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Obstaculizan candidatura de Fernando Lugo en Paraguay

La oficialización de su aspirantura a los comicios es expresión del genuino deseo popular y debió concretarse ayer, pero ha sido pospuesta para este jueves

Autor:

Marina Menéndez Quintero

  Lugo afirma que no se postula: ha sido postulado. La partidocracia está haciendo aguas, también, en Paraguay. La candidatura de Fernando Lugo materializa desde ahora el cuestionamiento a los viejos partidos tradicionales, gane o no, después, la presidencia.

La oficialización de su aspirantura con vistas a los comicios del cercano abril debió concretarse ayer pero ha sido pospuesta para este jueves, y estará acompañada por una masiva demostración popular. Más que hacer gala del mero respaldo que le otorga, la manifestación anunciada se yergue como garante.

Los obstáculos antepuestos al candidato hacen que no resulte raro cualquier maniobra para impedir su registro por el Consejo Electoral, como el propio exobispo previó más de un año atrás. Hasta hace dos días, figuras prominentes del Partido Colorado amenazaban con impugnarlo.

Quienes quieren impedir que entre al ruedo de las presidenciales blanden la letra de la Constitución y arguyen que él es un hombre de la Iglesia, razón por la cual no podría postularse.

Lugo no ha abandonado la fe, pero renunció a los hábitos y se bajó del púlpito de su iglesia de la localidad de San Pedro desde diciembre del año 2006, en atención al reclamo de muchos de sus mismos feligreses. Ellos le pidieron servir al pueblo ahora más allá de la religión, y lo reclamaron como líder político.

Siendo expresión de tal genuino deseo popular, esa misma forma en que emergió rompe ya con los caminos trillados de la política tradicional, y lo convierte en un aspirante sui géneris, digno de ser tomado en cuenta.

La idea de su postulación no nació propiamente de un partido, ni siquiera de una organización popular, sino de la movilización de amplias capas del pueblo inconformes, quienes todavía no constituían una instancia sólida cuando vieron a un presidenciable en él.

Lugo tampoco había puesto los pies en escena hasta su participación en las manifestaciones de mediados de 2006, contra la decisión del presidente Duarte Frutos de obtener la titularidad del gobernante Partido Colorado. Aquella fue una explosión popular inédita protagonizada por decenas de miles de paraguayos y, más que el propio cuestionamiento a Frutos, evidenciaba el cansancio con el estatus quo.

En ese contexto surgió la coalición Resistencia Ciudadana, y luego, el movimiento campesino Tekojojá y el Bloque Popular y Social; todos, antecedentes directos de la Alianza Patriótica para el Cambio que respalda a Lugo ahora, y donde se encuentran esas alianzas y un abanico de otros partidos; algunas voces del coloradismo, se suman.

De ese modo, la postulación de Fernando Lugo tampoco es el resultado de las habituales disquisiciones de las agrupaciones políticas en busca de candidato, cuando se avecina una elección. Esta vez ha sido al revés. La Alianza parece haberse fraguado, básicamente, por la coincidencia de que las fuerzas que la integran hayan pensado que su candidato fuera él: una coyuntura táctica que puede haber dado en el clavo de la estrategia, si la unidad se mantuviera.

Por tales razones, aunque apenas ha esbozado un programa y nadie —tal vez ni siquiera él mismo—, pueda afirmar con certeza que el exobispo Lugo sea un hombre de izquierda, su derrotero a favor del cambio ha sido suficiente para ganarle críticos entre la derecha, y en el entramado político tradicional.

No pocos estiman que la absolución del ex general Lino César Oviedo fue un ardid para quitarle adeptos. El ex jefe de las Fuerzas Armadas se presenta por el partido Unión Nacional de Colorados Éticos (UNACE), a pesar de no haber terminado de cumplir los diez años de prisión a que fue sentenciado por sedición.

También circulan acusaciones anónimas donde se señala a personalidades presuntamente vinculadas a la campaña de Lugo, con la recepción de dineros provenientes de EE.UU.: una «revelación» que más parece encaminada a desencantar a los de izquierda, que a servir de alerta.

Ello se suma al temor a la impugnación, que ha desatado las advertencias de movilización de los sectores populares que apoyan a Lugo, en defensa de su inscripción.

Las cosas podrían definirse hoy pero, entre tanto llegan los comicios, los hechos invitan a reflexionar si América Latina no solo está dando a luz nuevos modelos sino, además, una distinta hornada de políticos.

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