Con el paso del tiempo me convenzo más de que hay pasajes de nuestra memoria nacional que necesitan ser despojados de la cáscara gris de la repetición. Son hechos que piden a gritos un relato que despierte la piel y se conecten con los sentimientos.
Diciembre siempre llega sin avisar mientras una está distraída. De pronto aparece el último mes como un recordatorio, no solo de lo que pasó, sino de lo que no pasó o queda por hacer. De los planes que quedaron a medias, de los deseos que nos habita.
El vicio de las «fuentes anónimas» en la guerra de Estados Unidos contra Venezuela ha convertido la mentira en un santuario cómodo y rentable. Bien lo advirtió Montaigne hace siglos: «El deterioro de la verdad tiene miles de aspectos y un campo indefinido. Los pitagóricos afirman que el bien es cierto y finito; el mal, infinito e incierto».
Desde hace varias semanas ha sido noticia el seguimiento a los casos de arbovirosis. Y se dice noticia por lo nuevo; porque lo que ya no resultaba novedoso, sino bastante tormentoso, es el estado de los desechos en ciudades y localidades del país.
Washington, 11 de diciembre de 1898. Ese día, todos los cubanos dignos, tanto dentro como fuera de la Isla, se estremecían con una noticia impactante, a la par que dolorosa: de forma repentina, lejos del país al que dedicó su vida y a la edad de 59 años, fallecía el Mayor General del Ejército Libertador, Calixto García Íñiguez.
Algunos ni lo conocen. Para otros resulta su brújula imprescindible. Y ahora ya va creciendo el número de quienes deciden ignorarlo. Lo cierto es que en El Toque se han autotitulado analistas del comportamiento del mercado informal, e intervienen en la guerra informativa contra Cuba… mediante una manipulación que nos desprecia.
Algo de polvo cósmico, del inicio del mundo. De tenue chispa, de perpetua pregunta. La mirada de un anciano es un espejo roto. El rostro es el envés, la nervadura. Pasan en cabalgata, así nomás, frente a nosotros. Hunden sus manos en la tierra, toman la escoba cual un extraño cetro, recogen lo que pueden para sobremorir, aderezan lo áspero, lo ignoto. Reinan en su pequeño espacio. Se atreven a esperar más allá donde ya nadie espera, donde ya nadie ve. Y sin embargo, son la hebra, la hebra de la vida.
SE proclamó como «un ideal común para todos los pueblos y naciones» el 10 de diciembre de 1948, cuando solo 58 Estados formaban parte de la ONU. Está traducida a más de 500 idiomas y no podemos olvidar que su Preámbulo comienza con esta aseveración meridiana en sus Considerando: «… la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana». También señala acusatoriamente a «los actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad».