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De cuarentenas y viajeros en Artemisa

No bastan cintas amarillas y rojas para detener un virus que ha puesto tenso al mundo entero. No alcanzan las leyes escritas: se necesita la exigencia de su cumplimiento

Autor:

Sailys Uria López

ARTEMISA.— Patricia María Guerra, estudiante de la Universidad de La Habana, añora el momento de graduarse. La COVID-19 le ha impuesto el reto de estudiar online y terminar un año mediante la tecnología, y ahora, cuando todo parecía más en calma, vive el confinamiento en el municipio de Alquízar.

«La cuarentena es triste, pero necesaria. Realmente creo que no deben demorarse las medidas restrictivas. Ciertamente mis insatisfacciones e incertidumbres son mayores ahora. Los carretilleros y particulares casi todos están cerrados. Es cierto, muchas veces son criticados por los precios elevados o la calidad de los productos, pero si no hay nadie, los más perjudicados somos los pobladores».

A Patricia le preocupan temas vitales como la compra de alimentos, los medicamentos y la regularidad con la cual reparten los módulos de aseo y productos frescos de las cadenas de tiendas.

Sus coterráneos Sócrates Matos y Olga Castillo, matrimonio de profesores de la Universidad de Artemisa, a quienes la cuarentena les transformó los días, cuentan otra historia. A diferencia de Patricia, ellos llevan más de diez días confinados. Ya la incertidumbre pasó y ahora la continua entrega de suministros les hace despejar un poco la preocupación de no poder salir de casa.

«Muy cerca de nuestro edificio había comenzado a circular el virus. A tres días de marcar el territorio como zona roja, empezaron a llegar las opciones de alimentos, incluidas viandas y hortalizas. Además, las autoridades locales hicieron llegar un módulo mixto con productos de alimentación y aseo», aseguran.

La doctora Eiglys Argudín Somonte, directora de Higiene y Epidemiología en la provincia, explicó a Juventud Rebelde que solo en diciembre se acumularon 284 casos de todos los municipios, un número elevado comparado con los meses anteriores, sobre todo noviembre, que reportó 24 positivos.

Alquízar, Guanajay y Bauta presentan ahora la situación más complicada de la provincia. No hay eventos abiertos en Artemisa, pero se trabajan unos 67 controles de foco, dijo Argudín Somonate, quien asegura que las personas tienden a minimizar la enfermedad.

«Pocos se detienen a pensar que acumulamos en el territorio tres fallecidos a causa de este padecimiento, y no todos asumen conductas responsables ante las circunstancias actuales. Tampoco los viajeros han cumplido cabalmente lo establecido», asevera.

No bastan cintas amarillas y rojas para detener un virus que ha puesto tenso al mundo entero. No alcanzan las leyes escritas: se necesita la exigencia de su cumplimiento. Tampoco bastan las líneas para alertar sobre la posibilidad de enfermar, la imperante necesidad de cuidarnos y valorar el escenario complejo que implican las cuarentenas y medidas restrictivas en cualquier comunidad.

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