Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Felicidades, Morenito!

Nuestro fotorreportero Juan Moreno Hernández acaba de merecer el Premio de Periodismo Deportivo por la obra de la vida. Detrás del lente hay una gran historia humana

Autor:

Víctor Joaquín Ortega

Flaco como el hilo con que la madre zurcía camisas, pantalones y medias, en el intento de agregarles más tiempo de uso y no molestar el lesionado bolsillo del progenitor, le brincaba el deseo de hacer algo hermoso. En su sitio natal, donde estuvo el central Eduardo García Lavandero, de Artemisa, no tuvo oportunidad, de niño y adolescente, para hacer ejercicios o practicar deportes, ni consumir una dieta anunciada en diversas publicaciones favorables para el constructivismo y las contracciones a lo Charles Atlas. Juan Moreno Hernández es uno de los ocho hijos del matrimonio integrado por  Juan, trabajador azucarero, y Dolores, ama de casa.

De verde olivo estaba al responder a un llamado de la Unión de Jóvenes Comunistas, cuando conoce de aquel Festival Deportivo-Cultural de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Entonces se dice: «Tengo que inventar algo para estar en eso».

Trata de cantar: el maullido de un gato en celo es más agradable. Un esquimal baila mejor el guaguancó. Literatura: corazón y melón es su adorada rima. Béisbol: un gran borracho con la majagua, ponche tras ponche. En los files: ¡Su guante tiene un hueco! ¿Voleibol, baloncesto, tenis de mesa...? «Estos líos nunca los conocí en mi central».

«Cualquiera se faja y con entrenar un poco, se inscribe en boxeo». Ante la pregunta de ¿Usted tiene experiencia?, responde: «Montón de veces he intercambiado golpes en mi pueblo con gente que me saca media palma de estatura y más libras que el puerco más grande de mi tío. Y me defiendo, compañero».

Anda feliz: tenis, short, camiseta con el número 3 224; el entrenamiento con guantes y todo. Alegre también por la alimentación reforzada. «Estoy como el majá después de jamarse el pollo».

Arriba el gran día. El jefe de la unidad está esperanzado con la escuadra pugilística de la tropa a su mando. El mosca Juan es el primero en subir. Kid Betún en la esquina contraria. El artemiseño imita poses y danzas que alguna vez presenció en su terruño. ¡Gong!. Lanza un... Le esquivan el ramalazo y el oponente riposta con un derechazo a la mandíbula. «¡Levántese, Moreno; vamos, Moreno...!» Le podían contar mil. Agua por el rostro. Toalla que envía aire hacia el anestesiado.

—¿Te sientes mejor, mijo?

—Ahí, ahí... 

—¿Dónde había peleado usted antes?

—Bueno...es que... mire, Comandante, realmente nunca me había subido en esa cosa, pero fajarme sí, como veinte veces...

Morenito termina cortando marabú, cualquier otra hierba mala en la unidad, durante el tiempo del Festival.

Otra vez en el ring

—¡Oye, con el boxeo no quiero bromas!

—Vamos a hablar de tu profesión que tiene tanto de cuadrilátero.

Por esas vueltas de la vida, regresó al boxeo —más bien a todos los deportes— como reportero gráfico. Él y sus cámaras han sido testigo y han dejado ricos testimonios, hace casi 50 años, del bregar de los atletas cubanos en la Patria y en lides foráneas. El boxeo y el béisbol son sus especialidades, y en ellas consiguió varias de sus mejores fotos.

—Está bien, aunque nunca más me batí entre las cuerdas. Debut y despedida en aquel festival: noqueado por una derecha y vuelto a noquear por tanto machete que di.

—Pero tuvo una pelea al lado del ring en 1987...

Décimos Juegos Panamericanos. Atrapa los triunfos de nuestros púgiles con su cámara. El próximo combate será entre... ¡Un grupo de gusanos quiere ultrajar la bandera de la estrella solitaria!  Ignoran que nunca está sola. Sobre ellos, la furia de los patriotas. Puñetazos van y vienen: la peor parte, para los apátridas. Morenito tira dos o tres fotos antes de pelear a camarazo limpio. Después de evitar la canallada...

«Oye, viejito, ¿dónde aprendiste a pegar así? Ni Stevenson. Pero le diste a todo el mundo: ni nosotros nos salvamos», le comenta el entrenador Alcides Sagarra.

Vilo Acuña

¿Cómo llegó al oficio de cazador de imágenes? le pregunto, y su respuesta es inmediata «Por Vilo Acuña, por Joaquín...». Entonces, nos transporta a cuando ingresa en la unidad militar 1700. Campo de adiestramiento. Ataca los obstáculos, mochila al hombro, fusil entre las manos, «y un peso de mil libras en cada bota que yo sentía».

Enganchado por la cintura en el primer valladar, el arma delante. Fracasa tres veces más. Un hombre fornido, de faz bonachona, boina ladeada, con la estrella en el cuello del uniforme, se acerca y le dice con tono cariñoso: «Guajiro, ¿qué le ocurre?». «Me es muy difícil, Comandante»,  le responde apenado a Vilo Acuña.

«Bueno, a mí me hace falta un segundo ayudante», le expresa mientras lo ayuda a reincorporarse. A la siguiente mañana es su «segundo asistente» y, junto al verdadero, trata de ser útil mientras es feliz con esa vida tan ligada a un héroe que no se cree héroe y le enseña de manera natural. De origen campesino son los dos, se comprenden: el más joven gana robustez al lado de un jefe tan fuerte de alma y de cuerpo.

«“Oye, guajiro, ponte la gorra... Guajiro, abróchate bien el cinturón”, les decía a los jóvenes para ayudarlos. Solo lo vi bravo de verdad cuando el cocinero le preparó un almuerzo especial; fue al comedor y vio que lo nuestro era muy inferior. ¡Cómo le soltó cosas! “¡Qué sea la última vez que me pongas una comida distinta a la de ellos! El único chicharrón que me agrada es el de puerco”».         

Convocatoria para un curso de corresponsales de guerra

Vilo con el diario en la mano, le dice en cierta ocasión: «Me han dicho que le interesa este curso...». Y ese sábado lo conduce al centro donde imparten las clases tan ansiadas por el joven. Allí lo deja más contento que un pelotero que ha bateado un cuadrangular con las bases repletas. Por eso, es el asombro cuando entra el lunes a la unidad y lo encuentra...

«Me rechazaron porque no tengo suficiente nivel, no pasé del quinto grado», le cuenta al jefe.

«Enseguida respondió: “Menos tenía yo cuando me ascendieron a Comandante. Mire, si usted se compromete conmigo y me asegura que va  a aprobar, lo meto en el curso”». Y aprobó.

El difícil exámen de la vida

Recuerda el acto efectuado en 1970 en el malecón habanero tras el regreso de 11 pescadores secuestrados en alta mar por la CIA. Fidel anunció en esa concentración que la zafra de los Diez Millones no se iba a cumplir, pero levantó el ánimo de la concurrencia con sus palabras optimistas en la Revolución.

El director del periódico, Jorge López Pimentel,  estaba en la tribuna y Moreno, entre la muchedumbre. «Él me hacía    señas de que tirara fotos, pero yo entendí que me sumara a los que alzábamos los brazos en apoyo a las palabras de Fidel.

«Cuando llegué a Juventud Rebelde, Jorge me dice: “¿Y las fotos?”, y yo: “Ay, no tiré ninguna. Me emocioné con el Comandante. Me olvidé que tenía una cámara colgando del cuello”».   

Pero poco a poco el fotógrafo fue avanzando y ganando madurez avanzando. Libros, la propia vida en su auxilio; y él, buscando el borde delantero de los acontecimientos como persona, como profesional.

La existencia en juego

No olvida aquel inicio como fotógrafo: junto a Guillermo Cabrera en un recorrido por Realengo 18 en busca de huellas y remembranzas sobre Pablo de la Torriente Brau. Más que romper las botas, se rompió los pies con ampollas y dolores. Magnífico bautismo de fuego.

Audaz en la búsqueda de las mejores tomas, arriesga hasta la vida. Vuelta Ciclística a Cuba. 1986. Moreno en la meta. «¡Ahí viene el puntero!», gritan.. El fotorreportero ora se arrodilla, ora está levantado, ora vuelve a arrodillarse, cámara entre las manos. Vienen... La gente, del brazo de la imprudencia, se lanza cual bola. Choque con el fotógrafo. ¡Los ciclistas...! ¡Cuidado...! Juannnn. La avalancha. Al suelo. Lo golpea uno de los vehículos de dos ruedas. El clikcaso antes de perder el conocimiento.

Hospital. Puede quedar inválido. Los médicos temen por su vida. Rebasa. Sobre la cama, con molestias en la cabeza y el cuerpo, sonríe y muestra una foto grande del clásico en la primera plana de la publicación de la juventud cubana: «Es la mía: ¡no fallé!» Crecido en lo humano, en lo reporteril ha cubierto Juegos Olímpicos, Centroamericanos y Panamericanos, Mundiales e infinidad de certámenes del país.   

Acumula varios premios en diversos concursos nacionales. Ha sido secretario del comité del Partido en su centro de trabajo, delegado del Poder Popular en su circunscripción, dirigente zonal de los Comités de Defensa de la Revolución... Defensor de lo correcto y las verdades útiles. No abandona el humor… Buen conversador, cuídese de sus chistes, sus bromas, sus imitaciones...

«El mundo es chiquito. Estuve en Angola y Etiopía como internacionalista. Fui como instructor político. A los que íbamos a asumir ese papel, nos presentan en la comandancia. Me tocó un batallón por la selva. En cuanto llega el jefe, yo no sabía dónde meter la cara. Pasa revista...Me mira fijo. Creo que me ha reconocido... El discurso. Al acabarse el acto, me llama aparte, —era el mismo jefe de la unidad cuando Kid Betún me tiró a la lona—, y me dice: «Espero que usted sepa ser instructor político; todavía no me he olvidado de lo que me hizo como... boxeador».

Y ahora me comenta feliz después de unas cuantas carcajadas: «Te aseguro que en ese cargo no me noquearon».

Vea aquí una muestra de su obra

Teofilo vs Milian. Fotos: Juan Moreno             

   

   Iván Pedroso

Mijail López

Reinieris Sala

Rafael Alba

Industriales vs Ciego de Ávila

Equipo de Voleibol masculino

 

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