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La Copa Mundial de fútbol tendrá un nuevo ganador

Nunca antes el trofeo más codiciado del deporte se había paseado por los exóticos parajes africanos, y por primera vez serán España y Holanda los países encargados de marcar el fin y el principio de una historia extraordinaria

Autor:

Raiko Martín

Un mes de alegrías por cuatro años de espera parece, a primera vista, una proporción insostenible. Tal vez por eso cada final de un Mundial se disfruta con una intensidad inusitada, pues es a la vez fin y principio de una historia extraordinaria.

Así, hoy puede ser el último acto de un torneo trascendental y con sabor a futuro. Nunca antes el trofeo más codiciado del deporte se había paseado por los exóticos parajes africanos, y por primera vez serán España y Holanda las encargadas de bajar el telón.

Cada una, desde sus trastocadas concepciones futbolísticas, tendrá la oportunidad de iniciarse entre los «Grandes», y experimentar por primera vez esas sensaciones que solo siete naciones conocen.

Desde perspectivas opuestas se mirará esta fiesta. La mejor España, la que más ilusiones ha despertado entre sus seguidores, se enfrenta a la Holanda menos brillante, pero la más consistente entre sus predecesoras. Y entre la reivindicación de la belleza y la eficacia, pocos se aventuran a elegir, sin que medien los sentimientos y las cercanías, el último vencedor.

Desde el instinto animal sí se atrevió Paul, el pulpo que ha hecho méritos de infalible adivinador desde su estanque de un acuario alemán. Su más reciente acierto se vivió este sábado en la ciudad sudafricana de Port Elizabeth, donde los germanos se consolaron con igualar el tercer puesto logrado hace cuatro años.

Bajo un intenso aguacero invernal, los «chiquillos» de Joachim Löw regalaron al mundo una animada despedida frente a un Uruguay pletórico de motivaciones y orgullos, y que merece un monumento.

Valió la pena ver este partido, siempre de visos melancólicos, siempre animado por la falta de presión. Merecía este Mundial volver a tener en escena al alemán Thomas Müller, y disfrutar nuevamente de la gallarda presencia del uruguayo Diego Forlán. Sin dudas, las mejores imágenes de lo que debe ser una revelación y una confirmación en estas lides. Solo se extrañó el posible récord de Klose.

Ninguno de los equipos, más por lo hecho que por cualquier otro motivo, merecía regresar a casa con las manos vacías. Aún sin Neuer, Lahm, y Podolski, el rearmado equipo teutón nunca fue inferior a su rival. Palió con su mejor técnica cualquier déficit de motivación, y tuvo en el portero uruguayo Muslera al mejor aliado para redondear la faena.

Acostumbrados a no perder el tipo ante la adversidad, los charrúas del «Maestro» Tabarez pusieron sobre el césped las mejores dosis de entrega, y eso les bastó para llevarse los premios de Cavani y Forlán. A centímetros estuvieron de la épica, pero el caprichoso travesaño se ensañó con el último disparo del «Cachavacha», que merecía una mejor suerte.

A falta de un sitio en el podio, Latinoamérica se consuela con tenerlo entre los máximos artilleros de un torneo a punto de cerrar sus cortinas.

Cuando el árbitro inglés Howard Webb dé el último pitazo, el mundo se teñirá de rojo o naranja. Terminará la fiesta, se iniciarán las celebraciones, y en medio de ellas echará a andar la cuenta regresiva de cuatro años, hasta llegar al mes de las más intensas emociones.

A la sombra del Cristo Redentor y arropado por el Pan de Azúcar, Holanda o España exhibirán su primera corona. Tal vez allí, en la meca del fútbol, continúe la historia que hoy comienza.

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