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Sísifo y su piedra

Nacido en 1949, el poeta Roberto Manzano tiene la capadicad de conmover y convencer, lo mismo en la cabalística cortedad de un jaikú que en un poema lírico de proporciones épicas

Autor:

Luis Sexto

Por lo común, los poemas extensos ofrecen la ocasión para que la poesía se extravíe y sea sustituida por palabras e imágenes bastardas. Hoy debo mencionar una excepción. Quizá un poema largo se frustre si el poeta quiebra su medida. Todo poema exige sus límites. Porque si el  poeta tiene solo aire para el poema breve, o de mediana extensión, cuando se excede puede ahogarse en su fracaso.

Pero, dicho esto, no me acusen de sostener un concepto aritmético del poema o de la poesía. En toda fórmula matemática, como también en las combinaciones del verso, hay euritmia, armonía, cadencia, precisión entre sus partes, y donde resultan solo dos, otro número no cabe. 

Ahora bien, cuál es la medida poética de Roberto Manzano, nacido en 1949. El autor de Pensamientos libres y Synergos, pertenece, quizá, a la división libre de algunos deportes de combate, donde actúan diversos pesos. Y Manzano logra conmover y convencer lo mismo en la cabalística cortedad de un jaikú que en un poema lírico de proporciones épicas.

De Lírico y épico, por tanto, hemos de calificar a La piedra de Sísifo —publicado por Colección Sur editores— en que a mi parecer Manzano traza la parábola recurrente del drama humano: subir, subir y volver a subir con la piedra de la existencia al hombro. Y por llevar la piedra, Pedro lo han de llamar, y  en esta común etimología entre Pedro y piedra el poeta enlaza un mito griego con las invocaciones bíblicas y la salmodia de los peregrinos del desierto. Porque Pedro se llama y firma como Pedro, y el poeta se toca el pecho y es piedra, y el pulso, piedra. Y piedra es este poema que funda, funda sobre piedra y triunfa sobre la piedra y los declives circunstanciales del ascenso.

Roberto Manzano no nos ha sorprendido con La piedra de Sísifo, poema que necesitó un folleto de 36 páginas. Manzano no nos sorprende por dos razones: ha confesado que le placen las obras monumentales. Y La piedra de Sísifo es un poema encumbrado.

El poeta asciende la irreversible ladera del destino humano, y se va reconociendo progresivamente mientras carga la piedra enorme de un sueño, y lo nombra…

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