Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sin temor a números fatales

Nadie pondrá en duda las potencialidades de los nuevos cineastas cubanos, que en cada edición de la Muestra Joven Icaic demuestran de qué modo hay que contar con ellos

Autor:

Frank Padrón

De la 13 Muestra Joven Icaic sigue llamando la atención una saludable contaminación genérica: documentales que incorporan elementos generalmente asociados a la ficción, o préstamos que esta última recibe del otro género, mal llamado «de la objetividad»; también animados que superaron aquel prejuicio que los confinaba al mundo infantil y amplían su parcela receptiva, mientras no dejan de introducir sus códigos en las representaciones con seres humanos.

En esta 13 Muestra, la sesión inaugural se dedicó casi íntegramente a ganadores de la pasada edición: Homenaje, de Damián Saínz, prosigue la línea de acercarse a personajes y situaciones nada comunes que el documentalista pulsa con frecuencia en su cine; pero si en el justamente laureado De agua dulce el joven cineasta lograba un relato coherente y lúcido, que prosiguió en El receso, con su nueva propuesta no da en el clavo al focalizar —siempre con el plano fijo y la postura narrativa «desde fuera» que tan notables resultados ha arrojado en su caso— la singular tríada entre un fallecido, la esposa y la amante. No obstante, continúa el realizador redondeando un estilo respetable por personal y auténtico.

Mejor les va a Gretthel Castillo y Adolfo Mena (autor del premiado Nani & Tati) en la ficción Miénteme bien, Jackie Chan, inicio de una trilogía que mixtura el viejo motivo que interrelaciona a Eros y Tánatos con la degustación: cama, mesa y… muerte se articulan en una breve e intensa historia que parodia, a la vez que incorpora decorosamente, el cine de género, y consigue incluso un aceptable nivel actoral, sobre todo tratándose de no profesionales.

En el documental Esperar, de y por Víctor Alexis Guerrero, un joven y un hombre maduro conversan, mientras pescan, sobre aspectos de la sociedad actual, las profesiones y sus desiguales proyecciones económicas y las perspectivas futuras, en un diálogo fluido y sólido que es también con el espectador; quizá le falte al filme una más elaborada envoltura morfológica, pero su nivel de sugerencia, la discreta y bien proyectada ironía que lo informa y las seguras actuaciones, constituyen méritos incuestionables de esta obra.

Un verdadero ensayo logrado a golpe de imagen y música encontramos en La comedia divina (Juan Caunedo Domínguez) preciosista y a la vez verista registro de un barrio habanero con sus tipos, situaciones, devenir, integrado todo a la peculiar arquitectura —literal y humana— que suman 11 minutos de cine superlativo, mediante efectiva combinación de planos y encuadres de probada eficacia; la partitura se integra a tal preci(o)so correlato, que suma una peculiar sonata visual.

También Bello, bello, bello, de Pilar Álvarez, descuella por incorporarnos a una mirada diferente: un auxiliar de limpieza de Bellas Artes, quien recorre algunas de las salas clásicas del museo comentando cuadros famosos y vinculándolos a su experiencia de vida. Cierto que algunas zonas del peculiar monólogo se perciben un tanto forzadas, pero el recorrido, casi monosecuencial, es sustancioso y enriquecedor.

En la ficción, sobresalió Las ventanas, de Maryulis Alfonso, partiendo de un cuento escrito por Anna Lidia Vega Serova; los siempre dilemáticos vínculos entre realidad mediocre y asfixiante, y sueños que permiten trascenderla, aparecen reflejados en la joven artesana que se enfrenta mediante el silencio y la resistencia pasiva a su decepcionante día a día, que incluye una madre pragmática y controladora.

La dirección de arte constituye uno de los rubros que aportan con vehemencia y lucidez al texto fílmico, junto a una semantizada espacialidad que no descarta el humorismo o el tremendismo efectista, mientras la voz in off se suma con inteligencia a la diégesis sin estorbar.

Laureada ya en el más reciente Almacén de la Imagen, de la Asociación Hermanos Saíz (versión camagüeyana de la Muestra Joven Icaic), Bigger, Faster, Bettter, More!, del holguinero Alcides Rafael Pereda, es un sabroso relato acerca de unos estudiantes adolescentes, quienes presuntamente hurtan las respuestas de un examen.

Ejercicio virtuoso de montaje, de guión inteligente y provocador, el filme ejemplifica también una bien resuelta mezcla de lenguajes y estéticas: las coordenadas del videogame que sustentan el imaginario de los alumnos unidos a la motion graphic con que se recrean determinados motivos, se ponen en función de una sátira filosa a ciertas prácticas docentes —las estereotipadas y sosas clases de inglés a que alude el título—, al peso indiscriminado de la publicidad, a lo nocivo de fallidos modelos educativos —desde la familia a la escuela—, todo dentro de un suspense que Pereda ha tonificado en su bien cocido y gustoso ajiaco.

Entre los animados, destacaron por su acabado y su intensidad expresiva títulos como Huesitos (Gabriela Leal), Camarosidades (Jorge Luis Mendoza) y Como nacen las estrellas (Alexander Ordetx).

Amén de los premios, nadie pondrá en duda las potencialidades de los nuevos cineastas cubanos que en cada edición de la Muestra demuestran de qué modo hay que contar con ellos. Y esta, pese a su número «fatal», no fue excepción.

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