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Historia de los Juegos Panamericanos

En 1937, Dallas (Estados Unidos) acogió el experimento de una «olimpiada» continental. En 1951 se realizan los primeros Juegos Panamericanos en Buenos Aires. Se había escrito la primera página de una historia que vivirá en Toronto su capítulo 17

Autor:

Norland Rosendo

Primero fue solo una idea. El sueño de una «olimpiada» continental. Luego, en 1937, Dallas (Estados Unidos) acogió el experimento. Si todo salía bien, América tendría Juegos Panamericanos. Y salió bien. Los representantes de los ocho países (incluido Cuba) que aterrizaron en esa urbe se fueron satisfechos.

Tres años después, Buenos Aires fue sede de un importante congreso fundacional. Allí se creó el Comité Deportivo Panamericano, responsabilizado con la organización de los Juegos hemisféricos. La primera edición sería en la propia capital argentina, en 1942.

Pero el proyecto tuvo que dejarle la «cancha» libre a un empeño mayor: evitar que el fascismo se adueñara del planeta. Eran tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

Derrotado Hitler, la vida empezó a recobrar, poco a poco, colores, olores, sabores. La gente sacó de los armarios (de los que quedaron en pie) los sueños truncos.

En 1948, aún con las mordidas de los cañones visibles en muchas ciudades europeas, Londres brindó sus instalaciones para restablecer los Juegos Olímpicos. La ocasión fue propicia para que los representantes de nuestra región efectuaran el Segundo Congreso Deportivo Panamericano, cuyo principal acuerdo fue empezar en 1951 los Juegos Panamericanos en Buenos Aires.

A la urbe austral acudieron más de 2 500 atletas de 19 naciones, entre el 25 de febrero y el 9 de marzo. Los organizadores trajeron el fuego olímpico desde la mismísima Grecia. Fue la única vez en este tipo de certámenes que se compitió en polo sobre césped.

Para la historia de los Juegos quedó que un cubano, Rafael Fortún, fuera el más rápido en la pista de atletismo. Sus veloces piernas le permitieron entrar primero en las pruebas de 100 y 200 metros planos para hombres. Y entre los deportes colectivos, el equipo de béisbol de Cuba también tuvo el mérito de ser el primer campeón.

El medallero de la justa fue dominado por los anfitriones (68 preseas de oro, 47 de plata y 39 de bronce). Después se ubicaron Estados Unidos (46-33-19) y Cuba (9-9-10), respectivamente. Se había escrito la primera página de una historia que vivirá en Toronto su capítulo 17.

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