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RÍO DE JANEIRO.— «Con la cabeza puesta en la cancha», como se dice en buen cubano, nuestra selección femenina de baloncesto superó este martes a Canadá, 62 puntos por 49, y se quedó con el tercer lugar en los XV Juegos Panamericanos.
De nuevo con el público en contra, vaya usted a saber por qué, las criollas se vieron mucho mejor que el día anterior frente a Brasil y lograron manejar el partido para llevarse su tercera medalla de bronce en citas continentales, donde acumulan también tres de oro y dos de plata.
Aún lesionada en los músculos gemelares de su pierna derecha, la avileña Yakelyn Plutín exhibió mucho coraje y lideró la ofensiva con nueve puntos, acaso como buen augurio para el siguiente compromiso del equipo, el Preolímpico de América, el cual tendrá lugar en Chile entre el 26 y el 31 de septiembre venidero.
Allí solo el campeón asegurará un puesto en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, pero los otros tres conjuntos mejor ubicados clasificarán para el Preolímpico Mundial, que se desarrollará apenas unos meses antes de la cita estival.
En la nación austral, los rivales de las cubanas serán prácticamente los mismos de ahora, aunque Estados Unidos debe reunir un equipo superior al que arrasó aquí. Las norteñas derrotaron en la final a las brasileñas 79-66 y conquistaron un cetro al que no podían acceder desde Indianápolis 1987, cuando igualmente dejaron en la cuneta a Brasil.
Entonces tampoco pudo ganar Janeth Dos Santos Arcain, quien se despidió anoche entre lágrimas de la selección «canarinha» luego de 20 años de servicios. Con la casaca auriverde, esta excepcional jugadora ganó el título, sin embargo, en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991 y en el campeonato mundial de 1994 en Australia.
Pero, quizá lo más importante en su carrera deportiva fue que conquistó el corazón de la «torcida» brasileña, llenando el vacío que dejaron las fenomenales Hortencia Marcari y María Paula Goncalves. De eso me di cuenta al abandonar la Arena Olímpica de Río y escuchar los comentarios de los lugareños, dolidos en su amor propio por ese adiós, y por una derrota que les supo muy mal.
