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Embrujo andalusí en La Habana

La música puede convertirse en un medio para la defensa de los valores culturales e históricos. De ello da fe el grupo español La Banda Morisca, que recientemente se presentó en suelo cubano

Autor:

Luis Autié Cantón

A simple vista, José María Cala parece un Aladino moderno, uno con barba. Viste camisa y pantalón holgados, y un pañuelo le cubre la cabeza, a la usanza árabe. Y cuando canta, hipnotiza, embruja. Josemari, como se le conoce comúnmente, es uno de los miembros de la agrupación española La Banda Morisca, que a finales de marzo actuó para el público cubano en el Festival Havana World Music.

José Cabral en las cuerdas; Andrés Rodríguez, quien golpea las baquetas; Juan Miguel Cabral (El Coyote), en el bajo; Antonio Torres, profesor de música en el Conservatorio de Jerez, quien controla los sonidos de viento; y la violinista y profesora del conservatorio Belén Lucena, de Andalucía, completan este proyecto, nacido en el año 2011, con el objetivo artístico de lograr la fusión flamenca con estilos de la música árabe y de otros pueblos del Mediterráneo.

«A uno de los miembros del grupo le hicieron la proposición de formar una banda, allá en Cádiz. Entonces contactó con diferentes músicos, entre ellos yo —explica Cala. Comenzamos a tocar entonces en nuestro pueblo, Vejer de la Frontera, en una fiesta que se realiza para recordar nuestro pasado andalusí, nuestra herencia árabe. Al principio, fue una cosa puntual, de un solo día, pero nos gustó lo que hicimos y a raíz de eso comenzamos a trabajar de manera seria, y hasta ahora vamos ya por casi siete años».

—¿Por qué La Banda Morisca? ¿Hay algún tipo de reafirmación territorial detrás del nombre, teniendo en cuenta que así se le conoce popularmente a una región del sur de España?

—Nos gustó el nombre precisamente por tener un doble sentido. La Banda como banda musical, y Morisca por el hecho de recoger la tradición de los pueblos musulmanes en suelo ibérico, que data desde el siglo VIII. Además, la Banda Morisca es una franja de territorio que separó lo que era el Reino de Al-Ándaluz (musulmán), en la zona sur de España, de la mayoría de los reinos cristianos como el de Castilla.

«Nosotros queremos recordar esa franja no como un símbolo de enfrentamientos entre pueblos, sino como muestra de la mezcla de culturas. Esa mixtura dio lugar al surgimiento del flamenco. El diccionario dice que el flamenco viene de Flandes, pero en realidad su etimología viene de dos expresiones árabes que son Felah, que significa campesino, trabajador del campo, jornalero, como lo era casi todo el pueblo morisco, y Mengus, que significa desposeído, desterrado, errante. Pero no solo desposeído de su tierra, de su casa, de sus elementos materiales, sino también de su alma, de su interior, pues con la exigencia de la conversión al cristianismo, fueron obligados a olvidar sus costumbres. Y de Felah-Mengus surgió flamenco. Es en esa zona donde vivimos todos los miembros del grupo.

«Desde que empezamos este proyecto hemos investigado más a fondo las raíces del flamenco y nos hemos dado cuenta de que hay multitud de similitudes con la música árabe. En los ritmos, en los sonidos, en la forma de cantar, en las expresiones que se utilizan. La expresión más típica del flamenco es el “¡olé!”; y el “¡olé!” viene de “¡Alá!” En Al-Ándaluz no se hablaba el árabe tradicional, que venía de Oriente, sino que era una mezcla con el latín que ya existía allí desde casi 2 000 años antes, que dio paso a un lenguaje único. Entonces, se pronunciaba “elé”, en vez de “Alá”. Y sucedió luego esa metamorfosis del “elé” al “olé”.

Después de la conquista cristiana, la cultura andalusí fue perseguida y reprimida, aunque sus costumbres se extendieran por varios territorios».

—La globalización a la que se enfrenta la cultura local hace que se resientan enormemente las identidades nacionales. Es un fenómeno que se aprecia cada día con más fuerza. Desde su posición de grupo tradicional, ¿qué opinión le merece el manejo de este tema en España?

—Es un tema bien complejo. En España cuesta mucho trabajo mantener sana la identidad nacional. Por ejemplo, lo que estamos haciendo nosotros, intentar recuperar parte de nuestra tradición y de nuestra cultura, no es un trabajo bien reconocido todavía. Toda la Península Ibérica tiene una enorme riqueza cultural, pero el tema de la música folclórica se reduce a pequeñas localizaciones. Cada vez la juventud está menos interesada en esa identidad tan propia, y se deja llevar por las diferentes modas como ahora, por ejemplo, el reguetón, que está ya en todos los sitios.

«La música latina tiene mucha afinidad con nosotros. La rumba que se hace en España, por citar un caso, es muy parecida a la rumba cubana, pero no es la música auténtica. El rescate de la identidad cultural nacional es un tema que está costando bastante trabajo. Sé que aquí en Cuba se están intentando hacer muchas cosas, pero en España no. Creo que se debería hacer más, porque somos una tierra que tiene una potencia y una variedad cultural que debemos fortalecer.

—¿Ustedes componen sus canciones o utilizan la música de la época, la que ha perdurado en la literatura? ¿Cómo funciona la dinámica creativa del grupo?

—Utilizamos las dos variantes. Hay composiciones propias inspiradas en la música de nuestra herencia, e interpretamos otras que son propiamente de la cultura andalusí, que es extensísima. También hay temas que son del norte de África, como Marruecos, Argelia, otros que son de Siria, porque, como antes dije, muchos de los expulsados de Al-Andaluz se tuvieron que ir a otros lugares del Mediterráneo. Y hemos traído de vuelta a nuestra tierra esas composiciones.

«También nos inspiramos en la lírica, en los poetas andaluces, desde los más contemporáneos, digamos Federico García Lorca, Antonio Machado o Miguel Hernández, hasta poetas de la época andalusí de los siglos X y XI, como IbnHazm o IbnArabi. Creo que creamos una mezcla de música y de lírica, tanto de diferentes lugares del Mediterráneo como de distintas épocas, distinta temporalidad».

—Cada uno de los integrantes de la banda tiene sus propios referentes sonoros, si partimos del hecho de que vienen con otras influencias musicales propias de la geografía española. ¿Es esto una ventaja? ¿O contribuye a que se cree un estado de pandemonio creativo?

—Para nada, es algo muy bueno. Ese es otro componente de esta mezcla. Somos seis músicos y un bailaor, y cada uno de nosotros venimos de un mundo diferente, musicalmente hablando. Hay quienes vienen del rock, otros  del flamenco o de la canción de autor. Hay quienes vienen de la música celta, del folclor del norte, otros de la música clásica. Yo, por ejemplo, soy autodidacta. En realidad no soy músico, soy ornitólogo. Ya sabes, trabajo con las aves y tal. Pero me encanta la música. Tenemos, además, a dos profesores de conservatorio en la banda, que vienen de formación totalmente clásica. Todas esas influencias que cada uno aportamos le da mucha riqueza al proyecto.

—Si le pido que piense en música cubana, ¿qué es lo primero que le viene a la cabeza?

—Así, respondiéndote rápido, el primer nombre que me viene a la cabeza es Silvio Rodríguez, que se escucha mucho allá en España (dice, apretando los labios y abriendo mucho los ojos, como quien considera obvia su respuesta). Pero aquí en Cuba hemos conocido muchas cosas de vuestra cultura. Caminando por la Habana Vieja te encuentras música por todos los sitios, y ya luego en otros lugares de la ciudad nos han enseñado a personajes como Tata Güines, Compay Segundo, Eliades Ochoa. El son cubano es internacionalmente conocido, y luego tenemos estas afinidades en el ritmo, como la rumba. El flamenco es un cuerpo muy extenso, tiene diferentes estilos. Por ejemplo, uno de ellos se llama la guajira, que está inspirado en Cuba. Incluso, las letras de ese estilo hablan de esta isla. Por eso considero que la música cubana es fuente de inspiración. En la música lo más importante es que cada pueblo vaya transmitiendo su identidad, su cultura. Y nosotros vamos a nutrirnos de lo que hemos aprendido aquí, y también dejar esta semillita nuestra. Que los pueblos se hermanen, algo que es muy importante en los tiempos que corren. Y puede que la música sea la vía más rápida para ello».

Y entonces, después de agradecerle por haber dedicado unos minutos a esta entrevista, y mientras en la nube de la conversación queda flotando la certeza de que la cultura es quizá una de las armas más poderosas que tiene la humanidad para mejorar, Josemari Cala se aleja caminando. De repente, unos pasos más tarde, se gira y dice, con su acento andaluz tan característico: «Soy feliz. Soy ornitólogo, músico y “der” Betis (equipo de fútbol de la ciudad de Sevilla). ¿Qué más se puede “pedí”?». Y continúa su camino.

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