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El planeta está en modo Mundial (de fútbol). Cuba también. Si del campeonato nacional Sub-23 de béisbol se hablaba poco, ahora se comentará mucho menos; y si iban pocos a las gradas, ahora, aunque estemos en la postemporada, los taquilleros podrán dormir la siesta sin que los molesten tanto. Para colmo, en vez de alejarse el final de nuestro torneo del inicio del megaevento, ha sucedido todo lo contrario. Para mal de nuestra pelota, que sigue siendo, querámoslo o no, vorazmente tragada por el balón.
La semifinal occidental, que debió empezar el domingo a las dos de la tarde, fue aplazada 25 horas (luego, sin mucho aviso, volvieron a decir que a las 2:00 p.m. del lunes) por cuestiones organizativas, pues no estaba garantizado el alojamiento para el equipo visitador, Isla de la Juventud, y los Piratas no pudieron desembarcar en la pradera de los Elefantes cuando estaba previsto, y eso que se sabía, con suficiente antelación, la fecha de inicio del pareo por la corona del oeste.
Así, el play off que debía concluir, a lo sumo, el martes, puede extenderse una fecha más si uno de los dos contendientes no gana los dos primeros duelos, y la final, quién sabe… Entre el clima y otros demonios puede, y dispensen la exageración, prácticamente coincidir con el juego por la Copa Mundial de Fútbol.
Por cierto, Cienfuegos ha sido un líder invisible. Solo una vez han transmitido una subserie de los sureños, a pesar de que ha sido el equipo de más linaje en el certamen.
El campeonato Sub-23 no merece esos desplantes. En ese torneo juegan muchachos que doblarán el turno a partir de agosto en la Serie Nacional élite y otros que han tenido que acelerar su desarrollo ante la emigración de primeras figuras.
¿Y del mentor de Santiago de Cuba para la Serie Nacional? Dicen que, al fin, se sabrá esta semana. Antes del miércoles. Por lo pronto, suena mucho el nombre de Eriberto Rosales, el mismo que dirigió el Sub-23. ¿Será?
