Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Escribo libros que quisiera comprar

Maikel Rodríguez Calviño aspira a convertirse en un escritor con la capacidad de llegar a muchos lectores y crear un producto cultural que sea capaz de aunar cientos de subjetividades

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Maikel Rodríguez Calviño fabula sin ataduras. Crea historias con naturalidad, en las cuales los protagonistas son sui géneris personajes como monstruos zoomorfos, centauros, sirenas, unicornios, dragones, fantasmas, yokai japoneses y merrows irlandesas. Pero sus narraciones traspasan las fronteras de contar simplemente la invención. Logra en cada uno de sus textos —dedicados principalmente a los jóvenes— imbricar lo fantástico con los pretextos de la vida y asuntos cotidianos del hombre de nuestro tiempo.

Este novel escritor espirituano llama a la duda. Convoca a la reflexión. Desasosiega por su originalidad. Sorprende por el cuidado y rigor al asentar figuras del canon de la literatura universal en nuestro contexto. Pero, sobre todo, estimula a la lectura apasionada hasta de los más recelosos de los libros de ciencia ficción.

No necesita muchas cartas de presentación Maikel Rodríguez Calviño. Sus dos publicaciones: Puertas de papel (Premio La Edad de Oro, 2011) y Los enigmas de la rosa de marfil (a presentarse en la venidera Feria del Libro); así como el resto de sus proyectos anuncian su mundo interior.

«No concibo una frontera entre mi vida y el arte. Muchos de mis personajes llevan un pedacito de mi personalidad o la de mis amigos, vecinos y hasta mascotas», enfatiza.

—¿Por qué apostar por la literatura para jóvenes, considerado este uno de los públicos más exigentes y difíciles de atrapar?

—He detectado una especie de campo vacío en la literatura cubana dedicada a la adolescencia y primeros años de la juventud. Gente nueva, por ejemplo, publica obras de autores foráneos como Carlo Fabretti y Jordi Serra i Fabra, pero entonces me pregunto: ¿dónde están los autores cubanos? ¿Qué pasa que no se crean libros inteligentes, divertidos, cuestionadores para ese público joven? No es un secreto que ese período es vital en el ser humano para aprender y acercarse al arte. Y hoy ese público está ávido de buenos textos con firma nacional, le asiste el derecho de disfrutar una propuesta literaria diferente, motivadora, cuestionadora...

—¿Cuál consideras entonces el ABC para hacer una literatura a la altura de los jóvenes?

—Tiene que ser una mezcla muy precisa entre entretenimiento, valor comercial y arte. Un buen libro es como un laberinto lleno de puertas que conduce a muchas más. Particularmente me gustan los textos que dejan más preguntas que las que responde. Es un vehículo mediante el cual se puede ir investigando; una motivación que se encuentra. Por eso reciclo tantos personajes ya conocidos.

«Me interesa que el lector, al concluir la lectura, vaya a la biblioteca a conocer quién fue el padre de Hamlet o el fantasma de Canterville. El libro debe convertirse en instrumento para movilizar subjetividades e inteligencia».

—¿No resulta un riesgo retomar figuras del canon de la literatura universal y traerlas al mundo moderno?

—No. Escribo libros que quisiera comprar. Soy un escritor empírico que me formé leyendo, y eso me parece básico pues la observación directa sigue siendo uno de los principales métodos investigativos. El riesgo lo asumo, lo que trato de hacerlo desde una perspectiva muy divertida y que de alguna manera siembre dudas en el lector.

—¿Por qué utilizar lo fantástico? ¿No te satisface la realidad que te rodea?

—La realidad está en cada fantasía. En el fondo de todas mis ideas hay sentimientos, emociones, ideas del ser humano, estados anímicos, preocupaciones recurrentes de los jóvenes.

—De todas tus historias y personajes, ¿con cuál consideras que te has acercado más a la perfección?

Los enigmas de la rosa de marfil, mi primera novela, publicada por Gente Nueva en 2014, es el más completo desde el punto de vista formal. Me permitió narrar indiscriminadamente todo lo que quise. Básicamente es un tratado de iconos alegóricos, disfrazados a través de una novela de aventuras e inspirada en El código Da Vinci, de Dan Brown.

«Ella pertenece a una trilogía. La segunda ya está escrita y se titula Cerezas al óleo, donde cuento una historia con ciertos vicios de terror gótico, que transcurre en Sancti Spíritus y se relaciona con la obra pictórica de Oscar Fernández Morera, uno de los pintores más emblemáticos de esta ciudad. La tercera novela aún no tiene título; pero contará con personajes como el protagonista de la primera y la coprotagonista de la segunda. A todas las articula el arte».

—Ese hilo conductor de la mencionada trilogía está muy en correspondencia con tu formación...

—Mi estilo está marcado por mi formación como licenciado en Historia del Arte y como máster en Historia de las Ciencias Artísticas. Es inevitable recordarme de lo aprendido por lo que no visualizo una frontera muy clara entre lo que es arte y literatura. Por eso asumo esta última como pintar con palabras como mismo los pintores crean textos en sus cuadros.

—Existen muchos ejemplos de textos de ciencia ficción que se han convertido en bestseller. ¿Aspiras a eso?

—Busco simplemente complacerme. Quiero convertirme en un escritor con la capacidad de llegar a muchos lectores y crear un producto cultural que sea capaz de aunar cientos de subjetividades. Me interesa elevar el nivel intelectual de los lectores y que cuando culminen la lectura se pregunten: ¿qué me quiso decir el autor?

—Pero sí eres un autor afortunado: con solo dos publicaciones ya cuentas con igual número de premios. Al de La Edad de Oro se suma ahora la Beca de creación literaria La noche 2014, otorgada por la Asociación Hermanos Saíz. ¿Qué podrán encontrar quienes te lean con ese proyecto?

Fantascromía cuenta con 14 narraciones breves fantásticas y de terror, que le deben mucho a Puertas de papel, mi primer libro. Ambos están basados en el principio explicado por el escritor norteamericano Howard Phillips Lovecraft, quien dice que la literatura fantástica se basa en el encuentro de dos realidades: la cotidiana y otra anormal, diferente, extraña, que nos afecta de alguna manera.

«Estoy muy feliz con ese apoyo que me ofrece la AHS, con una beca que honra a una de las poetisas que más admiro, Excilia Saldaña. El título de ese futuro libro, Fantascromía, nombra una historia que cuenta la vida de un fantasma niño que decide pintarse con muchos colores. Por esa razón es juzgado por personajes como el fantasma de Canterville, de Oscar Wilde, y María Antonieta, decapitada, quienes no aceptan la violación de las normas establecidas».

—¿Planes?

—Seguir escribiendo porque es una necesidad espiritual y fisiológica mía. Al mismo tiempo me gustaría tener la posibilidad de retroalimentarme con los lectores y gozar de muchos años para plasmar en el papel los cientos de proyectos que hay en mi cabeza, como ese que he denominado Pequeño inventario de monstruos y demás criaturas fantásticas, donde reúno por categorías a más de 200 seres fabulosos de las mitologías griega, egipcia, nórdica, celta, azteca, maya, china, japonesa, norteamericana y escocesa, entre otras.

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