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Basta de puñetazos

Tras el acuerdo entre HAMAS y Fatah para la constitución de un gobierno de unidad nacional, queda por ver si Estados Unidos y la Unión Europea cumplen sus obligaciones con el pueblo palestino

Autor:

Luis Luque Álvarez

Palestinos celebran alianza de unidad en su país. Foto: AP Era ya demasiado. Desde finales de enero, 67 palestinos habían caído bajo el impacto de los disparos... de palestinos. Mientras otros, que no son ni palestinos ni árabes, se frotaban las manos.

El jueves, las dos fuerzas preponderantes de la vida política palestina, el Movimiento de Resistencia Islámica (HAMAS) y Fatah, partido fundado por el extinto líder Yasser Arafat, alcanzaron un acuerdo por el que se constituirá un gobierno de unidad nacional. Innumerables habían sido los intentos de entendimiento, así como las treguas quebrantadas por sus seguidores, enzarzados en combates callejeros en Gaza.

En la génesis de las tensiones, estaba el hecho de que HAMAS, una formación que no pertenece a la Organización para la Liberación de Palestina, pero que se había ganado el respeto de la gente por su labor social y su intransigencia frente a la ocupación, triunfó en las elecciones de enero de 2006, desbancando a Fatah.

Se inició entonces una espinosa cohabitación entre un gabinete de HAMAS y un presidente (Mahmud Abbas) de Fatah. Y mientras los primeros acusaban a los segundos de intentar sabotear su gestión, EE.UU. y la Unión Europea ponían su granito de desestabilización, al bloquear las millonarias ayudas que solían entregar a la Autoridad Nacional Palestina y crear una sombría situación humanitaria, en represalia por la decisión de los palestinos en las urnas.

Israel, por su parte, congeló los 50 millones de dólares que mensualmente debía transferir a la ANP, en concepto de impuestos a los productos que transitaban hacia Gaza y Cisjordania. «Los palestinos no van a morir de hambre, solo adelgazarán un poco», fue la «pincelada humorística» de Dov Weisglass, asesor del primer ministro israelí.

Lo que faltara al adelgazamiento —esperaba quizá este funcionario—, lo pondría la explosión interna contra el gobierno de HAMAS. Y verdaderamente las rivalidades se atizaron, de modo que las desavenencias entre los líderes políticos, eran reproducidas por algunos de sus militantes en las calles a tiro limpio. En medio, sufriendo carencias materiales, disputas entre hermanos y balas perdidas, el grueso de la población.

En la prensa alternativa, solidaria con la causa de ese pueblo, la palabra más recurrente era «vergüenza, vergüenza». Y así también la repetían los civiles palestinos interpelados por algún que otro reportero.

Desde el jueves, este descomunal absurdo puede ser corregido. El pacto de unidad prohíbe «el derramamiento de sangre palestina», y en él se dispone que ambas partes respetarán todos los acuerdos alcanzados por la OLP.

Ahora bien, como entre estos se incluyen los arreglos alcanzados en distintos momentos con Israel, se colige que, al menos implícitamente, HAMAS reconoce al Estado sionista, una de las condiciones impuestas por Occidente para cesar el duro bloqueo económico. Un cerco que, por cierto, no debió siquiera empezar, pues los países que lo aplican son moralmente responsables de que aún no haya un Estado palestino en Tierra Santa.

Habrá que ver cómo reaccionan ahora Washington y Bruselas. El departamento de Estado norteamericano dijo que espera conocer el «programa político» para emitir su posición, y una vocera del alto representante para Política Exterior de la UE señaló que «examinaremos todos los detalles con las mejores intenciones, en forma positiva y prudente».

Esperemos que tanta ambigüedad se traduzca, sin mayores trabalenguas, en el cumplimiento de sus obligaciones hacia el pueblo palestino. Y de HAMAS y Fatah, que se les caigan las escamas de los ojos de una buena vez. Las manos han de servir más que para irse a los puños...

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