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La mordida por dentro

Ganó el equipo más maduro, compacto, hecho para un gran resultado, que puede, incluso, abrir una era dorada. Su adversario, más joven, en construcción aún, se vislumbra como uno de los próximos candidatos al título

Autor:

Norland Rosendo

Aunque ambos equipos disponían de buenas herramientas para alzar la corona del campeonato cubano de béisbol, los Cocodrilos supieron manejar mejor las suyas y aprovechar las brechas dejadas por el contrincante.

El tijeretazo a la semifinal para no comprometer, de nuestra parte, la presunta asistencia a la Serie del Caribe en San Juan, Puerto Rico, con todos los inconvenientes derivados de las restricciones estadounidenses para otorgar visado a cubanos residentes en la Isla, no impactó en el resultado final de esa fase, ganada por los ocupantes de los dos primeros lugares durante la etapa regular.

Matanzas dejó en el camino al rey de la temporada anterior con una seguidilla de tres victorias tras el revés inicial. Aunque apenas pegaron un jonrón ante Las Tunas, supieron producir las carreras necesarias y el mentor Armando Ferrer fue muy consecuente en el manejo de sus lanzadores. Evitó agotamientos y a Yamichel Pérez, el «zurdito» de oro, lo empleó como cerrador. 

Los Toros de Camagüey se impusieron en un histórico 3-0 a Industriales, pero fueron juegos desbordados de rivalidad, decididos siempre con el último out y en los que Miguel Borroto, dueño del staff más rico del campeonato, tuvo que apelar a hombres de su rotación abridora para preservar triunfos, pues el bullpen se mostró incapaz de gestionar con éxito los tercios conclusivos de los partidos.

Vendría el dual meet por la corona. Antes del play ball se hablaba de un duelo entre un gran pitcheo y el mayor productor de palos de vuelta entera en la justa (86). Sin embargo, no fue ni lo uno, ni lo otro.

Desde el punto de vista táctico se jugó aplicando páginas conservadoras del librito: exceso de toques de bola para adelantar hombres que la mayoría de las veces quedaron en los senderos esperando por un remolque y que en otras ocasiones sirvieron para darle «boca boca» al pitcher contrario cuando estaba prácticamente muerto y hubo cuadros adelantados en situaciones en las que dos outs salvaban más el juego que uno solo.

Las situaciones de juego dictan qué hacer y en play off cada resultado cuenta, pero las opciones de los camagüeyanos estaban muy reducidas si el trabajo del bullpen tenía que ser asumido por los abridores. Todos los hombres de su rotación, incluido el mismísimo Lázaro Blanco, doblaron funciones en el montículo.

No sucedió lo mismo con Matanzas, pues sin la misma profundidad en su cuerpo de lanzadores, ni Yera ni Freddy Asiel relevaron durante la postemporada. En la final, solo Yamichel Pérez se movió en ambos roles: rotación y bullpen.

De los cinco bateadores matanceros que pegaron diez o más imparables en el play off, hay dos que significaron mucho para el conjunto por combinar tacto con poder a la hora crucial: el primer bate, César Prieto (de 42-15 con dos vuelacercas en la final) y el noveno en la tanda, Eduardo Blanco (32-12, quien sacudió tres dobletes ante los Toros). En su mejor momento ofensivo se lesionó el cátcher Ariel Martínez (19-11), único de los regulares de ambos elencos que compiló por encima de .500.

En general, fue una postemporada de baja eficiencia en la producción de carreras. Los campeones solo empujaron 39 de 181 corredores que llegaron a posición anotadora y los Toros, 29 de 154.

Nervios, poca paciencia y disciplina en home y falta de estudio de los lanzadores rivales, se confabularon con otros males del bateo cubano para que uno y otro equipo dejaran 56 hombres en bases durante los seis juegos por el oro.

Tampoco fue una defensa hermética: Matanzas cometió diez errores que costaron seis carreras sucias de las 26 que les marcaron, y Camagüey pifió en ocho ocasiones, con impacto directo en siete de las 33 veces que los Rojos pisaron el plato.

Ganó el equipo más maduro, compacto, hecho para un gran resultado, que puede, incluso, abrir una era dorada. Su adversario, más joven, en construcción aún, se vislumbra como uno de los próximos candidatos al título. No se asombren si vuelven a discutir el título en la Serie 60, aunque para entonces no haya refuerzos. Con sus propios efectivos, nacidos o aplatanados, pueden repetir la osadía de erguirse sobre los demás.

Camagüey cometió dos errores menos que Matanzas, y tras seis partidos compiló ocho marfiladas. Foto: Abel Rojas Barallobre

 

 

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