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Dos jóvenes actores y una boda de película (+ Fotos)

El eterno idilio de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni se multiplicó en la vieja casona de la familia Simoni Argilagos, devenida museo, donde cada año se reeditan sus bodas, realizadas en 1868. Recientemente se dieron cita allí dos jóvenes actores que, aunque no son camagüeyanos, tienen en esta tierra el escenario de su amor

Autor:

Yanetsy León González

Es una historia real, pero en sus rostros y en la intención de hacer coincidir el casamiento con el día del aniversario 151 de la boda más simbólica de Cuba, pintaba bien como el argumento sacado de una obra de ficción.

Y no andaba lejos esa idea, al menos para el Camagüey donde empezó como una pareja de película, en los días previos a la filmación del largometraje que logró rodar Rigoberto López, aún esperado con ansias por los fervientes seguidores de El Mayor.

No era para menos porque él, con 29 años de edad, ponía el empeño para representar con hidalguía a Ignacio Agramonte, un patriota sin parangón; y ella, con 28, llevaba el peso de asumir con dignidad el papel grande de la extraordinaria Amalia Simoni.

Tal vez la fascinación venía de antes, pero sin dudas el encanto mutuo se volvió pasión en aquellos momentos difíciles de imaginarse y convencerse en una época lejana, de grandes renuncias y sacrificios por encima del amor propio.

Foto: Bárbara Suárez Ávalo

A la vuelta de un año y medio han regresado a la Casa Quinta Simoni sin los vestuarios de personajes, pero hermosos con sencillez y gestos de miedo escénico atajado a tiempo, porque hubiera sido el colmo de dos actores profesionales.

Foto: Bárbara Suárez Ávalo

La ceremonia implicó el tránsito por dentro de la casa hasta la galería donde aguardaba el notario para oficializar el sí, luego la promesa con los anillos, el Ave María interpretado con cuerdas de violín, la salida al patio de los pavorreales para la ofrenda a Amalia; y después el abrazo al Agramonte de la plaza de la Revolución.

Este casamiento ha sido una excepción. A la altura de la edición 25 de las Bodas Simbólicas, es la primera vez que no se casan dos camagüeyanos, sino un habanero con una pinareña.

Claudia Tomás y Daniel Romero Foto: Bárbara Suárez Ávalo

El 1ro. de agosto, el día preciso, se juraron la entrega sin límites; y no costó nada imaginar la felicidad al fundar el remanso de hogar que las circunstancias históricas truncaron a la venerada pareja del siglo XIX.

Como en asuntos del amor no hay reglas infranqueables, ¿quién podría resistirse a la petición de dos cubanos buenos? En definitiva, Claudia Tomás y Daniel Romero no quieren ni pueden contar la historia de sus vidas sin Camagüey. Ni Camagüey sin ellos. 

Foto: Bárbara Suárez Ávalo

(Tomado del periódico Adelante)

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