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No hay nada más espiritual que el arte

JR conversa con el joven artista de la plástica Alejandro Lescay, integrante del proyecto Somos que volvió a ser noticia en la 34 Fiesta del Fuego

 

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

A no ser que en verdad el arte se transmita a través de los genes, que la sangre sea portadora de sus códigos y secretos, entonces Alejandro Lescay se convirtió en destacado artista de la plástica por la influencia que pudo ejercer en él su renombrado padre sino, en todo caso, por la manera en que su abuela materna, Alejandrina, favoreció la existencia de un aportador ambiente cultural.

«Muchos infieren que por mi papá me llegó este interés, pero no es así. Por razones de la vida, nunca conviví con él, sino con mi mamá, María Cristina Hierrezuelo, y con mi abuela, quien despertó en mí esa pasión», enfatiza este muchacho que junto a su hermano, el instrumentista Albertico y, por supuesto, el Maestro de Juventudes Alberto Lescay, volvieron a ser noticia —como mismo sucedió en las pasadas Romerías de Mayo— ahora, con la presentación en Santiago de Cuba, del proyecto Somos, en medio de la 34 Fiesta del Fuego.

«Mi abuela era una ama de casa a la que le gustaba dibujar, hacer tallitas en madera, esculturas... y yo me quedaba fascinado observándola. Con los años tomé más conciencia de la obra de mi papá como escultor, pero, al menos en el principio, lo más importante fue vivir en un seno familiar en el que se podía respirar el arte por doquier dentro de la casa.

«Así que, como le sucede a no pocos niños, rompí a dibujar, pero lo mío era el triple o el cuádruple de lo que pudiera hacer alguien con esa edad. De hecho, mi mamá guarda una caja llena de dibujos que datan de aquel entonces. Por eso me inscribió en círculos de interés para que no decayera la motivación.

«Antes no lo entendía, pero ahora le agradezco sinceramente a mi padre que nunca tratara de persuadirme, ni de inducirme a que tomara este u otro camino. Tanto lo agradezco que cuando tenga un hijo actuaré del mismo modo, porque es como más aprendes y puedes medirte a ti mismo, descubrir si eres capaz de hacer las cosas y si ciertamente la decisión fue la más acertada».

—Entonces, conseguiste entrar a la academia...

—Efectivamente, entré a la Escuela Profesional de Artes Plásticas José Joaquín Tejada, de Santiago de Cuba, donde permanecí cuatro años cursando la especialidad de pintura. Resultó una experiencia muy buena, pues aprendí el rigor del trabajo diario, lo importante de dedicarte en cuerpo y alma a lo que consideras que se convertirá en el centro de tu existencia.

«En la academia tuve magníficos profesores, tanto de la especialidad como de otras asignaturas, como Orestes Campos, Reinaldo Pagán, Yamilé Ramos..., quienes ayudaron a formarme. La escuela jugó un papel preponderante en mi preparación».

—¿Qué sucedió con el Instituto Superior de Arte (ISA), donde no corriste la misma suerte?

—Debo decirte que desde el principio me preparé para hacer la prueba para el ISA, porque consideraba que continuar mis estudios allí era lo que debía ocurrir de modo natural, así que desde primer año me lo propuse. Sin embargo, cuando me presenté al examen no aprobé. No creo que haya sido porque tuviera un mal proyecto pues, modestia aparte, pienso que era bien interesante, pero, bueno, esas cosas pasan... A lo mejor había pocas plazas o yo no era merecedor de estar en esa universidad. De cualquier manera fue un duro golpe, que sentí mucho.

«Algo parecido viví antes cuando quise matricular en la Escuela Profesional de Artes Plásticas José Joaquín Tejada, pero entonces sí lo tuve merecido, producto de la inmadurez. Cuando uno tiene 13 o 14 años, no tiene conciencia de que hay que esforzarse mucho para lograr nuestras metas, que no es suficiente con que te acompañe el talento. Y, claro, los golpes enseñan, te hacen ver que lo que te llega fácil, fácil también se puede ir...

«En fin, que no me esperaba ese revés del ISA, me imaginé siempre estudiando en sus aulas. Mas ese golpe solo acrecentó mi determinación de convertirme en un creador verdadero. Aprendí que no era imprescindible ser egresado de allí para ser un artista con una obra atractiva visualmente y sólida desde el punto de vista estético y conceptual. Ello es posible si trabajas continuamente; entre más lo hagas, mucho mejor. Así lo he venido haciendo y así será siempre».

—En el proyecto Somos uno puede descubrir no solo al pintor de pegada que eres, sino también al fotógrafo, al grabador...

—Me considero esencialmente pintor. Nunca me creería un fotógrafo o un grabador, porque respeto mucho esas manifestaciones que son muy difíciles. Cada una tiene sus especificidades, su magia, pero no niego que me gusta también probarme, buscar otros efectos, explotar nuevas posibilidades. Todo ello me lo posibilitó el Taller cultural Díaz Oduardo, una prestigiosa institución que desde su fundación se ha dedicado por entero a la atención y desarrollo de las artes plásticas en mi ciudad (Santiago de Cuba).

«En ese taller, de los más reconocidos de Cuba en el campo del grabado (en él se realizan piezas con la aplicación de las técnicas de la litografía, xilografía, calcografía, serigrafía...), hice algunos de los trabajos que se pueden apreciar en Somos.

«La fotografía, por su parte, siempre me ha llamado la atención, al igual que la escultura (he hecho algunas en bronce en pequeño formato), pero reconozco que me desempeño mejor en la pintura».

—También en Somos se aprecia que te identificas con la figuración y la abstracción...

—Cierto, pero nunca me he definido como un pintor abstracto o figurativo, porque la verdad es que mi alma está dividida en esos dos caminos. Creo que jamás he logrado concebir un buen cuadro que sea abstracto solamente; tampoco uno figurativo en su totalidad. Y lo confieso: ya me cansé de intentarlo, uno debe asumir lo que realmente sienta, que en mi caso es fusionar ambos estilos, a pesar de que son dos lenguajes completamente distintos. Me costó «unificarlos», hacer parecer que no puede existir el uno sin el otro. Tengo la sensación de que poco a poco lo voy logrando. Ese es un camino que seguiré desarrollando.

—¿Algún proyecto en el que estés trabajando actualmente?

—Bueno, parece que Somos estará en La Habana próximamente. Hay otro proyecto más personal, que será una exposición que preparo con otro colega para presentar, tal vez en enero de 2015, en Alemania. También me han convocado para otras muestras colectivas, en las que con gusto participaré.

—¿Cómo fue trabajar con tu hermano, con tu papá?

—La realidad es que nosotros siempre hemos estado muy unidos. Entonces, Somos no surgió para atraer todas las miradas sobre nosotros ni intentar buscar un lugar dentro de las artes plásticas nacionales, sino para acercarnos aún más espiritualmente, porque no hay nada más espiritual que el arte, por eso se trata de un proyecto que no es familiar, sino que imbrica a amigos, que solo quiere que nos sintamos bien.

«Nos hemos dado cuenta de que creando juntos es como mejor nos sentimos, de ahí que estamos abiertos a todas las posibilidades de colaboración, como sucedió con el proyecto Ojos, de las esculturas andantes, que dirige Alcides Carlos González (Tití). ¿Nuestro objetivo?: acercarnos más, intercambiar, crear, llenarnos de buena energía, hacer y hacernos bien».

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