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Enrique Díaz, 700 bases robadas y pa’lante

Autor:

Raúl Arce

Enriquito hubiera preferido alcanzar su base robada número 700 en el Latinoamericano, en la reciente serie de tres partidos contra Industriales; frente a su gente

Enrique Díaz me lo ratificó: «Pienso jugar los últimos años de mi carrera con Metropolitanos».

—¿Los últimos dijiste? ¿Así, en plural?

—Por supuesto, espero que esta Serie Nacional no sea la última para mí, me siento bien de salud y quiero seguir en los terrenos.

Este hombre se nos presenta como un cuarentón —cumplió años el 2 de septiembre— lleno de vigor, y dice que hubiera preferido alcanzar su base robada número 700 en el Latinoamericano, en la reciente serie de tres partidos contra Industriales, «porque a todo el mundo le gusta alcanzar satisfacciones delante de su gente, allí donde lo vieron surgir».

—¿Es verdad que este año pediste integrarte al equipo rojo?

—Exacto. Veo cerca el adiós y con ellos quiero retirarme. Con ellos me inicié, y creo que la experiencia que puedo aportarles, si les transmito lo que he vivido en el deporte, podría levantarles la autoestima, después de que finalizaran en el puesto 16 el año pasado.

Al iniciar esta campaña, el 2 de diciembre, Enrique Díaz sumaba 698 estafas de almohadillas.

—¿No estás aburrido, no es una rutina lo que haces?

—De ninguna manera, me gusta jugar a la pelota (sonríe levemente, y su mirada se desliza hacia donde sus compañeros comienzan el calentamiento, para el tope con la Isla de la Juventud) y disfruto con correr siempre en busca de otra base.

El prolongado expediente beisbolero de Enrique Díaz se inicia en Centro Habana, en la Escuela Mario Muñoz; después ingresó a una Pre EIDE (Escuela de Iniciación Deportiva Escolar) y a continuación al CEDA (Centro Experimental de Desarrollo Atlético); seguidamente transitó por la EIDE, la ESPA y finalmente expandió su pecho, lleno de orgullo, al ingresar en las Series Nacionales.

—Has tenido poca participación internacional. ¿Fue un designio de la suerte o una injusticia?

—Soy parte —no el único caso— de un grupo de jugadores que jamás fueron suficientemente valorados. Yo nunca participé en una competencia oficial en el mundo —solo en topes amistosos con el equipo Cuba B—, ni siquiera porque tengo varios récords de la pelota cubana, y aunque me he entregado en cuerpo y alma a lo que hago. Creo que alguna vez merecí, al menos, ser el pelotero número 24; como en 2003, cuando discutí con Javier Méndez el premio de jugador más valioso, fui la mejor segunda base ofensiva y defensiva del país, y creí que me escogerían para los Juegos Panamericanos.

Una autoridad en las estadísticas, Rafael Guerra, nos actualiza con que el capitalino, en su campaña 23, lidera además en triples (93) y tiene la marca de robos para una temporada, con 55. En cuanto al liderazgo mundial, Rickey Henderson, en las Grandes Ligas de Estados Unidos, robó 1 403 colchonetas de 1979 a 2002, pero en temporadas de 162 juegos.

Licenciado en Cultura Física, inmerso ahora en la búsqueda de una Maestría, Enrique es padre de dos hijos varones. El mayor es Enrique también y a sus 18 años juega en varias posiciones del cuadro. El otro, Jerry, de 13, se inclinó por los vericuetos más tranquilos de la computación.

—Entonces, ¿hay un veterano lleno todavía de juventud en el terreno?

—Si no joven, por lo menos con muchos deseos de mantenerme activo, de ayudar a los nuevos. Como al mismo Carlos Barrabí (hijo), a quien le robé mi base 700, allá en Granma.

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