La confluencia de los cauces del Cauto y el Contramaestre puso el nombre —Dos Ríos— al sitio donde cayó en combate José Martí, hace 130 años. Aunque suene científicamente imposible, bien podría llamarse «Dos Soles» aquel pedazo de tierra que presenció el duelo entre ambos astros y vio morir a uno, abatido por las balas de alguien que no sabía cuánto estaba matando, aquel 19 de mayo de 1895.
Era septiembre de 2024. El viento fresco acariciaba el rostro de un grupo de jóvenes latinoamericanos. Entre risas nerviosas y miradas asombradas, contemplábamos la silueta de la Gran Muralla de Juyongguan, situada en un valle rodeado de montañas. Para mí, un cubano «acostumbrado» a alturas como la del Pico Turquino, en plena Sierra Maestra, aquella inmensidad de piedras y leyendas era algo distinto por completo. No era solo una maravilla. Era un desafío.
EL príncipe heredero saudí, Mohammad bin Salman, ofreció el martes al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, una acogida propia de un monarca, con quién suscribió acuerdos de alcance estratégico.
La experiencia de la Academia Abel Santamaría, aquel espacio donde el joven abogado Fidel Castro Ruz y los moncadistas transformaron la adversidad en una oportunidad para la formación revolucionaria, no debe quedar relegada como un mero capítulo heroico de nuestra historia.
LA mayor parte de mi generación guarda alguna huella imborrable de Rusia en Cuba.
La Revolución nos abrió todas las puertas de una vida mejor, pero enseguida también aparecieron las adversidades.
Ha...
Hace más de 130 años su figura se eternizó y aún continúa inspirándonos «…con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido…», como la describiría José Martí tras visitarla en Kingston, Jamaica; y su ejemplo es asidero para las cubanas cuando los tiempos aprietan.
Entre la humareda negra con olor a plomo y el caos en Berlín, y una ciudad devastada por la guerra, se abría paso desde lo alto del edificio Reichstang en mayo de 1945 la bandera de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sobre la urbe doblegada ondeaba el estandarte de la hoz y el martillo, como símbolo inobjetable de la derrota de la Alemania Nazi frente al empuje del Ejército Rojo.
Dicen que fueron días alegres, con gente en las calles que bailaban y se besaban. En Nueva York un fotógrafo podía pedirle a una muchacha que se dejara besar por un soldado que no conocía para luego poder tomar una de las fotos más emblemáticas de aquellos tiempos. En un Berlín en ruinas, sus habitantes sentían el sobrecogimiento que aparece cuando lo peor ya había pasado; y así se asomaban a las ventanas para ver el amanecer de un nuevo día.
A solo horas de vivir uno de los momentos más importantes en muchas familias cubanas, el sueño queda relegado a fin de volver una y otra vez sobre los contenidos que pudieran medir si se está apto o no para obtener la carrera universitaria soñada, o como mínimo solicitada.