Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Prefiero un hasta pronto

Debemos cuidarnos y contribuir a la protección de los cubanos y cubanas, que al final somos la familia en unidad, debemos cumplir lo que se ha orientado y transmitir tranquilidad y confianza

Autor:

Juventud Rebelde

Cambia la rutina diaria, nos distanciamos de la Universidad y físicamente estamos lejos de los amigos, los compañeros del día a día que, como familia, compartimos alegrías y los avatares de la vida, y también esos profes consagrados que nos transmiten conocimientos con dosis de ternura y esmero.

No es un adiós y mucho menos vacaciones, nos vamos porque debemos cuidarnos y contribuir a la protección de los cubanos y cubanas, que al final somos la familia en unidad y afecto. Cumplir lo que se ha orientado y enseñar a los demás, transmitir tranquilidad y confianza en nuestro sistema de salud y en la dirección del país.

Lo dijo nuestro presidente «viviremos y venceremos», pero es una tarea de todos, y la mejor forma de lograrlo es siendo disciplinados, conscientes de la gravedad del problema, y permanecer en casa. Es una oportunidad para estudiar lo que se nos orientó en la Universidad y profundizar en los conocimientos, tendremos tiempo para leer, escribir y pensar en lo bueno de la vida y como revertir lo negativo en positivo.
Un sentimiento me estremece cuando pienso en mis amistades y compañeros. Ya se extrañan y mucho. Es inevitable sentir preocupación por su salud y la de sus familias. Decir adiós hoy cobra otro significado, así que prefiero un «hasta pronto», así me haré la idea de que los veré dentro de muy poco tiempo, con la misma luz que noté en sus rostros cuando conversé con ellos y les transmití optimismo, pero la preocupación no era fácil de ocultar.

Esta vez no fueron abrazos ni besos, sino codos amigos, palmadas en la espalda o iniciativas con el mismo mensaje, una despedida que transmitía confianza. Aunque hubo quien desafió la suerte y no pudo evitar dar un fuerte abrazo, motivado por la emoción del momento, o una ráfaga de besos con sabores conocidos por estos días.

No permitiré que las lágrimas hagan lo suyo, así no somos los que tenemos esperanzas, y si se me escapa alguna será de alegría. En algún momento escucharemos los cánticos de la victoria y diremos «vencimos». Pero luego de cada batalla no solo hay banderas enarboladas por la victoria, sino también por los que cayeron y serán recordados como los valientes a quienes la vida se les arrebató en el instante que la muerte dió su mejor golpe y supo ser más veloz que las ansias de vivir.

En busca de la verdad encontraremos mentiras disfrazadas de superhéroes de manos de los que se creen portadores de la razón y no ven el resultado de sus acciones. Todos pensamos diferente y eso se respeta, pero en ocasiones el caos nace de la misma semilla de la frondosa y fértil razón, y tener la razón no es que un criterio prevalezca por encima de otro basado en el sentir individual y fertilizado desde el norte conocido, sino ver la realidad y llegar a conclusiones fundamentadas y coherentes.

Haré de mi casa, mi templo para meditar, para conversar conmigo mismo, escucharme y luchar contra los malos pensamientos. La historia tiene momentos únicos e irrepetibles, con sus protagonistas, y ahora nos toca a nosotros, las nuevas generaciones junto con los que ostentan la experiencia, escribir en estas páginas con tinta permanente y letras en mayúsculas lo que nos ha tocado vivir y superar. He ahí el mejor ejemplo de que no se olvida el pasado, porque esa es la mejor fuente de sabiduría y consciencia; porque un día se hablará de los que superaron la enfermedad con unidad, organización y una conducción merecedora de reconocimiento mundial, y con un sistema de salud de avanzada al alcance de todos.

Dentro de 100 años nadie podrá contar la historia tal cual ocurrió y será en las páginas del pasado donde habrá respuestas, por lo que los convido a ver con sus propios ojos, no con gafas imperialistas, pero vean y observen sin patrones implantados: háganlo con transparencia, que prime la realidad.
Tomen de la mano a los valores, llévenlos como buenos amigos a todas partes, cultiven la modestia, el desinterés, el amor, la sencillez y el respeto. Queda demostrado que la riqueza es y no es, que se tiene y se deja de tener, que no es más importante que la vida y que compartir y ayudar a los demás multiplica la riqueza espiritual que, es cierto, no compra objetos ni revitaliza la economía personal, familiar o de la nación, pero enaltece la moral del pueblo y prestigia y enorgullece a Cuba.

No hay un pensamiento futurista que vaya más allá de la pandemia por la que atraviesa el mundo, todos quieren que acabe ya, que se detengan los contagios y las muertes, que los números bajen al mismo ritmo con el que  ascendieron estrepitosamente.

Muchos no miden la gravedad de sus acciones deliberadas, no tienen percepción de riesgo y andan como si no pasara nada, aún cuando la dirección del país ha insistido en permanecer en los hogares. Ciertamente un dicho los ampara: Nadie conoce el dolor ajeno, hasta que lo vive en carne propia. Pero esto va más allá de la indolencia personal, por lo que no se puede esperar a males mayores: desde ya hay que actuar responsablemente.

Mis amigos, que entre pantallas hemos encontrado el mejor modo de simular que todo marcha normal. Sentimos la necesidad de los demás, de las noches en la plaza Mella, entre bromas y discusiones sobre el deporte; del abordaje del tema semanal en los CineClub e, incluso, de la, muchas veces criticada alimentación en el comedor.

En el aula, donde siempre se aprende, se suscitaban debates profundos que algunos están a medias y pretendemos terminar cuando nos reincorporemos, pero lo que parecía aburrido y cotidiano hoy se recuerda con añoranza. Cierro los ojos y la memoria me envía más recuerdos: la recreación, que para algunos era una simple pregunta y para otros una tarea garantizarla, o la programación de Radio Cucalambé, la emisora universitaria, que convidaba a la plaza y pasillos, ansiosos por la pregunta de participación y los temas musicales que preferían.

¡Cuántas experiencias vividas! Pero cuando regresemos, a las puertas del XV Aniversario de la Universidad de Las Tunas, prestaremos más atención a todo lo que se mueve en la comunidad universitaria, para extrañar menos.

Espero estén todos bien y que se cuiden, así como a su familia. En tiempos de coronavirus, optimismo y confianza en la Revolución. Todo tiempo futuro ha de ser mejor, nos enseñó Julio Antonio Mella.

Un abrazo digital.

Dayron Martínez Rodríguez
Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria de la Universidad de Las Tunas.

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