Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Pacheco, un feliz mortal

Autor:

Raúl Arce

 

Foto: Juan Moreno SANTIAGO DE CUBA.— Antonio Pacheco conocía ya del goce infinito de disparar un batazo sideral, y aún las emociones de dirigir a un equipo hasta la consecución del campeonato. Pero su corazón, humano al fin, todavía es susceptible de desbocarse cuando se ve obligado a albergar mil sentimientos a la vez.

 

«Yo suelo exigir disciplina, puedo ser intransigente con los entrenamientos; pero ante un error, ante un ponche, debo ahogar mis impulsos: como jugador también erré, también le tiré infructuosamente a una pelota, entonces no puedo reprocharle a nadie».

Con algunos años más que en su época de estelar —43—, y con siete kilogramos de peso adicional, bien disimulados, el palmero ha sido feliz con este equipo, nuevamente monarca nacional.

—¿Fueron disciplinados?

—Absolutamente; en el terreno, en el ómnibus, en el hotel. El año pasado tuve que renunciar a la presencia de algún regular, porque de un mal menor podría enquistarse una catástrofe. Hoy nos entendemos tan bien, que Pedro Poll, en esta final con Industriales, fue el único expulsado del campo de juego, desde la inauguración de la Serie Nacional hasta la fecha.

— Santiago estuvo a un paso de caer ante Villa Clara, en la semifinal...

—Se sucedieron muchos factores. Bateamos mucho en la clasificatoria, y también contra Camagüey, en los cuartos de final. Hubo, en cambio, un bache frente a los villaclareños, ¡y ellos le dieron a la pelota como nunca!

—¿Te sorprendió el rendimiento de algún atleta en particular?

—De todos. Nos preparamos a conciencia, pero logramos una forma que ni yo esperaba.

Fue esta una temporada de altas y bajas, pero los santiagueros dominaron de punta a cabo. No obstante, los campeones tuvieron que sortear muchos obstáculos. Foto: Alex Castro. Sin embargo, a los nombres de Meriño, Poll, Navas, Reutilio y Bell, el director añade complacido el trabajo de Mustelier y Olivera. «Y tenemos un novato, Adeinys Hechavarría, que sería torpedero regular en más de un equipo de la temporada cubana».

Pelotero y director, para las multitudes, pero también padre de familia (Amado Antonio tiene 17 años; Carol, diez, y Anthony, siete), Pacheco medita unos segundos ante la pregunta de si está apto para dirigir una selección nacional.

«Trabajar con el equipo Cuba es más fácil que hacerlo con una selección provincial; allí llegan los mejores peloteros de cada territorio, los de más alto nivel técnico y educacional. Pero un buen director lo será si, además, cuenta con los asistentes ideales, para que el fruto maduro sea obra del colectivo y no de un hombre».

—¿Fue una buena temporada?

—Me gustaron los play off en particular; el pueblo pudo adquirir, al fin, banderas, gorras, pulóveres, para darle colorido a calles y estadios. Y la afición respaldó a sus ídolos, como en el Latinoamericano, cuando a Urgellés se le cayó una pelota, y el público rompió a aplaudirlo y a corear su nombre.

—¿Le falta algo a la pelota cubana?

—Tiene lo principal, que son los hombres de vergüenza que la representen. Pero hay que revisar los terrenos de juego; y no pueden escasear las pelotas, ni los bates, ni las guantillas.

—Hablemos de implementos. De pronto, José Julio Ruiz mete una bola en las nubes, como si fuera un misil; o Mayeta, que tenía seis jonrones en 90 juegos, dispara ocho batazos en los play off. ¿Han cambiado la pelota?

—No lo sé, no lo he preguntado. Pero esos batazos dan que pensar.

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