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También se busca un «eurocanciller»

El nuevo Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad será la voz de Europa en el plano internacional

Autor:

Luis Luque Álvarez

«Coser y cantar» es lo que se dice para hablar de lo fácil que resulta resolver un asunto. En la Unión Europea, ya aprobado definitivamente el Tratado de Reforma del bloque comunitario —¡fueron por lo menos seis años de «estira y encoge»!—, a los gobernantes de los 27 países miembros casi solo les queda suspirar con alivio, coger aguja e hilo, y ponerse a dar algunas puntadas para dejar la pieza lista.

Una de esas es la de escoger el nuevo Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, o más cortico, un «eurocanciller». Ya días atrás hablábamos del debate sobre el nuevo puesto de «presidente del Consejo Europeo». Ahora le toca el turno al que será la voz de Europa en el plano internacional.

La nueva figura se ganará el pan de cada día presentando al mundo las decisiones acordadas por los 27 miembros de la UE,  coordinando con las 27 capitales la postura europea general ante asuntos de política internacional.

Para ello, contará con la asistencia de un Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), con un presupuesto inicial de 50 000 millones de euros, y formado por 7 000 funcionarios aportados por la Comisión Europea (brazo ejecutivo del bloque), el Consejo Europeo y diplomáticos nacionales, todos en función de trabajar para generar el consenso entre tantos —el difícil, el arduo consenso—. Incluirá a las 130 delegaciones de la UE en el mundo, y tendrá el apoyo de las embajadas de los 27 por separado.

Ahora bien, ¿quién ocupará el puesto de Alto Representante? El dominó ha estado moviéndose entre varios candidatos, y el que más pinta tenía hasta ayer era el británico David Miliband. En Bruselas se ha encomiado varias veces el talante europeísta del canciller, y si una raya más no hace más raro al tigre, en el caso de Miliband sí es un matiz interesante, habida cuenta del tradicional euroescepticismo de los británicos, de quienes se susurra que toman de Europa lo que les conviene, aunque se quejan de que «siempre los males han venido del continente».

Con Miliband ha ocurrido al revés. Cuentan que en 2007, un discurso suyo, demasiado entusiasta a favor de la integración europea, fue tachado en varios párrafos por el primer ministro Gordon Brown. De todos modos, también se comenta que Brown lanzó la idea de que Tony Blair fuera candidato a presidente permanente del Consejo Europeo para, calculando que el mejor amigo de Bush sería rechazado, presentar después a Miliband (uno de los mejores discípulos de Tony) para el otro puesto, ¡porque dos rechazos serían una descortesía hacia Londres, ¿no?!

Pero el cielo se despeja: el británico insiste en que no quiere el trabajito, por lo que queda en el mantel otro político de «izquierdas», según lo pactado en Bruselas (un conservador como presidente, un socialdemócrata como Alto Representante): Massimo D'Alema, ex primer ministro italiano (1998-2000), quien también ha fungido como canciller.

De extracción comunista, desde los años 80 D'Alema fue inclinándose, inclinándose... y paró muy cerca de la derecha. Sustituyó la hoz y el martillo por la rosa roja en el puño, símbolo de la socialdemocracia, y en 1999, en la agresión contra Yugoslavia, convirtió a Italia en plataforma de los bombardeos aliados contra el país balcánico, aunque después fue el primero en pedir el cese de los ataques.

Este es el hombre. Los europarlamentarios socialistas lo apoyan, y hasta el gobierno derechista de Sivio Berlusconi le da su respaldo (¡hum!, qué raro...) Parece que es el que va. La semana próxima lo confirmaremos.

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