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Solo para melómanos

Quienes repasen la cartelera de la 35 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, pueden encontrar valiosos audiovisuales que aportan una perspectiva sobre la sonoridad de la región

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

A las propuestas que nutren las carteleras de los cines habaneros se suma esa mirada a la sonoridad desde el séptimo arte que los realizadores han dejado estampada en documentales que el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano regala, como una genuina forma de interiorizar en los conceptos estéticos de instrumentistas, directores de orquesta y figuras de la música.

Destaco en primer lugar a Digna Guerra, audiovisual ya reseñado en estas páginas y que lucha por el Coral en el apartado de Documental. Facturado por la disquera Producciones Colibrí y bajo la dirección de Marcel Beltrán, el material viene con sendas cartas credenciales: los premios de Mejor Documental y Mejor Director en la muestra de Cine Joven del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic).

Beltrán se acerca así a la destacada directora de los coros Nacional de Cuba y Entrevoces, desde lo profesional, sin olvidar el entorno familiar que la rodea.

Quienes repasen las presentaciones especiales que esta 35 edición ofrece, no deben obviar a Serrat y Sabina: El símbolo y el cuate (España, 2013). En 83 minutos, Francesc Relea refleja el periplo que ambos cantautores han hecho por el denominado «Nuevo Mundo». Admirado por sus imprescindibles composiciones, el binomio Sabina-Serrat se nos dibuja tan cercano desde la pantalla grande que ha de resultar imposible perdérselo, o al menos eso ha intentado el equipo de filmación compuesto por los productores Isabel Jubert y Tono Folguera, así como Carlos Carcas y Carles Mestres (fotografía), Carlos Prieto (edición) y Juan Sánchez, «Cuti» (sonido).

Completa la «nómina» melódica de este acápite Mercedes Sosa, la Voz de Latinoamérica (Argentina, 2013), en la que Rodrigo Hernán Vila obsequia a los espectadores un acercamiento íntimo a la Negra Sosa y a su legado, en la propia voz de la cantautora, oriunda de Tucumán.

Atractivos devienen los títulos que el apartado «Música, cámara, acción» contiene en la sección Latinoamérica en perspectiva. Documentales cubanos y de la región rememoran figuras de una trascendencia actual, a la vez que nos recuerdan otras de una lucidez infinita, que el paso del tiempo quizá ha relegado.

Como antídoto contra el olvido se erige Abelardo Barroso: no quisiera que me olvidaran. En 13 minutos, su realizador y guionista José Ramón Galiño Martínez relata, a través de anécdotas, la vida de Barroso, quien fuera integrante del Sexteto Habanero y un gran sonero del pasado siglo.

También procedentes de la Isla son Un hombre, dos nombres: José María Vitier, de Idalberto Betancourt Cordero, y Yo sé de un lugar. El músico cubano Kelvis Ochoa, de Beat Borter. Este último está hecho en colaboración con Suiza.

Sobre un género esencial y uno de sus más afamados cultores, trata Hay changüí pa’ rato, de Alexis Pedro Oliva Roche. Filmado durante el Festival Nacional de Changüí 2012, que tuvo lugar en Guantánamo, el material pone de relieve el papel desempeñado por Elio Revé Matos en ese estilo musical, así como recoge momentos importantes de las presentaciones de las orquestas los Van Van y el Charangón, esta última guiada por Elito Revé, quien preside el evento.

De América Latina llegan los audiovisuales argentinos Aire de chacarera y El latir de los llanos, ambos de 2012, y Los posibles, que salió a la luz este año. Mientras en la primera cinta su director, Nicolás Tacón, bordea un género tradicional gaucho, en la segunda Eduardo Luis Sánchez revela esa cara artística del caudillo y militar federal argentino Ángel Vicente Peñaloza, «el Chacho».

Y para completar esta perspectiva argentina, aparece el resultado cinematográfico de la unión del director Santiago Mitre, recordado por El estudiante, y el coreógrafo Juan Onofri Barbato, quienes nos dejaron un interesante trabajo acerca de siete jóvenes apasionados por la danza, donde la música que escuchan tiene un significado especial.

De Brasil también hacen escala en La Habana tres entregas imposibles de pasar por alto, según las referencias dadas por los medios de prensa. Música serve pra isso. Uma história dos mulheres negras, es una mirada a esa manifestación desde la década de 1980 hasta la fecha, que dirigen Bel Bechara y Sandro Serpa, y cuenta con 92 minutos de duración. Olho, de 101 minutos, constituye la visión de Joel Pizzini acerca de la vida y obra del cantante sudamericano Ney Matogrosso. Aprender a ler pra ensinar meus camaradas, de João Guerra, recoge el viaje de dos músicos angolanos a la ciudad brasileña de Bahía, y allí se encuentran con una sonoridad de la cual son herederos.

El rock es el centro del discurso de Los Vargas Brothers, —artistas medulares de ese género en Costa Rica— que el realizador Juan Manuel Fernández Escoto desarrolla en hora y media.

Y para cerrar con estas propuestas que llevarán al deleite a los más exigentes melómanos, llega El viaje del acordeón, una coproducción entre Colombia y Alemania, dirigida por Andrew Tucker y Rey Sagbini. En ella se refleja el descubrimiento que supuso para el conjunto de Manuel Vega, cultor del tradicional vallenato, el interesante viaje a la Selva Negra alemana.

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