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Una Bienal que mira al arte y lo piensa

La cita cubana se mira a sí misma, se cuestiona para después entender la realidad y poder intervenirla. De ese modo trata de ajustarse al tiempo que le ha tocado vivir, afirma su director Jorge Fernández

Autor:

Aracelys Bedevia

Entre la idea y la experiencia se cuece desde hace algún tiempo la 12 Bienal de La Habana, que dará inicio el próximo 22 de mayo, en medio de las transformaciones económicas y sociales que vive el país. Acerca de cómo se inserta este importante evento en el contexto actual y cuáles son los presupuestos que lo mueven, JR conversa con Jorge Fernández, su director.

—¿Cuáles son las principales diferencias entre la Duodécima Bienal de La Habana y las que la han antecedido a lo largo de estos 30 años?

—Una Bienal te va llevando a la otra. Lo más interesante en esta última (no porque estemos haciendo algo nuevo) radica en que se ha logrado colocar un escalón más. La idea es que siga en la ciudad, que penetre cada día más en esa porosidad de los barrios. La mayoría de los artistas que están llegando trabajarán sus obras en el contexto cubano, a una escala mayor que en bienales anteriores.

«Esta Bienal se cuestiona la megaexposición. Hemos partido de la premisa de pensar el arte en su lugar. No desde la exposición clásica, sino donde las obras pueden surgir y desarrollarse, donde es su hábitat natural.

«Se ha querido también ver el arte en su transdiscisplinariedad. Estarán participando artistas de la danza, el teatro, el cine. Sin embargo, la idea ha sido ir más allá de las fronteras tradicionales del arte e involucrarlo, además, con las ciencias, en relación con la arquitectura, con las comunidades (no solo barriales sino también científicas, académicas). Por primera vez estaremos “invadiendo” la Universidad de La Habana (Facultad de Biología, Museo de Ciencias Naturales), entre otros espacios.

«Para muchas personas puede llegar a ser una Bienal un poco chocante porque no todas las obras implican una determinada objetualidad ni tienen una visualidad marcada en un recinto expositivo clásico tradicional, y ese también es un riesgo que corre este evento.

«Se apreciarán muchas obras que no son visuales. Algunas propuestas circularán en el paquete que tendrá un combo de videos y que no es una obra que estás viendo en ese momento (lo interesante es intervenir el paquete, mejorarlo)».

«Hemos partido de la premisa de pensar el arte en su lugar», dice Fernández.

Jorge Fernández se refirió además a la importancia de explorar en el tejido urbano, en la realidad. Muchas de las obras participantes expresan por sí mismas cómo la Bienal está incidiendo y llamando la atención sobre la necesidad de transformar los territorios y mejorar las condiciones de vida desde el punto de vista espiritual. Son piezas que abordan situaciones complejas que tienen que ver con formas de vida y maneras de asumir la realidad, y cómo la cultura necesita plantearse la idea de que los procesos deben darse de manera natural, orgánica, para que se produzca un redimensionamiento ético.

«Una propuesta como la de Tino Sehgal, para quien los temas de la economía y la política resultan esenciales, invita a repensar nuestra realidad. La obra de Nicolás Paris (artista que trabaja desde la creatividad en una escuela primaria y la estimula) está llamando a no perder lo que hemos ganado en la educación», expresó Fernández.

—Se percibe un mayor énfasis en la relación arte-educación. ¿Por qué?

—La educación hay que pensarla desde un acto creativo, porque el arte incide en la factura de la ética y ahí creo que está el gran desafío que puede vivir la creación artística.

«La Bienal apuesta a convertir la educación también en parte de los procesos del arte. Si el arte no ayuda en eso, si no interviene, entonces no tiene sentido.

«Hemos querido movilizar casi todo el sistema de enseñanza general, no solo las escuelas de arte. Hay proyectos con estudiantes de preuniversitario, con alumnos de las escuelas de arte, con escuelas primarias...».

—La arquitectura tendrá un marcado protagonismo en esta cita que se extenderá hasta el 22 de junio...

—Fueron los arquitectos quienes nos llevaron a adentrarnos en cómo se estaban desarrollando las urbanías, los barrios. Ellos siempre han visto en la Bienal un espacio de reconocimiento (desde sus primeras ediciones) y nos han revelado lo grandiosa que es nuestra historia arquitectónica. Gracias a su relación con la Bienal fue que llegamos a Casablanca, al parque Trillo...

«Inclán y el grupo Habana [re] generación (se han vinculado con Esterio Segura) quieren abrir Tallapiedra y mostrar la historia del patrimonio industrial.

«Lo mismo se hará con el tren de Hershey, a partir de un estudio que hizo el joven arquitecto Renán Rodríguez.

«En el barrio Colón los profesores Universo García y Gina Rey estarán con el taller interdisciplinario Arte, arquitectura y diseño, mientras que Adrián González lo hará en el parque Trillo con un proyecto que permitirá apreciar cómo los habitantes ven su territorio y el sentido afectivo que tienen con él. Muchos de esos arquitectos han buscado la colaboración de sociólogos, urbanistas. De la mano de ellos hemos ido adentrándonos en esas plataformas e insertando los proyectos artísticos.

«En Casablanca encontraremos a Echando Lápiz y Manuel Santana, quienes a partir del dibujo interactúan con esa comunidad. César Cordero (artista peruano) restaurará una vivienda y creará una escenografía en el techo —parecido a la arquitectura de espectáculo— para que los artistas que están haciendo sus obras en Casablanca puedan residir en ella; Bridget Baker (Sudáfrica) centrará un performance vinculado con la historia del pueblo.

«Hay igualmente creadores trabajando con comunidades de videojugadores; Rodolfo Peraza (Cuba) está interviniendo el Joven Club del lugar, y se ha rehabilitado la sala de video».

—¿Cree usted que la Bienal de La Habana continúa siendo un referente a escala mundial?

—Sí. Se han realizado encuestas cuyos resultados la sitúan entre las más importantes del mundo. La nuestra posee un componente social muy fuerte. Una Bienal que está constantemente tensando la cuerda, que se mira a sí misma, que se cuestiona para después entender la realidad y poder intervenirla. Una Bienal que trata de ajustarse al tiempo que le ha tocado vivir, tiempos convulsos, complejos, y que asume la realidad con total naturalidad y organicidad. Creo que eso es lo que la mantiene viva.

«Es un evento que ha seguido defendiendo los espacios que América Latina, el Caribe, África (hasta donde podemos llegar por la lejanía) se han ganado en el universo de las artes visuales. Asimismo hemos logrado contar con una presencia más sistemática de artistas asiáticos. En esta edición la participación árabe será esencial en comparación con las anteriores, y no renunciamos a los artistas europeos, norteamericanos. Una Bienal que ha sido, hasta para los cubanos, una plataforma de lanzamiento.

«Es un espacio legitimado, que mira al arte y lo piensa. Es una Bienal que combina muy bien el arte emergente, el arte joven que convive en armonía con el de los artistas ya instaurados. En esa convergencia, en ese diálogo, está también el carácter pedagógico que tiene desde su segunda edición y que se ha mostrado a través de talleres y otros procesos de interacción, como el que hará Luis Catnizer (uno de los grandes defensores de la relación arte-educación), en Casa de las Américas».

—¿Es realmente la Bienal de La Habana un espacio de confrontación?

—Con toda seguridad, y creo que de mucha confrontación, tanto a lo externo como a lo interno. Construir la Bienal lleva una labor de discusión, debate y análisis de mucho tiempo. Además, en un evento de esta índole suceden muchas cosas y es muy difícil que todo el mundo pueda leerlo de una manera mucho más holística e integradora. Eso siempre genera confusión e implica riesgos.

«Algunos proyectos quedan muy bien, pero otros no. Es algo que te va desbordando porque cada cual tiene en su cabeza su propia Bienal. No puedes controlarlo todo. En arte nadie tiene la última palabra. Es muy difícil incluso decidir qué es o no arte porque cualquier obra humana pasa por la subjetividad de las personas y por percepciones en construcción y, por tanto, se pueden cometer errores. Eso ya es una confrontación desde el punto de vista estético.

«Pensar que no habrá confrontación sería de una ingenuidad tremenda. El arte no puede sustraerse a los procesos políticos ni a los sociales. Cualquier acción que hagas en Cuba y que esté relacionada con un contexto siempre generará polémica y discusión. Mucho más en la coyuntura actual que vive el país».

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