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Chiapas sigue latiendo

El conflicto de Chiapas va a ser eterno mientras no haya caminos, escuelas, medicinas; mientras el Estado no atienda las necesidades básicas de los indígenas, afirma Miguel González, Premio México de Periodismo 2004, uno de los colegas participantes en el V Encuentro Internacional de Corresponsales de Guerra que sesionó en La Habana

Autor:

Miguel González. Foto: Roberto Morejón.

«El conflicto sigue ahí y va a vivir no solo con los chiapanecos, sino en la conciencia de la nación, en las venas de los caminos rurales de Chiapas, en las entrañas de las madres que no tienen para alimentar a sus hijos, en los niños que no alcanzan la educación primaria. Es un problema que va a existir mientras no se solucionen los puntos pendientes en la agenda social de México».

Ese es el sentir de Miguel González Alonso —periodista y columnista de Cuarto Poder, de México— al que abordamos en el V Encuentro de Corresponsales de Guerra, al conocer su condición de corresponsal —durante unos seis meses— en la contienda bélica que se generó en el estado de Chiapas cuando un grupo de campesinos e indígenas se levantaron en armas para reclamar lo que les había sido arrebatado durante siglos.

«El conflicto de Chiapas va a ser eterno mientras no haya caminos, escuelas, medicinas, mientras el estado no atienda las necesidades básicas y, sobre todo, se garanticen servicios vitales para los indígenas que hoy, como el 1ro de enero de 1994 —cuando comenzó el conflicto— siguen viviendo en la extrema pobreza», nos asegura el Premio México de Periodismo, que le fuera otorgado en el 2004 por la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos (FAPERMEX).

«Yo fui periodista del diario Excelsior de la Ciudad de México durante muchos años, luego me alejé un tiempo del Periodismo, pero cuando se dan los sucesos de Chiapas, regreso a las páginas del rotativo y lo hago con la nota principal, a ocho columnas, que se publica el 3 de enero de 1994 sobre lo que estaba pasando en el estado sureño, bajo el titular: Alzamiento, Chiapas otra vez.

«Como vivía en San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades principales del estado, tuve la primicia. Desde la noche del día primero se rumoraba que había llegado un grupo armado.

«El sobresalto de todo el pueblo fue grande, acudimos a ver y en la mañana del 2 de enero estuve en la Plaza Central, donde estaba el subcomandante Marcos dirigiendo las acciones guerrilleras en la región».

El antecedente bélico más remoto que se tenía en México era la Revolución de 1910, después la matanza de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco en 1968, por eso Miguel confiesa que, no acostumbrado a ese tipo de escenarios de guerra, tuvo que digerir rápidamente ese primer momento de sobresalto para empezar a trabajar y enviar la información.

Nuestro entrevistado se autodefine como un hombre de los medios, pero no de medias tintas. Desde hace muchos años, Miguel González ha demostrado tener una interesante vocación por la defensa de la libertad de expresión al igual que de sus compañeros periodistas en momentos difíciles, basado en la idea de que la razón y el valor son un estado de conciencia para vencer todo miedo que pudiera atravesarse en la búsqueda de la verdad.

—Se dice que los sucesos del ‘94 marcaron los medios de prensa mexicanos...

—Hay que reconocer que se dio una especie de parte aguas con el movimiento zapatista. Los medios aprendieron a desafiar al Estado. Hace algunos años la figura presidencial, el Ejército, la Secretaría de Gobernación, eran entes intocables en los medios de comunicación.

«Recuerdo cómo se usó la libertad de expresión para denunciar con notas y fotografías la cruel realidad: gente con rifles de palo tirados en las calles, muertos en la lucha por el sustento y por el otro lado un ejército perfectamente pertrechado, pero acorralado, no solamente en el plano militar sino en materia de opinión internacional. Fue un momento importante, de allí en adelante la prensa asumió un papel más crítico en México.

«Hay que reconocer que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional puso de rodillas al poder en el país, la presencia del subcomandante Marcos pautó un momento de esplendor que difícilmente ningún político tuvo en la historia contemporánea de mi país.

«Pude relacionarme con los guerrilleros y en una ocasión tuve oportunidad de entrevistar al comandante Mateo en una publicación que luego retomaría el escritor Luis Pasos para conformar parte de un libro que escribió acerca del conflicto armado».

—¿Cómo valora el conflicto en Chiapas en la actualidad y que posibilidades de avance le ve?

—Ese problema va a tener solamente caducidad cuando el Estado mexicano se haya recompuesto y esté dispuesto, honestamente, a resarcir los rezagos ancestrales que tiene comprometidos con los grandes desheredados de Chiapas, de México.

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