Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La caricatura es para pensar, no solo para reír

Osvaldo Gutiérrez Gómez (Osval), premio nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez 2017 en Periodismo Gráfico, asegura que aún no ha logrado ni la foto ni la mejor caricatura de su vida

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

CIEGO DE ÁVILA.— Había una vez un adolescente que esperaba la medianoche. Cada cierto tiempo, cuando esa hora se acercaba, el muchacho salía de su casa y caminaba dos cuadras más abajo por la calle Marcial Gómez, en Ciego de Ávila. Allí estaba la imprenta del periódico Invasor. Al llegar, el jovencito se subía a una piedra y por una ventana veía las máquinas y los ejemplares que salían en medio del olor a tinta fresca. Pasado un rato, llamaba al impresor más cercano, pedía un ejemplar y al tomarlo buscaba con ansias lo que quería: sus caricaturas.

«Por ahí empezó todo», confiesa Osvaldo Gutiérrez Gómez, caricaturista, diseñador, fotógrafo de la Agencia Cubana de Noticias y premio nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año en 2017. Por esa época, diríamos que fundacional, Osval —como lo llaman sus amigos y como él firma sus trabajos— hacía sus dibujos en un «periodiquito» en la ESBU René Ramos Latour, publicaba en Palante, e integraba un club de caricaturistas organizado por el dibujante Rafael Borroto Gálvez, quien lo ayudó a publicar sus primeros dibujos en Invasor.

Cuando llegamos a su casa, estaba en medio de los ajetreos para encontrar los materiales y reparar el aún inseguro techo de su hogar, dañado por el huracán Irma. Pone una pausa a las carreras y escucha los primeros comentarios,  preámbulo de la conversación. Con varios premios y exposiciones en su vida profesional y el ciclón por medio, vivido literalmente en el ojo de la tormenta, cualquiera pensaría que su hoja de vida para el Juan Gualberto era de varias cuartillas.

Pero él despeja la ilusión al levantar un dedo: «Una sola, acompañada de la muestra, que sí era grande. Y que el jurado decidiera». «¿Cuántas veces te habían nominado, Osval?» Vuelve a levantarse el dedo: «Esta fue la primera vez».

—Osval, ya como profesional, ¿cómo   llegas al periodismo gráfico?

—Empecé en el periódico Invasor. Antes había estado en la UJC y en Propaganda del Partido, donde me categoricé como diseñador-rotulista. Pero al periódico Invasor entro por Migdalia Utrera Peña, que fue la directora hasta su fallecimiento. Yo trabajaba en el Poligráfico Evelio Rodríguez Curbelo, que está en el mismo edificio del periódico. Un día vi una portada, creo que era sobre Maceo, y pensé que podía mejorarse. Di mi criterio y ella dijo: «Tú estás haciendo una crítica sana, no desde la envidia. ¿Tú quisieras trabajar con nosotros?». Respondí que sí y al poco tiempo entré. Desde ese momento, Invasor fue mi escuela —porque aportó una disciplina— y sigue siendo parte de mi casa.

—Te mueves entre la caricatura costumbrista, que refleja la vida cotidiana y otra más conceptual o simbólica. Estoy pensando en la que dibujaste al morir Chávez. Era un mapa de América Latina, donde lo único sombreado era Venezuela y de allí salía una lágrima. ¿Para ti cuál es la más difícil de hacer?

—Al principio la costumbrista salía fácil. Después la cosa se complicó porque uno madura profesionalmente, y empieza a conocer sus defectos. Mi problema es que no poseo una formación académica y no tengo la habilidad de otros colegas. Eso obligaba a criticarme mucho, a pedir la opinión de otros compañeros, a leer y a mirar lo que otros hacen. Perfectamente, puedo rehacer una caricatura muchas veces.

—Y llegar a la idea de ese dibujo, que es puro símbolo, ¿es muy difícil?

—Esa es una caricatura editorial y el principio para llegar a ella es estar informado. A veces la idea aparece sola, pero como sí llega es trabajando. En ocasiones intentas agarrarlas, pero se te van; hasta que regresan. Eso ocurrió con el fallecimiento de Fidel. Yo sabía que él estaba enfermo y que lo inevitable podía ocurrir. Por eso traté de tener algo meditado. Sin embargo, yo quería dibujar y no me salía nada. Hasta que ocurrió el hecho y todo lo que originó, y ahí empezaron a aparecer las ideas con las imágenes.

—¿Con qué tema o figura tú nunca harías una caricatura?

—Con nada que denigre los símbolos de una nación y la dignidad de un ser humano.

—¿Por qué andas tirando fotos y no te has quedado solo en la caricatura?

—Para qué tú veas: por culpa de     la caricatura. Ella me impuso buscar otros horizontes gráficos. Al principio sentí la necesidad de plasmar en una imagen real la misma idea que motivaba un dibujo. Después ha quedado una retroalimentación feliz. La foto la pienso como un dibujo y la caricatura la encuadro como si fuera una fotografía.

—Tú estuviste en Cayo Coco cuando el huracán Irma pasó por allí. ¿Esa experiencia te cambió en algo la manera de hacer fotos?

—Te voy a ser sincero, a mí no me gustó esa cobertura. Yo quería estar en Punta Alegre, lo que pasa es que el ciclón traía una trayectoria que pasaba por el Cayo, lejos de la costa. Luego se pegó a tierra y tocó los poblados. Allí es donde estuvo la candela dura y no pude estar.

—Osval, ¿y ya tienes tu caricatura y tu foto ideal?

— No, creo que no la tengo.

—¿Y la has estado buscando?

—No, ¡qué va! Eso no se busca. La vida lo dirá.

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