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Ileana Sánchez Hing, Pintar la esperanza

«Nuestra responsabilidad como artistas es concebir proyectos que tengan repercusión social, que sean provechosos para los demás. Sería terrible que solo pensáramos en elevar nuestros propios egos», afirma la reconocida pintora camagüeyana

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Lo extraño hubiera sido que la creativísima Ileana Sánchez Hing se quedara quieta, viendo cómo la COVID-19 castiga el planeta y que sus pinceles no pintaran o inspiraran la esperanza. Altamente responsable, se encerró, como corresponde, en su impresionante casa-galería, pero allí, muy cercana a la esquina de Martí e Independencia, en Camagüey, se apoderó de las redes sociales para abrirse todavía más al mundo.

Esta vez, en lugar de dejar su impronta con sus inconfundibles gatos y negritos de enormes labios rojos en espacios públicos de su amada tierra agramontina, Ileana consideró que «viendo los momentos trágicos que viven todos los países, nuestra responsabilidad como artistas es concebir proyectos que tengan repercusión social, que sean provechosos para los demás. Sería terrible que solo pensáramos en elevar nuestros propios egos, creyendo que es suficiente con colocar nuestras obras en una pared; mal estaremos si no cumplimos con esa función humanística que se espera de nosotros», le aseguró la reconocida pintora al Diario de la juventud cubana a través de esa misma página de Facebook que utiliza para comunicarse con las familias, sin importarle en qué punto cardinal del planeta se hallen.

«Siempre me ha gustado estar cerca de los que me necesitan», afirma, y JR sabe que dice la más pura verdad, que sobran los ejemplos. De hecho, lo más común es encontrarla codo a codo con la comunidad, tanto en Cuba como lejos de sus fronteras. «Me fascina pintar en esos sitios a los que pocos llegan, aparecerme llena de ilusiones con mis latas de pinturas y pinceles, deseosa de convocar a los vecinos para regalarnos un gran mural. Es increíble cuando al pasar de los años regresas y compruebas que todo permanece tal cual lo dejaste, solo “deteriorado” por la huella del tiempo, porque las personas lo cuidan, lo preservan, al resultar de una experiencia que forma parte importante de sus vidas».

Pero lo que más inspira a esta mujer de corazón enorme es involucrar en sus maravillosas «locuras» a «niños de zonas poco favorecidas, marginales; trabajar con aquellos sin amparo filial o con esos otros ángeles que han quedado marcados para siempre por las guerras. Jamás olvidaré cuando en Palma de Mallorca me pude unir a la Fundación Natzaret para ayudar a los pequeños víctimas de bombardeos en países árabes. Como voluntaria, los bañaba, jugaba con ellos o los cuidaba. Al final pinté un mural inmenso en su sala de juegos, mientras me miraban asombrados desde sus cunas. Es un bálsamo para el alma ver que puedes lograr que en sus rostros asome una sonrisa».

Así que esta vez, obligada por el aislamiento, la Sánchez Hing decidió apoyar a padres y cuidadores que en casa deben velar, cuando se han interrumpido las clases, por esos seres minúsculos que parecen concentrar en sí mismos toda la energía del universo. «Es fundamental que nos quedemos en nuestros hogares para salvarnos, pero sé que resulta un desafío para esa tropa hiperquinética que ya tiene una vida organizada y se pasa buena parte del día en sus escuelas. No es extraño que los estrese estar 24 por 24 entre cuatro paredes. Y puede ser muy beneficioso que el tiempo libre lo ocupen haciendo manualidades y tomando algunas nociones de las artes plásticas.

«Está comprobado que las manualidades y la plástica enriquecen mucho al niño, lo ayudan a comunicarse, a comprender e interpretar mejor el mundo que les rodea. Con esas labores, crearán habilidades que les servirán para siempre, en tanto fomentan la imaginación, la creatividad, la concentración, la perseverancia... Y hasta descubren lo favorable del trabajo en equipo...

«Y luego, esta actividad influye tanto en las relaciones familiares. Por la manera agitada como a veces llevamos nuestra existencia, no siempre encontramos el momento para sentarnos a crear algo juntos desde cero, y a divertirnos haciéndolo, ayudándonos entre todos para conseguir un fin común».

Como lo cuenta parece que se trata de un reto sencillo, «pero me ha exigido, confiesa, retomar una labor que en una etapa ya lejana fue mi centro de realización: mi quehacer de 18 años como instructora de arte. Nuevamente he podido comprobar que lo que bien se aprende nunca se olvida. Volver a ser maestra ha sido complicado, porque ya estoy un poquito mayor (sonríe), mas creo que ha ido saliendo».

Quienes la conocen, están conscientes de que en una «aventura» de este tipo Ileana no iba a dejar a un lado a la persona que le posibilitó conocer, desde los 14 años de edad, sus dos grandes amores: a él en persona, el genial Joel Jover, y a la pintura. «¡Qué bendición la mía de hallar tanta pasión de un solo golpe, cuando hay personas que tristemente nunca llegan a reconocer la existencia de tamaño sentimiento». Se refiere la artista justo a ese que le da fuerzas para enamorar a otros de sus sueños (en este caso también a su sobrino Yasel Fernández Varela y a Ileanita Romero Pareta, su asistente de hace años).

«Utilizo mis datos móviles, mi Nauta Hogar. No pido apoyo a las instituciones porque opino que ahí radica su valor: poner lo que poseo en función del proyecto. De igual modo, las tareas que propongo están pensadas para que puedan elaborarse con lo que existe en casa. No se trata de una transmisión sofisticada: un teléfono móvil que colocamos sobre una silla o en una mano. Intento tenerlo todo listo antes de las 12 del día, cuando comienzo a grabar. Esa filmación, muy corta (no excede los dos minutos), la subo luego a las redes sociales.

«Desde el principio he recibido la colaboración de muchos amigos, algunos que ni siquiera conozco personalmente, pero quienes se han dedicado a replicar estos videos, a compartirlos. Otros hasta me han recargado, como un acto de solidaridad, desde países muy afectados como España (el doctor Yudel José Casal Rivas) y Estados Unidos (Salvador Collantes)», aprovecha para agradecer esta Hija Ilustre de Camagüey a quien la pandemia la sorprendió enfrascada en su próxima serie que dedicará a la población trans y, en general, al movimiento LGBT.

Será ese su venidero reclamo «por los más necesitados, aquellos que exigen un espacio en una sociedad tremendamente machista, que se niegan a ser objetos de maltratos físicos y verbales. He logrado imágenes muy duras, increíbles, que le darán continuidad a mi exposición anterior, Todos somos iguales, la cual abordó la violencia no solo de género, sino en su sentido más abarcador y terrible. Para muchos Todos somos iguales fue como un puñetazo. Con frecuencia me deprimía cuando pintaba esos lienzos inmensos de casi tres metros, pero mi empeño de denunciar ese mal, de mostrar esa lamentable realidad que aún es muy habitual, superaba mi angustia.

«Por un instante pensé que tomaría este aislamiento a que nos ha obligado la COVID-19, para leer, pintar e incluso descansar, después de haber pasado por el cuidado difícil y la dolorosa muerte de mi madre ya muy ancianita y enferma de Alzheimer. Sin embargo, ahora estoy trabajando más que nunca. No únicamente para los niños, sino al lado de esos jóvenes periodistas que han desempeñado una labor encomiable, al igual que nuestros médicos, personal de la salud y la policía. Me solicitaron que los ayudara en la producción de pequeños spots de artistas e influencers que pudieran pedirle al pueblo camagüeyano que se quedara en casa, y no pude negarme. Ellos me han hecho sentir útil y agradecida».

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