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Yo quería buscarme mi propio nombre

La AHS ha sido un ancla y un peldaño fuerte en mi carrera. Me ha ofrecido las posibilidades de realización, de crecimiento, de superación que no he encontrado en ninguna otra parte. Puedo decir que estoy en el lugar correcto, afirma el artista de la plástica camagüeyano Leonardo Pablo Rodríguez Martínez

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

El «fango» lo atraía como un imán. El camagüeyano Leonardo Pablo Rodríguez Martínez no encontraba otra manera de llamarle a aquella arcilla milagrosa que adquiría ante sus ojos las formas más bellas e impensadas. «Provengo de una familia de artistas. Mi padre es un creador reconocido, Oscar Rodríguez Lasseria, y mi hermano, quien me lleva ocho años, le siguió los pasos. Yo no me quedé atrás. Es que mis primeros juguetes fueron el barro y los lápices.

«Todo era como una predeterminación: mi nombre, Leonardo Pablo, es un homenaje a Da Vinci y a Picasso. Mi mamá me cuenta que cuando los amigos de mi padre iban a la casa, artistas en su mayoría, yo me convertía en el centro de mesa. Me sentaba entre todos a hacerles caricaturas. Era una especie de juego, aunque para mí revestía mucha seriedad. Y los amigos de mi papá lo notaban y me apoyaban, me daban confianza e impulso.

«Cuando decidí elegir la carrera, mi padre, sin embargo, quiso prevenirme: “Oye, estás loco. No se trata de un juego, me parece que tomarás la decisión errada”. Pero no lo podía escuchar, ya mi vocación se había determinado. Entré a la Academia de Arte Vicentina de la Torre, de Camagüey, y enseguida comprobé que no me había equivocado».

—Imagino que cuando llegaste a la academia te sentiste a tus anchas...

—Creo que en la etapa de la adolescencia no hay quien se libre de las inseguridades. Al menos yo sí pasé por mucha confusión. La academia resultó muy difícil para mí por el peso de mi familia que llevaba encima. Tuve que trabajar el doble, porque me negaba a que me tildaran como «el hijo de…». Al final no lo pude evitar, lo que fue un castigo, créeme, porque yo quería buscarme mi propio nombre.

«Hubo un momento en que pensé que estaba en el camino equivocado, porque no hallaba escapatoria. Con el paso del tiempo me percaté de que la fórmula estaba en el trabajo y el esfuerzo que le pusiera a todo lo que emprendía. No había otra manera.

«En esa etapa de rebeldía, me ocurrió que en una calificación de Historia del Arte nos habían orientado un ejercicio de interpretación, y yo no lo hice. Fui el único del aula. Eso derivó en una discusión muy grande con los profesores, de la cual me arrepiento mucho. Uno de ellos, justo el de Historia del Arte, me dijo algo que me marcó para siempre: “Si quieres ser rebelde y crear una revolución, si quieres que la gente te mida y te marque por lo que eres, hazlo con tu trabajo y lléname la escuela con ellos, no vengas aquí a hacerte el que más o el que menos, porque no me estás demostrando nada, excepto tu incapacidad”. Me lo dijo delante del claustro y de mis compañeros. En ese momento demostré un falso orgullo, pero estaba viviendo la vergüenza más grande de mi vida. Aprendí algo que nunca he olvidado: la única manera de conseguirlo era trabajando, y a partir de ese momento me lo propuse y llené la escuela de trabajos, ¿sabes? Inauguré una exposición en el 2006, y después llamé al profesor y le pregunté: ¿qué te parece ahora? Él solo se sonrió (sonríe)».

—En la academia estudiaste escultura...

—Y me gradué de esa especialidad. Es que era casi lo lógico, por la influencia de mi padre como ceramista, pero no quería quedarme encasillado en una forma matérica específica, sino que deseaba dominar todos los materiales, y la escultura era perfecta, pues además me daba la posibilidad de desarrollarme en el dibujo. Sin embargo, jamás he podido hacer una escultura, al menos a gran escala, de modo que el camino se desvió hacia el video, la pintura y sobre todo el dibujo.

«Estas dos últimas manifestaciones son las que más me atraen, y las exploto en cualquier superficie, me da igual. Creo que ese hábito se me quedó de lo que aprendí estudiando escultura, porque he hecho exposiciones en que los materiales que empleo son superficies grandes de madera, de cartón, u otros que tienden a agredir el espacio.

«En la escuela también aprendí que debíamos ser sinceros con nuestras creaciones, un consejo que me lo tomé más en serio. Por ello mi obra es mi vida, mi contexto».

—¿Realmente eres un tipo trabajador, de esos que no descansan ni un solo día?

—Eso vino después, con la madurez. Lo que sucedió en la academia lo hice por demostrarme a mí mismo, o a los demás, pero fue con los años cuando entendí definitivamente que si esta carrera es importante para ti, debes tomártela bien en serio, con responsabilidad, establecer un compromiso no solo con los que creen en ti, sino contigo mismo. Es cuando el trabajo termina convirtiéndose en disciplina, en rigor. Hago en la actualidad hasta dos exposiciones al año, pero ello exige emplearte a fondo, mucho esfuerzo, sacar tiempo de donde no hay, aunque para mí todo ese proceso represente puro goce. Me siento libre.

—¿No es demasiado arriesgado hacer tantas exposiciones al año? ¿No temes reiterarte o que haya un abaratamiento estético?

—Confieso que a veces tengo ese temor, sobre todo en cuanto a lo reiterativo, pero creo que cuando se analiza la obra, el espectador se puede percatar de que ella ha ido evolucionando. Las muestras hasta ahora no se han repetido, algo que no he procurado conscientemente. En la medida que trabajo voy descubriendo nuevas maneras de decir. Y salen piezas que se van del texto que la gente ya conoce. No hace mucho me involucré en el proyecto 8+1: Flores en el muro, que constituyó otra experiencia muy enriquecedora.

—¿Al parecer es la figuración el estilo que te distingue, como se aprecia en una exposición como Bocetos desde mi almohada I, por mencionar una de las más recientes?

—A ver, no siempre he trabajado este tipo de pintura o de dibujos que se puede apreciar, por ejemplo, en Bocetos desde mi almohada I. Al principio estaba más interesado en la crítica social, en hablar sobre el contexto en que vivíamos, pero después me he ido por otros sentimientos y sensaciones.

«Esa a la cual te refieres se enmarca dentro de una nueva etapa centrada en el erotismo, lo místico. Y aquí la figuración es protagonista. Por mucho que trate de esconder la figura dentro del abstraccionismo (porque magnifico el plano o le hago un zoom), ella siempre aparece. De todos modos, el espectador tendrá que encontrarla. Tal vez en Bocetos desde mi almohada I la figuración sea un poco más evidente, sin embargo, estoy descubriendo el color con el dibujo.

—A los 29 años, ¿podrías hablar de etapas ya definidas en tu obra?

—No me atrevo. Siento que voy evolucionando y descubriendo maneras nuevas cada vez, por tanto no puedo señalar etapas, porque incluso en ocasiones la obra ha respondido a las condiciones económicas y materiales que he tenido. Por eso puedes hallar una exposición como Tiempo de crisis, en la cual el soporte fue la madera. En ese momento no tenía ni un peso para pintar, mucho menos para materiales, pero no me iba a detener, entonces empecé a pintar en madera, sobre los palos que recogía por la calle. Luego hice otra en cartón, Buscando una salida, que logré exhibir incluso en la Casa de la Poesía, de la Habana Vieja.

«Sin embargo, en medio de mi estrechez económica, conseguí que esas dos exposiciones, por su riqueza conceptual y estética, terminaran llevándome a Nueva York. No obstante, no puedo hablarte de etapas que distingan mi quehacer. No he terminado de descubrirme, ni de encontrarme.

—Leonardo Pablo, ¿y adónde fue a parar el video?

—Lo tengo guardado, sé que saldrá a flote en cualquier instante. Es algo que quiero lograr algún día: expresarme a través de ese medio, como en aquellos años de niño cuando cogía la cámara de mi familia y «rodaba» mis propias historias. Solo que ahora sería distinto, pues estoy preparado para asumirlo desde la posición del artista, del creador. La realización audiovisual también me apasiona enormemente.

—La Asociación Hermanos Saíz (AHS) para ti...

—Mi segunda casa. Mi otra gran familia. La AHS ha sido un ancla y un peldaño fuerte en mi carrera. Me ha ayudado mucho, al ofrecerme las posibilidades de realización, de crecimiento, de superación que no he encontrado en ninguna otra parte. En la AHS puedo decir que estoy en el lugar correcto.

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