Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Honores y reclamos

Autor:

Juventud Rebelde

Ya estamos en 2008, año bisiesto y de Juegos Olímpicos. Estoy seguro de que todos ustedes, entre traguitos y chicharrones, no dejaron de hablar de pelota en estos días festivos. Y la prueba es que nuestra esquina no se quedó vacía, pues encontré muchos mensajes acumulados en mi buzón.

Desde Imías, en Guantánamo, Jorge Delgado Jiménez de Castro nos trae una propuesta sugerente. Ahí les va: «En otros países existen trofeos que se le otorgan a los peloteros que se destacan cada año durante la temporada beisbolera. Creo que nosotros podemos tomar también esta iniciativa y así, de paso, rendimos homenaje a aquellos que en otro momento dieron glorias al país. Por ejemplo, una vez culminada la actual Serie Nacional, pudieran entregarse los siguientes reconocimientos: trofeo Martin Dihígo al jugador más valioso; trofeo José Antonio Huelga al lanzador derecho más destacado; trofeo Santiago Changa Mederos al lanzador zurdo más destacado; trofeo Ricardo Bent Wilians al novato más destacado; y trofeo Amado Maestri al árbitro más destacado. Estoy seguro de que estas designaciones serían aceptadas con mucho agrado por todos aquellos que la reciban.

Quiero referirme también a otro aspecto. Hace un tiempo, por una decisión un tanto injusta por parte de la Comisión Nacional, se retiraron del béisbol activo cinco atletas que, sin dudas, están entre los mejores que han pasado por nuestros diamantes. Me refiero a Orestes Kindelán, Antonio Pacheco, Omar Linares, Germán Mesa y Luis Ulacia. Ellos no han recibido aún el retiro oficial y estimo que este se debe realizar cuanto antes, ya que el pueblo debe rendirles el homenaje que estos hombres se merecen».

Bueno, me parecen bien ambas cosas. Lo dijo el Maestro: honrar, honra. Y cualquier momento es bueno para una palmada en el hombro. Entrego la pelota ahora al amigo Luis Guillermo Lucambio Urdaneta, para que actúe como primer relevista. Veamos qué trae en la bola:

«El problema de la demora de los juegos debe resolverse con la ayuda de los oficiales y los directores de equipos, quienes no pocas veces utilizan tácticas dilatorias. Esto es, lanzadores que se demoran más de lo debido, conferencias injustificadas, etc. Pero si se toman las medidas pertinentes, se puede lograr acortar la duración de los partidos, lo cual redundaría en beneficio del espectáculo. Eso sí, no debe pretenderse cambiar las reglas, el béisbol es un juego con cánones internacionales que todos deben cumplir y eso no depende de nosotros. En cuanto a la actual estructura del campeonato, pienso que es muy conveniente. Si se siguen haciendo cambios jamás podremos hablar de récords. No creo que aumentar a más 90 juegos ayude al desarrollo de nuevas figuras. Por último, sería muy saludable que los dirigentes del béisbol también dieran su opinión y fueran asiduos de estas páginas. Al fin y al cabo, solo perseguimos que nuestro deporte nacional sea cada día mejor y conquiste nuevos triunfos internacionales».

Sobre esto, opino que no debemos temer a realizar nuevos cambios. El riesgo es la sazón de la vida y la monotonía su principal enemigo. Siempre que sea para bien, claro. Finalmente, subamos a la colina al profesor de Comunicación Social Eloy Corcho Vergara, de la Universidad de Camagüey. Este tira duro, como buen cerrador:

«La Serie Nacional es la principal fiesta deportiva del país, y por el significado del béisbol como parte de nuestra cultura, tiene que ser cuidada por todos; por las instituciones y por el pueblo. Es degradante la imagen que nos muestra un estadio repleto, gritándole ofensivas groserías a un árbitro, a un manager, o a un jugador. Desdice de la educación que como pueblo hemos alcanzado y nos pone al borde de que se desaten un día acciones de violencia como las que se dan en otras latitudes, donde grupos irreflexivos arremeten contra cualquiera a su alcance en las instalaciones deportivas y hasta las destruyen. Si no ponemos orden, en algún momento pudiéramos lamentarnos.

«Otro asunto es el de la enorme cantidad de pelotas que se pierden durante los juegos porque los aficionados no las devuelven cuando caen al graderío. Los que seguimos el béisbol no solo durante la Serie, sabemos que incluso en nuestros torneos provinciales se da la triste situación de que se limita el número de juegos por falta de pelotas. He visto partidos que se han desarrollado con pelotas con un cuero reblandecido por el uso, afectándose no solo el bateo de los peloteros, sino también el juego táctico de los equipos, ante el mal estado técnico de la pelota. Y qué decir de las necesidades que hay de ese implemento para desarrollar las categorías escolares y juveniles.

«¿Por qué entonces quedarnos de brazos cruzados ante el robo de algo para lo cual el Estado tiene que hacer costosas inversiones y ni así nos alcanzan? ¿A cuánto asciende la inversión que ha hecho el país para garantizar las necesidades de pelotas Mizuno 150 para la presente contienda? Lo ideal sería que los dos comportamientos que he referido no hubieran encontrado nunca espacio en nuestra Serie Nacional. O que, al menos, hubieran recibido un repudio total de los aficionados para que no se convirtieran en males ya establecidos. Opino que hay que instrumentar disposiciones que sancionen al equipo local en el estadio donde ocurran estas indisciplinas.

«¿Cuáles? Se me ocurren dos: la pérdida del juego y de la condición de sede por un número de partidos, declarando a su afición no apta para actuar en calidad de anfitrión de un espectáculo que para los cubanos debe ser sagrado. Se puede investir de esa autoridad al comisario que la Dirección Nacional de Béisbol designa para cada partido».

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