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Fortalecen controles antidoping para Juegos Olímpicos de Beijing

Organizadores del certamen y autoridades deportivas han estrechado el cerco con un programa de más de 4500 pruebas de orina y sangre

Autor:

Raiko Martín

BEIJING.— La noticia de la inclusión de Ekaterina Thanou en la nómina olímpica del atletismo griego, atizó los recuerdos vividos hace cuatro años en la capital helénica, donde la velocista protagonizó junto a su compatriota Kostas Kenteris uno de los escándalos de dopaje más sonados de la historia.

Por fortuna, en Beijing se vive hasta el momento sin sobresaltos de ese tipo y anda tranquilo el inmenso ejército mediático que cada vez se hace más notable, tanto en el Centro de Prensa Principal (MPC), como en el recinto donde se generan todas las transmisiones televisivas y radiales.

Pero fuera de esta gigantesca ciudad que está a punto de hacer historia, las noticias sobre el fenómeno del dopaje se generan constantemente, y a la par crecen las expectativas por conocer cuánto han avanzado las autoridades para ganarle el pulso a los tramposos.

Por el momento, reina el optimismo en las filas del Comité Olímpico Internacional (COI) y los organizadores del magno certamen. De conjunto han estrechado el cerco con un programa de más de 4 500 pruebas de orina y sangre, una cifra muy superior a los test realizados hace cuatro años en Atenas.

Pero aunque ello supone un gran paso de avance, no es garantía suficiente para controlar un fenómeno que se ha enraizado en todo el sistema deportivo a nivel mundial.

Desde la directiva de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés) se piensa que el reducido número de análisis positivos pudiera ser uno de los tantos récords que quedarían obsoletos cuando expire la llama que arderá durante los Juegos. «Los recursos que se utilizarán para combatir el dopaje en Beijing son verdaderamente impresionantes», declaró hace muy poco el australiano John Fahey, quien vivirá sus primeras Olimpiadas al frente de esa institución.

Y no le falta razón. Solamente en tecnologías, el Comité Organizador de los juegos ha invertido alrededor de seis millones de dólares, la mayor parte en la adquisición de unos 45 equipos de última generación como cromatógrafos líquidos, cromatógrafos de gases y espectómetros de masas. Según los expertos de la firma proveedora, estos reducen enormemente las posibilidades de que un examen positivo pase desapercibido.

También el dispositivo montado es asombroso. El laboratorio de Beijing, ubicado cerca de las principales instalaciones, tiene la capacidad para analizar muestras durante las 24 horas del día y cuenta con un equipo altamente especializado, el cual fue capacitado en el laboratorio de Colonia, en Alemaia. Además, contará con la colaboración de un centenar de expertos llegados desde diferentes partes del mundo, quienes pondrán su talento a disposición de la transparencia de la cita estival.

Una casa impecable

Una de las políticas más estrictas asumidas por la WADA y los Comités Olímpicos nacionales ha sido la realización de controles previos, al estilo del que hizo «desaparecer» de la Villa Olímpica de Atenas a Thanou y Kenteris, y terminó por marginarlos de aquella competencia.

La redada ha dejado sus víctimas, como el equipo de pesas griego —antes otro escándalo había «borrado» al búlgaro—, y ha hecho mella hasta en las filas anfitrionas, sometidas como nunca a un intenso programa de control.

«Los chinos saben muy bien que todo el éxito de los Juegos quedaría frustrado si cayera sobre ellos la sombra del doping», aseguró recientemente el alemán Thomas Bach, vicepresidente del COI, y esa es la misma opinión de las autoridades locales.

Según Zhao Jian, subdirector general de la Agencia Antidoping de China, hasta hace aproximadamente un mes los atletas habían sido sometidos a más de 5 000 controles, el 80 por ciento de estos fuera de competencias y sin aviso. Principalmente han sido evaluadas las figuras con mayores opciones de triunfos.

«A ellos se les hicieron al menos 15 test en los últimos seis meses», aseguró Jian, y agregó como ejemplo que el campeón olímpico y mundial de los 110 metros con vallas, Liu Xiang, ha experimentado entre seis y siete pruebas de este tipo, además de las realizadas en eventos internacionales.

Hasta la fecha, ocho atletas chinos han quedado vetados de la cita cuatrienal por haber dado positivo en los exámenes antidoping, y juntos a sus entrenadores, han recibido duras sanciones que llegan hasta la suspensión definitiva.

De momento, la natación, el atletismo, el levantamiento de pesas y la lucha han sido los deportes afectados, y el caso más relevante hasta ahora ha sido el del destacado nadador Ouyang Kunpeng, quien no podrá volver a competir tras dar positivo al uso de clembuterol, un esteroide anabólico.

«La sanción a Ouyang es una prueba de nuestra determinación para eliminar los engaños de dopaje entre los atletas chinos. No importa el nivel de excelencia que ya tiene un atleta, él o ella será seriamente castigado si incurre en faltas graves», anunció Yuan Hong, jefa de la Comisión Antidoping subordinada al Comité Olímpico chino.

Se sabe que los organizadores están dispuestos a demostrar al mundo que las violaciones de sus atletas de élite durante la pasada década son historia. Está en juego el prestigio de toda una nación, aun más cuando existen posibilidades reales de destronar a Estados Unidos en el medallero, un triunfo que sería altamente cuestionado si de pronto aparecieran atletas «sobrehumanos», sospechosos de haber consumido sustancias prohibidas.

Cruce de espadas

La cercanía de la cita china ha disparado el interés en torno al dopaje, y las armas disponibles para combatirlo. Mientras algunas noticias lanzan un manto de dudas sobre la eficacia de los métodos de detección, otras llegan con ánimos esperanzadores para quienes sueñan con un deporte puro.

Así, un estudio publicado por el investigador danés Carsten Lundby, basado en un análisis cualitativo en dos de los laboratorios acreditados por el COI, mostró resultados tan divergentes como los métodos para detectar la presencia de eritropoyetina (EPO).

Otros científicos se han unido a los cuestionamientos. Para ellos, los actuales test dejan sin castigo a un grupo de positivos debido a criterios de lectura, todavía inadaptados. Rasmus Damsgaar, un danés involucrado igualmente en la investigación de Lundby, declaró a la BBC que la WADA «está sentada sobre una montaña de casos positivos de EPO. Por ahora, se puede hacer más o menos cualquier cosa, y no ser descubierto».

La polémica llegó pocos días después de la expulsión del prometedor ciclista italiano Riccardo Ricc en el Tour de Francia 2008, después que se encontraran en sus análisis resto de CERA (Eritropoyetina de Recepción y Activación Continua), un tipo de EPO de efecto retardado que nunca antes había sido detectada, y que los deportistas creían invisible.

Desde que la prueba para detectar esta sustancia prohibida fue validada hace ocho años por el laboratorio francés de Chanteny-Malabry, esta ha evolucionado en las variantes alfa y beta. Después de ellas llegaron la nuevas formas como la Dynepo, las EPO biosimilares, y luego las de efecto retardado como la Aranesp y la CERA. Lo anterior obligó a que los criterios de lectura de los viejos test hayan sido readaptados.

En los últimos tiempos, varios casos de consumo de Dynepo han sido detectados, y el caso de Ricc es alentador. Pero lo más sorprendente del asunto, ha sido la forma de desenmascaramiento, al mejor estilo conspirativo.

En entrevista concedida a una televisora australiana, el máximo jefe de la WADA explicó que Ricc había caído en la trampa montada por ese organismo, la cual acordó con una compañía farmacéutica incluir moléculas específicas que ayuden a detectar el consumo de la sustancia.

Según Fahey, «la sustancia fue desarrollada en estrecha colaboración de la agencia y la compañía Roche. Este es el camino. Cuanto más cooperación haya entre científicos y farmacéuticas en la detección de sustancias elevadoras del rendimiento, mayor es la posibilidad de que estas sean detectadas», sentenció.

De momento, y en medio de la incertidumbre que reina aún en torno a la llegada del dopaje genético, la EPO y la hormona de crecimiento humano (HGH) siguen siendo las máximas preocupaciones en la lucha antidoping.

El test para detectar la utilización de HGH, a punto desde los Juegos de Atenas según las autoridades, sigue siendo una incógnita. Aún no se ha detectado el primer caso positivo de esta sustancia, que fue la «vedette» hace un año en el reporte Mitchell sobre el consumo de esteroides en el béisbol de las Grandes Ligas estadounidenses.

Sin dudas, en la lucha contra el dopaje en el deporte no se divisa un final. Tampoco en la lista de sustancias prohibidas, a la cual pudiera sumársele el sildenfil, ingrediente activo de la ya legendaria pastilla de Viagra, bajo la lupa de los expertos por su capacidad vasodilatadora, y la frecuencia con que aparece en las pruebas realizadas a los deportistas.

Y mientras esto sucede, los chinos no han dejado de tomar medidas para librar a sus Juegos Olímpicos de lamentables sorpresas. Reportes de prensa indican que hasta los patos que serán asados para alimentar a los atletas durante los Juegos, se someterán a «pruebas antidoping» para certificar su seguridad.

El director del restaurante Quanjude, famoso por su pato asado en esta ciudad, aseguró que las aves provenientes de un centro de crianza especial designado por el comité organizador, serán sometidas a tres rondas de pruebas antes de llegar a las mesas de la Villa Olímpica. Por lo visto, en esta guerra, hasta en los patos vuela la sospecha.

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