esos locales», explica.

Aunque el teatro callejero es como un hobby para estos artistas, se sienten comprometidos con él: «Todos somos profesores, así que luego del horario laboral es que nos involucramos en las cosas del grupo, en los ensayos, montaje y demás.

«Precisamente el hecho de ser profesores no nos permite tener una programación estable y un local fijo para ensayo, de ahí que lo mismo lo hacemos en la EIA, donde la dirección del centro ha sido muy consecuente con nosotros; en una cuadra o en la casa de uno de los integrantes.

«Lo importante es que nos gusta y no queremos que un proyecto de tanto tiempo se pierda, además de que hemos sido multipremiados en varias ocasiones por nuestro quehacer. No obstante, el reconocimiento del público resulta lo más estimulante», comenta Laguna Herrero.

Es visible la unión de estos jóvenes teatreros de Opsis. Para Ángel Mancebo Ortega, integrante de dicho colectivo, es una hermandad. «Somos como uno solo, en ocasiones hemos suspendido una presentación por la ausencia de alguno de nosotros, porque sin ese eslabón no funciona la cadena. Y es que somos una familia que toca música, montamos en zancos, participamos en la producción, en todo, pero siempre juntos».

El apego de Ángel Mancebo por Opsis Teatro surgió después de descubrirlo en un festival. «Me pareció interesante lo que hacían. Es curioso porque fuimos compañeros de escuela, compartimos aula y albergue, y nunca los había visto actuar, pero ese día dije: Esto es lo mío, y desde que entré no he salido más», dice.

Para ensayar utilizan la casa de su antiguo director o la de cualquiera de sus integrantes, pero el hogar de la pareja de Lianis Pérez Pérez, de teatro, y el diseñador Brian Roblejo Céspedes, de artes plásticas, es el que han convertido en su refugio: donde están los instrumentos, los diplomas, el almacén.

«Mi casa se coge para todo, como ellos dicen, para el “reguero”. Allá es donde se hacen los trabajos de atrezos, se encaminan el vestuario, las coreografías y demás. Nos llevamos muy bien. Y es lindo, porque solo somos dos hembras y los muchachos están pendientes de nosotras», comenta Lianis.

No somos aficionados porque pasamos cuatro años en una academia, al menos eso representa para nosotros la EIA, mas tampoco clasificamos como profesionales. No obstante, realizamos bien nuestro trabajo, por eso requerimos apoyo, que en ocasiones no tenemos», enfatiza el director.

Y lo cierto es que el grupo carece de reconocimiento popular, a pesar de ostentar premios como el codiciado Escaramujo que otorga la Brigada José Martí o el de Mejor puesta en escena, en los festivales provinciales que esta convoca, además del Humberto Fernández In Memorian, el lauro de oro en el encuentro territorial de la Federación Estudiantil Universitaria, y ser los ganadores de la Beca nacional Bebo Ruiz, entre otros galardones.

Quizá por falta de promoción, Opsis Teatro, con más de cinco años de creado, pasa inadvertido para muchos guantanameros que desconocen su obra «esculpida» con esfuerzo propio. Son muy profesionales y tienen lo que muchos experimentados deberían: ganas de trabajar, talento y mucho amor por lo que hacen.

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