Un niño alemán de 12 años de la ciudad de Limbach tomó el carro de sus padres y manejó por más de 160 kilómetros para ver a sus abuelos, a quienes echaba mucho de menos. El «choferazo» se buscó un compinche más o menos de su edad y ambos llegaron a su destino, en Bamberg, sin rozar un poste. Cuando mamá y papá se enteraron de los detalles, no tuvieron más remedio que suspirar hondo y prohibirle tocar un volante… hasta que saque la licencia.