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Preludio para cinéfilos ansiosos

A modo de mapa, estas notas trazan un esbozo de los disímiles parajes de la cinematografía del continente que podremos encontrar entre las cintas que se disputan el Coral al mejor largometraje de ficción

Autor:

Jaisy Izquierdo

Desde este martes el cine lucirá su corona en La Habana, y su séquito compartirá, en la cómplice oscuridad que lo reúne, la sonrisa a flor de labios, la tensión del suspenso en la erizada piel, el aplauso a palma batiente, o tal vez el más escéptico de los silencios. Pero siempre volverá a sucumbir ante ese mágico cetro de la imagen que nos transporta a escenarios diferentes y nos hace vivir en carne propia la más agónica, delirante o, simplemente, común de las circunstancias.

Es la magia del cine. Y a su comarca virtual podrán asistir los cinéfilos en esta 34 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. A modo de mapa, estas notas trazan un esbozo, a gruesa escala, de los disímiles parajes de la cinematografía del continente que podremos encontrar entre las cintas que se disputan el Coral al mejor largometraje de ficción.

El mayor territorio queda delimitado por las cintas argentinas, que suman cuatro. Bajo la firma de Pablo Trapero y recomendada como la mejor película del Latin Beat Film Festival de Japón, Elefante blanco mezcla el drama, la acción enervante y una estremecedora realidad social.

Los vericuetos de un inmenso hospital abandonado conforman el laberinto por el que se mueven los protagonistas, perseguidos por una cámara realista que no les pierde pies ni pisadas a través de unos increíblemente largos planos-secuencia. Así, el padre Julián (Ricardo Darín) y su amigo Nicolás (Jérémie Renier), intentan encauzar un proyecto comunitario, que consiste en combatir la drogadicción de adolescentes, urbanizar el territorio y terminar el gran hospital Elefante blanco que cada Gobierno posterga. Para esto, los sacerdotes cuentan también con la ayuda de Luciana, una asistenta social que encarna la actriz Martina Gusmán, esposa de Trapero, quien lo ha acompañado en sus dos proyectos anteriores, Leonera y Carancho.

Con Días de pesca, Carlos Sorín vuelve a filmar otra historia mínima en la Patagonia. Hasta allí llega Marcos para reencontrarse con su hija, y en su largo viaje le ha de acompañar gente candorosa, de pueblo, actores no profesionales en su mayoría, que se interpretan a sí mismos, y ayudan con sus conflictos a que el protagonista supere el miedo al reencuentro.

Mientras, Cassandra, de Inés de Oliveira Cezar, propone un viaje entre el documental y la ficción hacia el mundo olvidado de los Wichis y Tobas; Dromómanos persigue el libérrimo movimiento de media docena de marginados que vagan por el mundo. Según el diccionario, dromómanos son aquellas personas obsesionadas por trasladarse de un lugar a otro, pero, según su director Luis Ortega, se trata de una película «en la línea de las comedias de Pepe Arias, el drama desgarrador argentino a lo Leonardo Favio y la cultura del blooper (tomas con errores)». Ortega mismo clasifica a su equipo y a sí mismo con tal calificativo pues, «aparte del traslado físico, apostamos al vagabundeo mental. Hilvanamos sucesos con “dromoturgia” y construimos el drama de la manera más pura en el sentido surrealista».

A las películas mexicanas Después de Lucía, de Michel Franco, y Post tenebras lux, de Carlos Reygadas, las unen las recompensas de Cannes 2012, pues a la primera correspondió el lauro de la sección Una cierta mirada, mientras que Reygadas fue seleccionado como el mejor director del certamen.

Franco explora un tema actual y peligroso, como lo es el bullying o acoso escolar en la vida de una adolescente, en un contexto marcado además por la falta de comunicación con el padre, la ausencia de la madre, las drogas, el sexo, el abuso sexual y hasta el suicidio. En tanto Reygadas, sin usar actores profesionales y apenas con música presente, regala una cinta compleja en su trama, que se ha ganado tantos halagos como críticas acérrimas por todo el mundo. Entre incomprensiones y aplausos transita también Los mejores temas (México-Canadá-Países Bajos), sexto filme de Nicolás Pereda, quien, junto a su equipo técnico, se entromete en medio de la trama, de frente a la cámara, y le da un giro inesperado al conflicto central.

No se quedan atrás las propuestas chilenas Violeta se fue a los cielos (Andrés Wood) y No (Pablo Larraín), seleccionadas para representar a su país en la carrera por el Oscar a la mejor película extranjera, la primera en 2012 y la segunda en 2013. A ellas se suma en la cita habanera Las cosas como son, de su coterráneo Fernando Lavanderos.

El trabajo de Andrés Wood (director de Machuca y La buena vida) se convirtió en un suceso comercial en su país, con más de 350 000 espectadores, quienes dieron «gracias a la vida» y a Wood por devolverles a una Violeta Parra en toda su dimensión humana, como madre, artista y amante, con todas sus genialidades e imperfecciones, hecha carne en la notable entrega de Francisca Gavilán, quien hasta termina entonando los clásicos que consagraron a la cantante.

En tanto Larraín, al igual que en Tony Manero y Post mortem, sitúa en un escenario de crisis política a su protagonista, un joven publicista interpretado por el mexicano Gael García Bernal. No, que pudo verse en Locarno, Toronto y Cannes (donde ganó el premio de la Quincena de Realizadores), se traslada al momento crucial del plebiscito de 1988, en el que se enfrentaron las opciones Sí y No, tras el cual Augusto Pinochet fue depuesto del poder.

En el contexto histórico de la dictadura se sitúa además Hoy, de la consagrada directora brasileña Tata Amaral. El apartamento que acaba de recibir Vera como indemnización por la desaparición de su esposo, se vuelve espacio íntimo para rememorar el pasado y cárcel a la vez de la memoria incómoda que amenaza con devolver, precisamente hoy, los macabros momentos vividos por ambos durante la militancia, con la llegada de un inesperado visitante.

Brasil compite además con la cinta vencedora del Festival de Brasilia y del Amazonas Film Festival, Era uma Vez Eu, Verônica, donde se cuentan las vivencias de una residente de psiquiatría que, al tiempo que escucha los problemas de otros, se torna en su propia paciente. Le sigue el osado largo Fiebre de ratón, de Claudio Assis, que alude en el título a una frase idiomática que significa «fuera de control». La sexualidad y la desnudez son presencia cierta en las narrativas de Assis, lo cual le ha generado no pocas polémicas; esta historia de un poeta marginal y libertario que se relaciona con un grupo de amigos sin reglas ni moderaciones sociales, no es la excepción.

Del patio llega la ya exhibida cinta Irremediablemente juntos (Jorge Luis Sánchez) con su romance melódico y antirracista. Le siguen dos estrenos: la comedia de humor negro Se vende, dirigida por Jorge Perugorría, y La película de Ana, de Daniel Díaz Torres.

El número de competidores se completa con dos cintas uruguayas y la coproducción de Ecuador y Colombia Pescador, que está basada en un hecho real ocurrido en Ecuador hace unos años, cuando el desembarco de un cargamento de cocaína en un puerto de pescadores les cambia la vida. La dupla uruguaya la integran 3, de Pablo Stoll, uno de los directores más prestigiosos de su país, quien se acerca a la tensa relación de un hombre con su mujer e hija, y La demora, de Rodrigo Plá, que resultó ser el envío oficial de su país a los próximos Oscar, y también uno de los mejores filmes nacionales del año al mostrarnos el colapso de una madre soltera que abandona a su padre enfermo de Alzheimer en una plaza.

A la «caza» de otras tantas historias, contadas con la pluma cinematográfica más contemporánea de la región, quedamos los amantes del cine hasta el próximo 14 de diciembre, mientras La Habana se convierte durante diez días en la capital del panorama audiovisual latinoamericano.

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