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Las llaves del universo

Con su exposición Presente de un pasado futuro III, la pintora y dibujante Iris Leyva nos devela las claves para desandar su geografía pictórica y dirige la mirada hacia temas que involucran al hombre en un primer plano

Autor:

Toni Piñera

El arte es el aspecto de la creatividad humana que más interés provoca, que más polémica desata, que más conmueve. Es al mismo tiempo real y ficticio, racional y paradójico; pero es también el más espontáneo, enriquecedor y estimulante de los actos generados por el impulso creador del hombre. Y nos enfrenta con realidades inéditas que, tal vez, son más contundentes que aquellas que saturan nuestra cotidianidad. El arte instaura otra realidad que el artista crea a partir de sus experiencias, visiones y pasiones.

Alejada de cualquier convencionalismo, original y comprometida siempre, desde el principio, con su propia línea, la veta creativa de la pintora y dibujante Iris Leyva (Las Tunas, 1950) es siempre un gran respiro.

Cuando uno observa sus creaciones, donde habitan muchos mundos circundando el nuestro, penetra en un espacio en que el tiempo se respira desde distintas dimensiones. Presente de un pasado futuro III, título de la original exposición abierta en la sala transitoria del Memorial José Martí (Plaza de la Revolución), nos enseña las claves para desandar su geografía pictórica; es una brújula que permite movernos por ese tiempo, sugestivo, repleto de imágenes que traducen los problemas del hombre en cualquier lugar que habite en la casa de todos: la Tierra.

Ataviada como artista, Iris escarba siempre en el interior de las cosas, y se entronca con la «arqueóloga», para tratar de resolver o dirigir la mirada, pictóricamente, hacia temas que involucran al hombre en un primer plano. Hace más de dos décadas que su voz y su paleta se confunden persiguiendo la ecología y el medio ambiente, la soledad, las guerras,  el estrés sicológico, y otros conflictos del individuo. Veo, pues, en la obra de la artista la carga expresiva, directa y honesta de quien recupera una cosmovisión apegada a la tierra, la mujer, el amor, el tiempo, lo humano en unas palabras.

Con mucha poesía, y esa figuración de tintes barrocos y surrealista, nos entrega ahora una moneda con dos caras. Amén de ese color inusitado que corre desde los fondos trabajados con tonalidades cercanas a los tierras, ocres, fucsias, verdes…, que a veces son alegres, y en otros casos son como sombras del color que fue, que apelan a lo mismo: el origen. Son 14 dípticos (28 óleos sobre lienzo de mediano formato) que subrayan y apuntan hacia la diferencia de ver y mirar. «La gente mira pero no ve», dice la artista, graduada de la ENA (1985), del nivel medio superior de Instructores de Arte (1986) y de Licenciatura en Educación Plástica (Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona). Ese presente que uno atrapa en la realidad constituye también parte del pasado y, por supuesto, del futuro próximo. La vida es una sola, parecen gritar desde el silencio de los cuadros.

En su obra se advierte una fuerza y una franqueza poco usuales. Sus lienzos son manifestaciones de una fertilidad creativa que fluye con intensidad. El trazo directo, lo sensual de las curvas, las texturas logradas con el óleo y la composición…, y esa manera suya de pintar, gestual, silueteando formas cerradas, pero al mismo tiempo generosas y amplias, resultan, a primera vista, los rasgos distintivos de su vocabulario.

Es casi caleidoscópica. Va cambiando según la miramos. Es esa magia interna de presentarnos el momento de hoy, pero también el que pasó y el que será. De esta manera, Iris se transforma en una «vidente» singular que nos hace ver sus visiones sobre la vida, la realidad cambiante que está ahí, y puede ser una y otra como en sus creaciones.

La artista, que ha recibido diversos premios y menciones de 1980 a acá, en salones de arte y galerías de Cuba, y ha expuesto en México, Venezuela, Italia, China, Argentina, Alemania, Portugal, España, Estados Unidos, Emiratos Árabes, Cuba…, está consciente de que existe un dinamismo en la naturaleza y en las cosas que reclama un cuidado del ser, de ahí la sencillez y profundidad del origen de su arte.  Por ello, el trabajo creador de Iris Leyva fructifica en quien lo observa, y no permanecemos inmunes a su recordatorio y a su reto. Sus obras encierran la lección que a veces olvidamos: recuperar lo primigenio, reconsiderar la riqueza de la vida y su vasta plenitud de posibilidades.

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