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Locuras de todas las edades

El filme Joven y alocada (2011) es la ópera prima de la chilena Maraialy Rivas, que compite en ese acápite, y que mediante un contagioso sentido del humor cuenta la historia de Daniela, adolescente rebelde que lucha por librarse de una madre tiránica

Autor:

Frank Padrón

Joven y alocada (2011) es la ópera prima de la chilena Maraialy Rivas, que compite en ese acápite, y gira en torno a Daniela, adolescente rebelde que lucha a todas por librarse de una madre tiránica, y la denominación evangélica —de franco signo fundamentalista— a la que ambas pertenecen; dominada por una sexualidad variada e impetuosa, la protagonista comparte sus amores entre dos compañeros de trabajo, hombre y mujer.

Mediante un contagioso sentido del humor, y sumando a la puesta en pantalla el mundo de la computación (el título del filme es el lema bajo el cual Daniela firma y chatea en su sitio digital), la narración en Joven… es dinámica desde sus minutos iniciales, al punto de llegar a hacer honor al título: alocada, pero solo es un recurso de la realizadora para aparentar una frivolidad y un frenesí que oculta no poca espesura y densidad en tanto nos invita a compartir ideas y criterios en torno a la libertad individual, la «salvación», las camisas de fuerza en que se tornan las malas interpretaciones de doctrinas cristianas y un tema tan inquietante, sobre todo en estas etapas de la vida: el erotismo, elemento que aunque abundante y crudo, aparece absolutamente justificado y enfocado de modo perfecto en el filme.

Una edición también energética y nerviosa (mas eficaz dentro de los presupuestos fílmicos) enlaza diferentes tiempos, mientras las intervenciones in off del personaje central condimenta muchas de las acciones; a ello se suma la actuación matizada y dúctil de Alicia Rodríguez, seguida por un elenco no menos profesional.

Otros malucos en Brasil

Maluco, doido o simplemente louco, son términos que en el portugués sirven para designar diversos grados de insania mental; de ellos trata el filme también en competencia Era uma vez eu, Verónica, de Marcelo Gómes.

La protagonista es una psiquiatra de Recife que tiene que empezar —y así intenta hacerlo— por psicoanalizarse a sí misma: sus problemas (un padre moribundo, una actitud inconstante ante el amor más bien traducida en furia sexual y sus frecuentes depresiones) le impiden ayudar en realidad a sus muchos y diversos pacientes, a pesar de lo cual consigue una enorme popularidad entre ellos, que le permite mejorar de estatus al ser propuesta para una clínica privada.

Lenta pero no aburrida, sin apenas progresión dramática, la cinta detenta el mérito de presentarnos un personaje excelentemente trazado en su compleja y rica personalidad, su relación con los otros y su manera de crecer ante las dificultades que la aquejan. Muestra, asimismo, un indirecto y sutil pero muy interesante vínculo con el contexto (esa hermosa ciudad balneario donde todo ocurre) y una desenfadada y brillante actuación de Hermila Guédes y otros secundarios de peso en la trama.

Méritos parciales pero evidentes, y un cambiazo final desconcertante caracterizan otro título cuya historia se desarrolla también en Recife: Fiebre do rato, de Claudio Assis (Amarelo manga). El título obedece a una expresión popular en ese pueblo nordestino que significa alguien fuera de control, a la vez que nomina el tabloide que su protagonista, Zizo (poeta rebelde y anarquista), publica por cuenta propia.

Siguiendo otra fiebre (la del blanco y negro en la fotografía, pero de todos modos muy bien empleado) nos topamos con un trayecto que no carece de ingenio, aunque el personaje se torne un poco pedante y desubicado, desmintiendo un guión que de seguro indica todo lo contrario, y pese a los esfuerzos de Irandir Santos como el actor que lo proyecta.

Una vez más, Recife se presenta como otro personaje, con ese mar propiciador del erotismo y la locura de los sentidos, junto con otros muy pintorescos y singulares, algo que ya el director ensayaba en su anterior título, aunque esta vez lo resuelve mejor, exceptuando, como ya decíamos, el giro final que implica un brusco cambio tonal en el filme, algo cargado también literariamente, a pesar de lo cual luce originalidad y autenticidad, de modo que pasando raya, se disfruta.

El peso de ayer en hoy

Cambiando de cuerda, Hoje (Hoy) es lo nuevo de la cineasta brasileña Tata Amaral (Antonia) que concursa en largos de ficción. Sigue a una mujer que en los procesos de mudanza a su flamante y cómodo apartamento, recibe la visita de su compañero, un uruguayo muerto en tiempos de la dictadura; se establece un diálogo en el cual se mezclan recuerdos y reproches, ternura y despecho, se reviven los duros y sangrientos días de aquel régimen que instauró el terror, la violencia y la muerte, y durante el cual perdió la vida.

Con una perspectiva teatral (en cuanto a la tenaz dialogicidad de la pareja protagónica, y sus escasos movimientos en apenas un par de habitaciones de la casa) que se ve saludablemente dinamizada por la irrupción de los obreros que ayudan a Vera en la instalación, Hoje contagia al espectador con la fuerza del intercambio verbal que sostienen los personajes centrales, la intensidad de las pasiones que se ponen en juego, la autenticidad y fuerza de los sentimientos cruzados, en los cuales la inevitable carga política que los condiciona para nada eclipsa la entereza y contundencia de lo humano que en realidad define el relato.

Es por esto que lo reducido del espacio o la concentración dramática en apenas dos personajes no obstaculiza en lo absoluto el feliz desarrollo de los caracteres y el despegue afortunado de una historia que cala hondo y toca fibras sensibles en todos, por lo cual genera evidente resonancia.

El hábil montaje, la discreta y, por ello, eficaz música y la notable labor de una cámara que suma los objetos y rincones del apartamento como sensibles catalizadores de la acción, complementan esta pieza de cámara que, en tono menor, ofrece una historia conmovedora desde su sencillez, donde el desempeño de los intérpretes juega un rol superlativo: Denise Fraga y el actor uruguayo César Troncoso asumen y proyectan sus papeles con autoridad y convicción.

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