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Ariel: mascota asiática y bate cubano (+Tuit y foto)

Tras su reciente ascenso a las Grandes Ligas japonesas el joven cátcher matancero dialogó en exclusiva con JR

Autor:

Norland Rosendo

Con los asiáticos uno nunca sabe. Ariel Martínez es un ejemplo. El año que, según él, peor jugó en Cuba, lo llamaron para un contrato en Japón. Pese a la sorpresa, hizo swing a una oportunidad que no imaginaba en ese momento y que después supo era casi una rareza para los de su posición.

Desde que su nombre fuera incluido hace poco en el róster de 70 de los Dragones de Chunichi, Ariel no ha desperdiciado los chances de juego, tanto al bate como de regular con los arreos. Su madero suena duro y su mascota no es segunda de nadie.

¿Qué has hecho diferente este año que influyó en que te promovieran después de dos temporadas en la granja del club?

—El bateo, desde la pretemporada he estado pegándole muy bien a la pelota, después seguí así el tiempo que estuve en ligas menores y me abrieron las puertas del equipo grande.

¿Te sentiste frustrado en algún momento?

—Pasé dos años, sobre todo el segundo, sin jugar casi, y eso me preocupaba, pero a la vez era un incentivo para esforzarme el doble.

¿Y qué hacías para superarte?

—Me enfoqué en mejorar integralmente para que se fijaran en mí. Hice énfasis en el swing, el bateo, en la defensa. La clave estuvo en trabajar, trabajar y trabajar.

«Este año terminé lesionado en Cuba, pero haber jugado de regular con Matanzas me dio confianza, mentalmente me ayudó mucho, el juego diario es necesario. El aplazamiento del inicio de la temporada por la pandemia favoreció mi recuperación y pude ponerme en forma óptima.

¿Haber empezado a jugar bajo la dirección de Víctor Mesa tiene algo que ver con tus resultados?

—Llegar al equipo de Matanzas en la era Víctor Mesa fue muy importante para mí, él es un director que le da oportunidades a todos los peloteros, incluidos los más jóvenes. Es muy exigente y me enseñó cómo llevar el juego. Creo que si no hubiera sido por Víctor me hubiera costado mucho más trabajo llegar a este nivel en Japón.

Dices que te sorprendió el contrato, ¿no soñabas con esa posibilidad?

—Sabía que los japoneses buscaban muchachos jóvenes, y ya antes algunos scouts me habían visto. Sus prioridades estaban en un cátcher ofensivo, diferente a los que tradicionalmente tienen aquí, y al parecer algo les llamó la atención en mí, aunque ese había sido en mi carrera deportiva un año para el olvido.

¿Y cómo fue la adaptación?

—Desde el principio comprendí lo difícil que es para un cátcher rendir en este béisbol, porque no es solo defender bien, en cada equipo grande solo dejan jugar cuatro extranjeros, y los de mi posición tienen que aportar al ataque para no ser remplazado por un lanzador u otro bateador foráneo más productivo.

¿Cuál es la rutina diaria de un pelotero en la liga profesional japonesa?

—Te voy a relatar cómo es un día. Cuando estaba en ligas menores, me levantaba a las siete de la mañana, antes de las ocho ya estaba en el estadio, un rato después comenzaban los entrenamientos hasta las 11. A la una de la tarde empieza el juego y cuando concluye sigue la preparación, luego gimnasio y se termina cerca de las seis de la tarde, que es cuando regreso a casa.

«Ahora en el equipo grande, me levanto entre nueve y diez de la mañana, a las 11:30 voy para el estadio en taxi, porque me queda un poco lejos; de una a cuatro se entrena, dos horas después es el partido, al finalizar toca rehabilitación y llego a casa casi siempre a las 12 de la noche. Así es mi rutina aquí, día tras día.

«Por suerte mi novia está conmigo y es de gran ayuda, emocionalmente y para asegurar mi tiempo de descanso, aunque apenas puedo departir con ella».

¿Qué te ha impresionado de aquel béisbol?

—El béisbol es el mismo, pero los receptores de aquí desarrollan mejores técnicas para bloquear las bolas. Los pitchers lanzan muchos rompimientos, tienen un repertorio más amplio, dominan entre cuatro y cinco pitcheos y los emplean todos para imponerse, suelen estar encima en el conteo y no regalan nada, siempre están huyendo la pelota, buscan engañar, más que retar con la velocidad. A nosotros nos exigen que los guiemos bien, eso influye más que los cogidos robando y otras obligaciones de mi posición.

¿Crees que interiorizar la filosofía de juego japonesa determinó que tardaras en subir al róster de 70?

—No lo creo, desde que estaba en ligas menores los pitchers y los coach de receptores elogiaban mi trabajo, los juegos casi todos terminaban con marcadores cerrados y de pocas carreras, lo que sucedía era que no podía mostrar mis potencialidades al bate, me daban pocos turnos a la ofensiva. Creo que también el cambio de dirección del club influyó en que me tuvieran más confianza ahora.

¿Sientes que marcas la diferencia con el bate respecto a los cátcher japoneses?

—Los receptores de este país reciben con seguridad y elegancia, bloquean muy bien y su tiempo de reacción es notable, técnicamente están muy bien preparados; mientras más yo juegue podré recortar diferencias en ese aspecto, porque al bate saco ventaja.

¿Es un asunto de formación?

—Ellos dedican mucho tiempo, más que en Cuba, a la preparación, no pierden ni un segundo de cada jornada, uno nunca está parado aquí. Además, nos ponen a coger rolling en tercera y segunda para desarrollar habilidades en el tiro, ese tipo de ejercicios tampoco se ejecutan en Cuba.

A tu juicio, ¿los jugadores japoneses son mejores que los nuestros?

—No, nada de eso, pero sí disponen de tecnologías y métodos para entrenarse muy superiores, eso contribuye a que necesiten menos tiempo para su desarrollo y consagración. Si en Cuba hubiese la mitad de lo que existe aquí y la serie nacional fuera tan organizada como esta liga, los peloteros tuvieran una calidad superior. Nuestras condiciones físicas, por naturaleza, son mejores, pero muchos posibles talentos se malogran por falta de oportunidades.

¿Cómo son las relaciones con los pitchers?, ¿ya dominas el idioma?

—Lo que sé del japonés lo he aprendido en la convivencia diaria y atendiendo mucho al traductor. El sistema de señas pitcher-cátcher no es lo más complejo, solo hay que estar muy enfocado en el juego; nunca las dictan del banco, es un asunto entre nosotros dos, pero el lanzador sí tiene que estar muy atento porque a él sí le envían señas del banco, a través de los jugadores de cuadro, para evitar jugadas del contrario.

Y cuando le recibes a Raidel Martínez, ¿te presiona que sea cubano?

—Nosotros nos llevamos de lo mejor, él tiene muchos recursos para dominar. Ojalá fuera su cátcher todos los días.

—Compartes equipo también con el cubano Dayán Viciedo, ¿cómo son las relaciones entre ustedes?

—Viciedo es tremendo pelotero, muy respetado por sus compañeros y rivales, me aconseja, me está dando ánimos siempre. Él y Omar Linares, quien trabaja con el equipo, son como mis padres aquí.

¿Tienes en planes hacer una larga carrera en Japón?

—Soy joven, aunque no hay mucha tradición de receptores extranjeros aquí, creo que puedo establecerme en este béisbol.

Por lo que cuentas, dispones de poco tiempo libre durante la temporada, ¿en qué sueles emplearlo?

—A mi novia y a mí nos gusta el cine, es en inglés, pero con tecnología 3D, y nos relajamos mucho, igual que en los parques temáticos, aunque ahora no se puede ir por la pandemia de COVID-19.

¿Y la comida japonesa?

—Algunas me gustan, otra son muy extrañas y solo las pruebo por hobby; vamos más a un restaurante que vende pizzas italianas muy ricas.

En Cuba, ¿qué proyectos deportivos te quedan?

—Con la selección nacional sueño con ir a los Juegos Olímpicos y a un Clásico Mundial, y con los Cocodrilos de Matanzas aspiro al bicampeonato y a que ese equipo marque una era en el béisbol nacional, se lo merece.

Se dice que puedes marcar una época en la receptoría cubana como Ariel Pestano, ¿crees que puedes ser su continuidad?

—Eso está muy difícil, su trayectoria deportiva es muy grande, es una gloria de nuestro béisbol, igual que el difunto Juan Castro, pero me seguiré esforzando para llegar a su altura. Al menos eso intento todos los días.

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