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Una preguntica

Amigo Floro, por supuesto que la ausencia de información crea mucha problemática en el buen desarrollo de una acción comercial, cualquiera que esta sea. Muchas veces adrede (para manipular los precios) y otras sin intención secundaria, simplemente por falta de hábito

Autor:

JAPE

La cola o fila, según el meridiano que atraviese la región, en la bodega o mercado, según el objeto de venta, era extensa e intensa a causa de la cantidad de personas que la constituían y la cantidad de rayos solares que la acariciaban. La Habana se dejaba «arrullar» por unos 35 grados Celsius, que a las 11 y 30 de la mañana parecían 70. Una señora, fresca como una lechuga y madura como un tomate rojo, se acercó a los primeros y preguntó:

—¿Puedo hacer una preguntica?

Menos mal, pensaron algunos que se sorprendieron al ver que no inquirió por el último. Sí, porque por alguna razón desconocida, en Cuba hay dos cosas que caracterizan el encuentro cercano con una cola:  primero se marca y después se pregunta que hay, qué venden. Y por lo general la gente pregunta el último al inicio de la cola… ¡quizá lo hacen para orientarse mejor!

Los primeros se miraron. Algunos con la mirada, otros con un movimiento de la cabeza asintieron al pedido. La señora sacó tres libretas de abastecimiento de la jaba que portaba y sin importar nada más (pues había pedido permiso) comenzó a debatir con el bodeguero, durante varios minutos, acerca de qué le tocaba, qué le faltaba, cuándo se vencía tal o más cual producto, si este era el mes de aceite o había que pasársela sin aceite, cuándo llegaba la dieta de la leche amarillita; si ella, que nació en el 1960 ya podía coger yogur para adulto de más de 65 años… hasta que alguien de la cola le gritó:

—¡Señora, saque la cuenta usted misma y deje avanzar la cola!

—¡Eh, qué te pasa tú, yo pedí permiso! —respondió ella más oronda que Pilar.

De esta manera narra mi amigo Floro, en una pintoresca viñeta sobre las colas cubanas, las características de esta acción popular que se ha agudizado en tiempos de pandemia y amenaza con convertirse en un modo de intercambio social endémico. Estas y otras nuevas formas de abordar nuestro costumbrismo propone mi querido cofrade en su próximo libro: La nueva normalidad y algunas anormalidades.

Junto a este fragmento Floro me cuestiona: «Estimado Jape, ¿eso de hacer «una preguntica», que inoportuna el buen desarrollo de la cola, no será un efecto que causa la falta de comunicación e información que abunda en todos nuestros centros comerciales? Sería bueno rescatar un puesto laboral dedicado a la información y a satisfacer todas las dudas (que por supuesto pueden existir) sin que perjudique la feliz marcha de la extensa e intensa cola».

Amigo Floro, por supuesto que la ausencia de información crea mucha problemática en el buen desarrollo de una acción comercial, cualquiera que esta sea. Muchas veces adrede (para manipular los precios) y otras sin intención secundaria, simplemente por falta de hábito.

En lugares como la farmacia, donde fluctúa tanto la presencia de los medicamentos (por las razones que ya todos conocemos y sin ánimo de crear «sospechas» ni malas intenciones) sería saludable (ya que de salud se trata) que alguien estuviera al tanto de brindar la información detallada para evitar largas filas y pérdida de tiempo.

No sé si procede este señalamiento o sugerencia para quienes estudian y encauzan los contenidos, cargos y proyecciones laborales… Lo cierto, estimado Floro, es que la nueva normalidad que nos espera debe estar muy llena de información, transparencia y comunicación.

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