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Aprender cuando toca

La última actuación de Cuba en el Clásico nos dejó un amargo sabor en la boca. No solo por la eliminación —más temprana que lo deseado—, sino por la forma en que sucedió

Autor:

Raiko Martín

Tokio.— Poco antes de nuestro regreso a casa, la selección anfitriona consiguió contentar a los suyos, reunidos por miles en el Tokyo Dome para disfrutar cómo los dirigidos por Koji Yamamoto asegurarían su viaje a las semifinales de San Francisco como líderes de grupo.

Así, se bajaron aquí las cortinas del III Clásico Mundial de Béisbol, un torneo que desafortunadamente nos dejó un amargo sabor en la boca. No solo por la eliminación —más temprana que lo deseado—, sino por la forma en que sucedió.

Pasado el dolor, y con la cabeza más fresca, se imponen las valoraciones necesarias, y que van más allá de lo sucedido en el fatídico fracaso, por segunda vez en la cita, frente a la escuadra de Holanda.

Hace unos días conformé en este espacio una especie de decálogo —pudo ser algo más amplio— sobre lo que, a mi entender, nos debía quedar como legado de nuestra participación en este Clásico. Y no descubría el agua tibia, pues muchas de esas cosas se vienen arrastrando desde las ediciones anteriores.

Lo primero que debe quedar claro y sin margen de dudas es la enorme calidad de los peloteros cubanos y de su entrega por la camiseta. Ahora bien, a ese alto nivel le falta un peldaño, que por más mínimo que sea, siempre hará las diferencias.

Resultó muy evidente que, incluso a los más encumbrados de la nómina, les falta maestría para dominar integralmente los aspectos del béisbol moderno. Casi todos, para no ser absolutos, adolecen de la madurez necesaria para superar los momentos de presión. Y eso no es solamente por edad.

Lamentablemente, como dijo Víctor Mesa el día que asumió toda la responsabilidad del tropiezo, estos son, uno más o uno menos, los mejores jugadores que hay actualmente en el país. Y con ellos se ha luchado aquí hasta el último out.

Mucho se ha hablado y escrito sobre la forma en que fueron dirigidos. Nadie —y aquí sí apuesto por la totalidad— podrá estar completamente de acuerdo sobre este tema, pues cada uno de los que aman y sufren este deporte, ya se ha dicho, tiene su «librito».

A mí me tranquiliza saber, porque lo viví de cerca, que todo el colectivo técnico, encabezado por Víctor y Jorge Fuentes, entregó lo mejor que tenían para preparar esta expedición y llevarla hacia buen puerto. A la luz de los acontecimientos habrá que analizar lo sucedido, y ser justos, por sobre todas las cosas. No compartir una filosofía, una manera de asumir el juego, no significa estar equivocados. Y si bien en algunos momentos las cosas no salieron como se esperaba, en otros la dirección hizo gala de sabiduría y audacia, con resultados notables.

Tocar la bola con sluggers no es una herejía por el simple hecho de pensarlo, pues adelantar un corredor nunca será privativo de un sistema de juego particular. Lo reprochable pudiera ser intentarlo con jugadores que no lo saben hacer bien, a quienes nunca les han exigido tan importante misión, y que nunca se han preocupado por complementar sus naturales dotes. De ese grupo no se salva casi ninguno de nuestros jugadores. Lamentable es que el cuerpo de dirección tenga que, en medio del «combate», hacer labor pedagógica en ese y otros temas. Y de eso tienen su cuota de culpabilidad todos aquellos que en algún momento tuvieron y tienen que ver con la buena salud del béisbol cubano.

Demostrado está que el paso por nuestras Series Nacionales, cuyo nivel hace muchísimo tiempo ha estado en entredicho, no es suficiente para que nuestros peloteros puedan alcanzar un día la estatura de sus rivales. Y digo más. No podemos permitirnos la llegada a ellas con tantas deficiencias a cuestas, pues luego se arrastran hasta estas lides y las definen.

Se impone ahora el análisis sosegado y la toma de medidas oportunas. Quedan, como quedaron después de los dos batacazos frente a Japón en la anterior versión, cuatro años por delante para enrumbar el trabajo, necesariamente mucho mejor que entonces.

A nuestros peloteros y preparadores no queda más que agradecerles el enorme esfuerzo realizado para representar a un pueblo que siempre les exigirá el máximo, pero que también sabrá ofrecerles el aliento necesario para seguir adelante y ser cada día mejores.

Se impone mirar hacia el futuro con más audacia que dudas, pues solo así seremos capaces de sobrepasar nuestro horizonte beisbolero.

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