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El milagro de Maradona

Para millones de argentinos y napolitanos, era un milagro constante ir a la cancha o el prender el televisor cada vez que Diego Armando Maradona salía a un campo de juego. El Diez fue mucho más que un futbolista

Autor:

Gonzalo Fiore Viani

«Dicen que por lo menos una vez en la vida todos los hombres asisten a un milagro. El mío ocurrió un sábado de marzo de 1969 sobre el pasto mojado de Parque Saveedra cuando un pibe bajito, que me dijo que tenía ocho años, y yo no le creí, hizo maravillas con la pelota»

 Francisco Cornejo, primer entrenador de Maradona

 

Para millones de argentinos y napolitanos, era un milagro constante ir a la cancha o el prender el televisor cada vez que Diego Armando Maradona salía a un campo de juego. El Diez fue mucho más que un futbolista: era capaz de sacar de la manga frases y anécdotas tan ingeniosas como desopilantes, producto de una vida mil veces más intensa que la del común de los mortales. El mismo lo había reconocido cuando cumplió cuarenta: «Valen por sesenta. Realmente me sucedió de todo. De un golpe salí de Fiorito y fui a parar a la cima del universo y allí me las tuve que arreglar yo solo».

Maradona departió con Reyes, Papas, presidentes de todo el mundo, estrellas de cine, deportistas de toda índole y nivel de fama, pero adonde fuera, los focos se los llevaba él, siempre. A diferencia de otros, no se mareó en las alturas y nunca se dejó arrancar el alma que traía de la calle. A pesar de los vaivenes en su vida personal, siempre se mantuvo al lado de los suyos: los de abajo, los excluidos, los más débiles. En cada causa que tenía como objetivo pelear contra las injusticias, ahí estaba dando su apoyo y poniendo la cara. Esto no le salió gratis, especialmente en Argentina, donde muchos a día de hoy todavía no se lo perdonan ni se lo perdonarán.

¿Cómo un futbolista iba a poder opinar de política? ¿De los grandes asuntos? ¿Qué se creía ese villerito que sólo sabía patear bien una pelota? Mucho se ha hablado de los supuestos ejemplos negativos que rodean a la vida del argentino. ¿Qué puede haber de negativo en alguien que le dio ganas de vivir a miles, a millones de personas que nacieron entre cloacas y miseria? Alguien que jamás dudó en poner el cuerpo contra las injusticias. Como cuando en 1984, cuando ya era la estrella más grande del fútbol mundial, decidió organizar un partido benéfico en una rústica cancha de la ciudad italiana de Acerra, en las afueras de Nápoles, con el objetivo de recaudar fondos para un niño que atravesaba una enfermedad.

Maradona llevaba tatuado al Che y a Fidel, y jamás ocultó su admiración por la Revolución. Es difícil escaparle a la coincidencia histórica de que el Diez haya partido el mismo día que lo hiciera el Comandante de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz, hace cuatro años. Ambos mantuvieron una amistad inquebrantable que sirvió para reforzar los lazos indisolubles que unen a Cuba con la Argentina. En eso, Diego hizo más que la mayoría de los diplomáticos, políticos o presidentes. Posicionó a la Argentina en el mundo a niveles impensados. Antes de Messi o el Papa Francisco, bastaba decir nombrar al país en una aldea pérdida de África o el Sudeste Asiático para que te dijeran «ahh, Maradona».

Su existencia fue un milagro para un país golpeado, herido en su orgullo tras sufrir la dictadura más sangrienta de su historia y luego de perder la Guerra de Malvinas. Maradona desafió absolutamente todas las posibilidades, y por eso también era un fenómeno tan extraordinario. Salió de uno de los lugares más pobres del país. Era tan pobre que su madre no cenaba para que él y sus hermanos pudieran comer. Para Friedrich Nietzsche, la voluntad era conseguir todo lo que se deseaba sin tener en cuenta la razón. Sin voluntad no se sostiene la vida: si de algo rebosaba Diego Armando Maradona era justamente de voluntad. El hombre oriundo de Villa Fiorito demostró que no hay límites para quienes están seguros que sus límites no existen.

Hay gente que uno piensa que nunca se va a morir, que cómo en vida desafió todas las leyes del universo, puede también con esa, con la última, la que nos viene a buscar a todos tarde o temprano. Si Diego Armando Maradona siempre se piantó de los muertos, ¿Cómo lo iban a parar? En los últimos meses se lo veía mal, hace algunas semanas cumplió 60 años y a los pocos días lo internaron. Sin embargo, uno estaba seguro que iba a volver de los muertos, como siempre hacía, que iba a seguir dirigiendo, o iba a sorprender con una nueva reinvención, como tantas veces había hecho. A fin de cuentas, estábamos esperando un último milagro que nunca llegó. Ya nos había dado muchos. Demasiados para una sola persona cuyo mayor sueño, era jugar bien a la pelota.

*Abogado, periodista y magister en Relaciones Internacionales.

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